Hizo lo que le dije, se notaba el calor que venía de dentro, lo agradecí. Edgar subió y me dejó sola en la entrada, me moría de vergüenza menos mal que no había nadie. Sólo veía un pasillo delante de mí.
Edgar bajó—¿Todavía no has entrado? —Negué. Se puso detrás de mí y pasó sus manos por mi vientre. —No te pongas nerviosa—me besó la mejilla—Todo irá bien—bajó a mi mandíbula y luego a mi cuello.
—Está bien…—dije no muy convencida. Me aferré a su mano y me llevó por el pasillo, giró a la derecha y vi una puerta de madera con cristales de la que salía luz. Se oían risas, voces, golpes. Le miré y abrió la puerta. La sala estaba repleta de gente y a mí me sudaban las manos, había más gente de la que me esperaba, niñas pequeñas, hombres desde los más mayores hasta los de mi edad, estaba a reventar. Había muebles de madera con libros en todas partes, una mesa grande, un par de sofás y una chimenea. Todos me estaban mirando a mí y me puse roja, miré al suelo, había una alfombra bonita, verde oscura, roja y dorada.
—Esta es Nina—oí la voz de Edgar que me apretó la mano aún más fuerte.
—Hola—dije con un hilo de voz. Sentía el calor en mis mejillas, en mi cara. Seguro que tenía coloretes. La habitación se quedó totalmente en silencio por una milésima de segundo y luego se abrió paso a un ruido inaguantable de risas y voces, todo se volvió saludos, besos y abrazos mientras que yo sentía que me iba a dar un infarto en cualquier momento.
La madre de Edgar fue la primera en comerme toda la cara a besos, el padre me saludó tímidamente mientras que me ofrecía la mano. Solté la de Edgar y se la estreché a su padre, tenían las mismas manos. Vi como Edgar me abandonaba y se iba a coger a una niña en brazos haciéndola cosquillas. Guardaría esta a Edgar por dejarme sola aquí, me estaban temblando las piernas. Fui besando la mejilla a cada persona que se me acercaba y llegó un momento en el que hasta me mareé. Me cedieron el sitio principal de la mesa, entre la abuela y el abuelo de Edgar. Su abuela no era cómo me imaginaba, en cabio su abuelo se parecía más a él.
Busqué a Edgar con la mirada, estaba rodeado de niñas pequeñas, le estaba diciendo algo en la oreja a una de ellas, y la niña luego procedió a señalarme. Aparté la vista cuando Edgar me miró y me puse más nerviosa aún.
—Otra más en la familia—su abuela habló y la mayoría se callaron. Me cogió de la mano y sonreí—Edgar no exageraba cuando hablaba de ti, eres preciosa cariño. —fulminé a Edgar con la mirada mientras que él me miraba sonriendo con cara de “me estoy descojonando”. Te odio vocalicé a distancia—Nina, ¿verdad? —asentí—A esta edad hija se me olvida todo tan rápido — bajó la cabeza y negó. Me dio algo de pena. —Debes estar helada. —su estado de ánimo cambió en segundos.
Negué —Edgar sabe cuidarme bien—me atreví a hablar y le miré.
—Si es que mi nieto es el mejor, ven aquí a saludar a tu abuela. ¿Qué son esos modales? —Edgar se acercó y la abrazó fuerte ambos tenían hoyuelos al sonreír.
Edgar me indicó que me quitase de la silla y así lo hice, se sentó y me empujó sobre él para quedar encima. Me estaba muriendo de vergüenza. Escuchaba comentarios a mi alrededor de cosas como “qué mono”, “ese es mi hijo” y parecidos.
Su abuela le dio una colleja y me reí —Aquí van los invitados.
—Vale, vale—se frotó la nuca menudo manotazo le había arreado, su abuela me estaba empezando a caer divinamente.
—Nosotros ya hemos cenado, hija—me gustaba el cariño con el que me trataba tan pronto—Pero hemos dejado comida para los dos—sonrió. Tenía los hoyuelos de Edgar, ya lo dije.
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Punto muerto.
Teen Fiction"Una pesadilla es algo de lo que se puede despertar, pero de la vida no, no es tan fácil, a veces es bueno acumular recuerdos y guardar secretos... Porque, ¿Si no puedes mantenerlos encerrados dentro de ti, por qué otro debería hacerlo?" Adentrarte...