Familia Nardacchione. Quinta parte, ¿Contratiempos o pasatiempos?.

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Edgar tiró precipitadamente de mí pero aun así la rueda me pilló parte del brazo. Ed me hablo pero su voz se notaba como un susurro lejano. Estaba inmóvil, mirando al cielo. Giré un poco la cabeza cuando Edgar se dispuso a pegar patadas y puñetazos a la moto. Todo se veía como a cámara lenta y borroso. Me cogió con cuidado y no dejó de hablarme en todo el viaje. Yo seguía sin responderle. Me tumbó con cuidado en su cama — Nina, te vas a poner bien, ¿sí? Buscaremos ayuda mi vida. — me tocó la frente, notaba como la temperatura de mi  cuerpo estaba fría ¿estaría sudando? Intenté mover el brazo pero me dolió. Hice una mueca. Pasé la lengua por mi labio inferior, que estaba seco. Miré a Edgar que sacaba los cajones y los volcaba en busca de encontrar el móvil. Lo encontró y tanteó intentando desbloquear la pantalla, pero se le resbaló el móvil. Cerré los ojos y me dejé ir.

—Ya viene hacia aquí. — Edgar me movió y me cogió de la mano, a lo que gemí en señal de dolor. La soltó inmediatamente y fue a besar mi frente.

—Ed…estoy bien— era la primera vez que hablaba después de todo lo que había ocurrido. Edgar sonrió levemente al escuchar mi voz. El tiempo se me hizo eterno hasta que tres hombres entraron en la habitación. La madre y la abuela de Edgar miraban la escena con cara de preocupación. Uno de ellas llamó a Edgar. Mientras que otro me preguntaba por mi nombre, edad,  y esas cosas sin importancia. Me levantó la camiseta y miré a mis heridas.

—¿Qué sentiste al caer?

—Quemazón—aseguré— no podía respirar.

—Bien, la caída sólo te causo algunas quemaduras por rozaduras que se pueden solucionar con pomada, en cuanto al no poder respirar fue igual que cuando te dan una matada en el estómago. No hay que preocuparse, tus constantes están bien, ahora puedes respirar ¿lo ves?

Asentí. Todo lo bien que pudiese respirar una asmática.

—Lo que me preocupa es este hombro—hizo una mueca. Al parecer hoy todo el mundo se dedicaba a hacer muecas. —Te lo debemos colocar, y es un proceso que duele, tal vez prefieras escayola.

—¿Si me lo coloca ahora tendré que llevarla?
Negó— Sólo una especia de goma que te sujetara el hombro unos días.

     Asentí y tragué saliva—Vale.

—Dolerá—me aseguró.

—No puedo ver esto—Edgar se marchó de la habitación. Le vi salir y sin esperármelo el hombre hizo un movimiento brusco con mi hombro. Pegué un grito ahogado. Creía que me habían arrancado el brazo de cuajo.

—Es mejor no avisar— me aseguró el médico. Estaba por llorar del dolor. Me echó un spray —Esto puede que te deje cardenales. —me pasó un goma que iba desde mi cuello a mi hombro. Ya no me dolía tanto, pero aun así lo seguía haciendo. El médico se alejó de mí y fue a hablar con Edgar, cerré los ojos y esperé a que pasase todo esto. Noté algo de calor al lado mío y me acerqué a él, abrí los ojos, me pesaban bastante

—El médico ha dicho que reposes, y que si te duele bastante te dé un calmante — asentí y me intenté apoyar en él. Se quitó y se desplazó de mi lado.

—Te has ido— le miré con cara de tonta.

—No te hago bien Nina.

—Vamos Edgar, no has tenido la culpa de esto, es solo un hombro.

—Tú no lo entiendes—salió de la habitación. Me levanté de la cama, me encontraba cansada y el suelo estaba frio.

Abrí la puerta con mi otro brazo y le hablé cuando se disponía a bajar las escaleras —Pues explícamelo— se quedó parado.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora