Familia Nardacchione. Novena parte La Boda.

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Sonó el despertador y se me pagaron las sábanas. Edgar se levantó -Venga- empezó a hacerme cosquillas. Odiaba las cosquillas. Él se fue a la ducha y el ruido del agua me durmió.

Me volvió a despertar y gruñí- Arriba- me quitó las sábanas. Abrí un ojo, una toalla tapaba su cintura.

-Esto sí que son buenos días- reí

Me miró von cara de violador y alzó ambas cejas. Dejó caer la toalla al suelo. Miré a la puerta -Cierra el pestillo- No podría volverlo a soportar. Cuando vino de vuelta cogió mis pies y me arrastró hasta el borde de la cama. Sus manos buscaban la forma de quitarme la ropa y me dejé llevar.

                                             *

Hoy era el día y estaba segura de que sería la más fea de la boda. Me metí en la ducha y luego me peiné. En pintarme me ayudó Claire, que hacía todo lo que pedía sin que la temblara el pulso.

Edgar bajó vestido de etiqueta y yo me quedé con la boca abierta. No le había visto. La pajarita se le apretaba al cuello y eso me gustaba aún más.

Me mordí el labio  -No sabía que tenía el novio más guapo del mundo - le recorrí con la mirada.

   -Al lado de mi novio soy lo que se dice uno más - me miró el cuerpo y sonreí.

-Mira esto- señalé al hombro donde se encontraban las heridas - Horrible. - después señalé alas heridas de mi abdomen. -Horrible por dos.

-Tonterías- me besó.

-¿Quién se casa tus padres o vosotros? - escuché una risa y alcé la mirada. Era la chica del otro día Laura. -Sonreíd - sacó una foto. No pensaba sonreír pero sí quedarme pegada al lado de Edgar, por una vez era casi tan alta como él. Benditos tacones.

-Iremos andando, está cerca- me explicó Edgar.

Había multitud de gente esperando en la puerta de la casa de Claire y me tuve que callar y saludas a otros cuantos. Lo bueno es que Edgar no se alejó de mí en la espera. Sacó una pitillera del bolsillo oculto de su americana seguido de un mechero de metal-¿Hasta una pitillera, Edgar? ¿Y este nivel? ¿Dónde se quedó el paquete de cartón de toda la vida que luego servía como filtro y el mechero del chino? -alcé una ceja.

      Se rio-Cállate- me ofreció uno que cogí con gusto. Me incliné a él para encender el cigarrillo y di una calada cargada. Me quedé sonriéndole hasta que perdí los nervios -¿Se puede saber a qué hora es la puta boda? - se rio de mí y me imitó poniendo voz de retrasado.

-Se supone que deberíamos ir ya  a la iglesia-admitió

-¿Y qué hacemos aquí? - cuestioné.

-No se mueven.

Le miré con incredulidad -¿Desde cuándo has seguido tú a alguien?

Se encogió de hombros -Sí, bueno, tienes razón- mea garré a su antebrazo porque yo con tacones peligrosa siempre.

La entrada de la iglesia era bastante grande y alta, era antigua y eso me gustaba, dentro hacía un frío y una humedad terribles. Me senté al lado de Edgar y oí misa callada mientras que veía como muchas me señalaban y cuchilleaban sobre mí.

-No las hagas caso, sólo es porque eres la nueva- me susurró Edgar y asentí-

Giré a mí alrededor y vi al primo estúpido de Edgar que conocí el primer día al llegar. Rodeé los ojos y me recosté sobre el hombro de Edgar en el banco.

La madre entró con el típico vestido blanco, el que representaba la virginidad y la pureza que ya había sido arrebatada, por lo menos, de esta mujer.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora