Capítulo 20

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Era el último día de Eva en España.

Estos tres últimos los había pasado tranquila con Anne y los chicos y sin tener que volver a cruzarse con Hugo y esa tal Blanca.

Ese día, antes de marcharse en el avión de las nueve de la noche, habían quedado para ir a pasar el día al campo y hacer una barbacoa.

- ¿¡Eva, te falta mucho!? - preguntó Anne desde su habitación.

- Terminar de cerrar la maleta y coger mis cosas - respondió ella -. Dame cinco minutos.

Habían quedado a la una y media y ya era la una y cuarto, si no se daban prisa llegarían tarde.

- Ya estoy - avisó Eva cargando con todas sus pertenencias.

Gérard fue el encargado de meterlas en el maletero del coche, pues cuando fuera la hora, ellos mismos la acercarían al aeropuerto para despedirla.

- Oye - les llamó Eva desde la parte de atrás del vehículo -, que muchas gracias por dejar que me haya quedado aquí estos días, y por todo lo que hacéis por mí, de verdad.

Anne se giró a mirarla con una sonrisa desde el asiento del copiloto y Gérard lo hizo por el espejo retrovisor.

- Sabes que no nos tienes que dar las gracias por nada - le sonrió Anne.

- Y que nos tienes para lo que necesites, siempre - concluyó Gérard.

Al llegar al lugar en el que habían quedado, divisaron a Bruno y a Flavio pendientes de la barbacoa mientras Samantha y Maialen bebían cervezas sentadas en las sillas de la playa.

- Hola chicas, ¿qué tal? - saludó la gallega a sus amigas sirviéndose un refresco.

- Pues muy bien - sonrió Mai -. ¿Tú qué?

- Aquí vamos - rio ella.

Comieron los siete solos hasta que Bruno dijo:

- Acaba de llamarme Hugo, qué si puede venir.

Todos sus amigos asintieron rápidamente dando el visto bueno. Todos menos Eva, quién se encogió de hombros indiferente rezando porque no apareciera con Blanca.

Diez minutos exactos fueron los que tardó en aparecer el coche de Hugo en aquel campo.

Los nervios de la gallega se dispararon cuando vio que aparcaba frente a los coches de sus amigos, pero se disiparon un poco cuando lo vio bajar solo del vehículo.

Saludó uno por uno a sus amigos y esta vez se atrevió a dejar dos besos sobre la chica dejándola un tanto descolocada.

El otro día, si no hubiera tenido que presentarle a esa amiga suya, probablemente ni la hubiera mirado; y ahora venía y le daba dos besos como si todo estuviera bien.

Por una parte se alegraba, prefería eso a la incomodidad de estar juntos y no saber cómo actuar; pero por otra la confundía.

El resto de la tarde no tuvieron contacto alguno, aunque de vez en cuando ambos sentían la mirada del uno sobre el otro.

En un momento en el que Eva se disculpó para ir al baño, al volver pilló a sus amigas cuchicheando algo que no logró alcanzar a oír y de lo que ellas pararon de hablar en cuanto la vieron.

- ¿Se puede saber qué tramáis? - preguntó sonriendo.

- Nada, mujer - contestó Anne.

La castaña levantó una ceja interrogando a las chicas con la mirada, pero ni una añadió nada más a la conversación, así que lo dejó estar.

- Bueno, tú, Eva, deberías venir más - le dijo Bruno abrazándola por los hombros -, que no hay quién te vea el pelo.

- O vosotros venir a visitarme a mí - sonrió ella -, que las playas de Australia son una maravilla.

- Yo se lo dije el otro día a Fla - se unió a la conversación Samantha mirando a su chico -: que deberíamos ir a pasar unos días allí contigo, que nunca hemos ido y debe ser precioso.

- Sí que lo es - afirmó la gallega -. Pero ni se os ocurra venir ahora que aquí es verano, porque allí es invierno y a la playa con el frío como que no.

- Se me ha ocurrido una idea - intervino Maialen -, ¿y si vamos el mes que viene de visita todos? Da igual que sea invierno, nos quitamos del calor asfixiante de Madrid, pero por verte.

Eva sonrió enternecida, sin duda alguna había tenido mucha suerte aquel 2020. Siempre lo recordaría como el año de la pandemia, pero sin embargo, uno de los más felices desde que tiene uso de razón.

2020 le dio a las personas más importantes de su vida, y por suerte aún contaba con ellas, las tenía delante, a la gran mayoría. Y que Hugo también formara parte de su vida de alguna manera, también le alegraba.

- Pues nada, adjudicado - sentenció Bruno - el mes que viene nos tienes por Asutralia.

Todos brindaron, incluido Hugo, aunque bien sabía la gallega que no era muy partícipe de aquel viaje improvisado que acababan de cerrar sus amigos.

- ¡Dios mío, qué tarde es! - exclamó Eva mirando su reloj.

En ese instante, alguien pareció llamar a Gérard.

- No vamos a poder llevarte al final Ev - le dijo tristemente -. Nos ha surgido un pequeño problema y nos tenemos que ir ya.

Anne asintió dándole la razón a su marido y ayudando a descargar el maletero.

- Te llevaríamos nosotros - dijo Maialen - pero Bruno tiene el coche con muy poca gasolina y no creo que lleguemos, ¿verdad?

El aludido miró raro a su chica pero luego asintió rápidamente, y aquello a la gallega le empezó a oler raro.

- Pues nosotros tampoco - se apresuró a decir Samantha - hemos quedado con unos amigos en un rato y no nos da tiempo.

Flavio fue a contestar pero se llevó un leve pisotón de la rubia indicándole que no debía hablar.

- Pero Hugo no tiene nada que hacer creo - intervino Bruno -, y además trae coche.

El cordobés levantó las cejas sorprendido por las palabras de su amigo y Eva imitó, inconscientemente, su gesto.

Estaba claro que la conversación que había presenciado minutos antes de sus amigas no era más que un plan para dejarles a solas.

Se giró a mirar a Anne molesta, pero su amiga pasó de ella y tras darle un beso y despedirse, se montó en el coche con Gérard y se fueron.

Samantha se acercó y depositó un beso en su mejilla, Flavio la siguió con un abrazo.

- Que te vaya muy bien el viaje - le sonrió la chica -, háblame cuando llegues.

Y dicho esto, la pareja se marchó.

- Bueno Hu - habló Maialen - ¿no te importa acercarla, verdad?

El chico se rascó la nunca nervioso y tragó saliva.

Eva supo que tenían las mismas ganas de quedarse a solas. Ninguna.

- No te preocupes, Hugo - consiguió decir -, llamo a un taxi.

Bruno le lanzó a su amigo una mirada asesina que la chica no logró ver, e inmediatamente dijo:

- No, no te preocupes - sonrió de medio lado algo incómodo -. No me importa, yo te llevo, vamos.

Bruno y Maialen sonrieron cómplices y tras despedirse de la castaña, se marcharon.

Ya solo quedaban ellos.

¡Hola!
Aquí tenéis el capítulo de hoy y el último de la semana.
Espero que os esté gustando la novela, nos vemos el lunes.
Mil gracias por leer.
🤍🤍🤍

Así que pasen cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora