Intenta no ahogarte.

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La suerte estaba echada, había apostado tal vez perdiese, pero tal vez ganase, y si no ganaba lo esperaría, como había hecho toda mi vida. Pero esta vez era diferente, las cosas habían cambiado, había pasado un tiempo. Cosa que parecía un tiempo eterno, pero en el fondo sabía que por mucho tiempo que pasara, que aún que no le viera en 30 años y un día me lo encontrase a dos kilómetros de mi en la calle, reconocería su forma de andar. Es incondicional, irracional, incluso estúpido. La suerte no era mi punto fuerte, pero tenía algo a favor, tal vez cuando le dije todo él iba tan drogado que ni mañana se acordaría de esa conversación. Teníamos una relación extraña, por no decir inexistente, yo pasaba de todos por él y él de mi por todas, irónico pero cierto. Pero ya sabéis él era ese típico chico malo, el típico que siempre llevaba algo de hachís en su bolsillo trasero. El típico que te echaba una mirada y te dejaba tonta durante todo el día, pero también tenía su lado malo, él no valoraba nada de lo que tenía. Pero si me escuchara, supongo, cosa que sé que no va a hacer ya que nunca lo hace, se reiría de lo que siento. ¿Pero queréis que os cuente el verdadero chiste? Yo misma. No soy como las demás ni mucho menos, bueno, vale tal vez de físico sí, me llamo Nina, y más de una vez he tenido miedo de mi misma.

Diréis, ¿miedo de mi misma? Exacto. Sé perfectamente como destruirme, como consumirme, sólo tenía que pensar en unas cuantas cosas para acabar echa mierda, es a lo único que tengo miedo, miedo de mí, francamente tengo pánico de mirarme a un espejo. Sin darme cuenta estaba llorando. — Eres estúpida — me dije — lo sé — me contesté a mi misma. Intente dejar todos esos pensamientos aun lado, aún que fuese sólo por un minuto. Había subido a mi sitio favorito de la ciudad, para eso, para hacerme terapia a mi misma. Estar en el acantilado me relajaba, las vistas, el sonido al romper las olas, la lluvia cayendo sobre mí y nadie a mi alrededor, podía gritar cuanto quisiera, y con un poco de suerte algún día tropezaría con una roca y moriría, — "pobrecita" — dirían —"se la veía bien" — me parece tan falsa la sociedad en la que vivo, ¿Por qué sólo decimos cosas buenas y echamos de menos cuando perdemos algo? ¿No sería mejor decírselo cuando aún lo puede oír?, pero daba igual, en realidad nadie tenía idea de cómo me sentía realmente, ni ellos querían saberlo ni yo quería explicárselo, era una relación mutua, yo contra el mundo, el mundo contra mi. Pero estaba bien, me gustaba estar sola, pero no sentirme sola, no sé si me explico, bueno no, nunca me explico. De todas formas, habría contado esto a mis amigas, pero al fin y al cabo ¿Para qué? Me tomarían por loca, ellas estaban interesadas en otro tipo de cosas, cosas que a mí me daban completamente igual. —Me mordí más fuerte de lo normal el labio inferior— Me gustaba mordérmelo hasta que se hiciese una herida y me saliese sangre. En parte pienso que soy diferente a todo, pero donde los demás lo verían asqueroso a mí me parecía hermoso ver como el filtro del cigarrillo se llenaba de sangre, tengo actitudes masoquistas, no os preocupéis.

En ese momento recordé exactamente lo que me dijo "Joder, Nina no fumes, tus labios son demasiado frágiles para que se pose un puto y simple cigarrillo sobre ellos".

Me enfadé conmigo misma, era inútil pasarme el día recordándole mientras que yo ni si quiera estoy segura de que para el siga existiendo. Decidí dejar esos pensamientos perjudiciales a un lado.

Cogí el i-pod puse la música lo más alto posible, escuchar a Lana del Rey era lo único que me tranquilizaba en momentos así.

Di una calada larga al cigarro. Me jodía saber que estaba lloviendo y yo no hacía nada para evitarlo, me sentía como aislada de todo, o de todos, claro que sentía la lluvia caer sobre mí, claro que podía mover los dedos y claro que podía ver como mis converse rotas y sucias se empapaban bajo la lluvia, pero ¿Técnicamente eso es estar viva? Yo rotundamente no me sentía así.

Noté como vibraba algo en mi bolso, empecé a buscar y saqué el i- phone ni si quiera pude ver quién me llamaba, me lo acerqué lo más rápido que pude en la oreja.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora