La llave.

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Era de esperar que esa noche no durmiera, era de esperar que las dos siguientes semanas tampoco lo hiciera, era de esperar que me sintiese como alguien débil que pueden pisotear hasta aplastarles las costillas. Era de esperar.

Edgar se había ido. En la carta número catorce hablaba bien del tema.

Querida Nina,

Me marcho, mamá lo ha decidido así, piensa que estará bien que me vaya por un tiempo, al menos en el que la gente olvide lo que ha ocurrido o se calmen un poco las cosas.

Ella no está bien, mamá no está bien.

Y sé que tú tampoco.

Así que te lo pondré fácil y me iré.

No te daré dirección. Sólo te diré que al menos estaré fuera por un mes. Agradezco esta escapada.

No contestaré mensajes tampoco, por muy arrepintiendo que esté por no contestarlos ahora mismo seguiré con mi procesión de silencio. Espero que no te azotes demasiado a ti misma y que si lo haces sepas echarte limón y sal en las heridas para sentirte mejor.

Yo no me siento mejor.

Pero es una buena idea.

Y las buenas ideas deben de ser probadas por un periodo de tiempo.

Ya nos dimos el nuestro, es hora de salir de nuevo a la luz.

Te echa de menos y te quiere,

Edgar.

Como una chica valiente y fuerte al día siguiente de mi episodio terrible de inestabilidad madrugué y fui a las clases, con mis heridas bien tapadas. Edgar sí estaba allí. Cómo último día. No se giró ni comentó nada, cogió unos papeles, seguramente con el traslado, y se fue. Sin más.

Creo que eso me dolió. Creo que eso me dolió de más.

Carla lo notó, Carla siempre lo nota, Carla notó las heridas en las manos, mis miradas, mis suspiros, y el anillo que descansaba en mi cuello. Carla siempre lo notó.

Había llamado, creo que más de mil veces a su teléfono y siempre sonaba lo mismo "El número al que has llamado no existe".

Así que se había ido, cero. Sin decírmelo a la cara. Sin despedidas. Sin mensajes de por medio. Nada. Para olvidarme por completo, para consumirme por completo.

Él había tomado la decisión por los dos. Justo cuando yo creí que era la que llevaba los estribos. ¡Zas! Día diecinueve y no aparece en clase. Él me había controlado, él había decidido irse, y no me había dado la opción de quedarme, aunque eso me matase por dentro. ¡Pero esto también me estaba matando!

Él había decidido por mí, él había decido que yo, no podría llamarle, él había decidido, que yo no podría verle, él había decidido que yo, le tenía que olvidar. Sí o sí. A la fuerza. A kilómetros de mí,

Irónico, ¿ah?, ¿Cómo alguien te puede empujar estando, puede, al otro lado del mundo?.

Irónico, ¿ah? , ¿Cómo alguien te puede hacer daño estando, puede, al otro lado del mundo?

No sé si era su silencio, el mío, mi depresión, su falta o todo lo que me hacían caer y caer, y caer, en un pozo cada vez más y más profundo.

Prometí a Agata que pintaría una sonrisa en mi cara como una chica fuerte de cara al público. Lo prometí a la fuerza, porque si no me acabaría dando antidepresivos y yo no quería que eso pasase. Porque me gusta en el fondo mi tristeza...porque ella es hermosa...es azul gélida, cómo un iceberg, casi blanca, es cigarrillos, café, libros, música y tatuajes.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora