Familia Nardacchione. Séptima parte Futuro.

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No sé ni a qué hora me había despertado porque sinceramente dormía como un tronco. Estaba tumbada sobre mi hombro y al levantarme me dolió como si me lo estuvieran dislocando otra vez. Me miré en el espejo. Tenía una mancha enorme morada que iba desde mi clavícula hasta parte de mi espalda. La toqué e hice un ruido con la lengua, me dolía tanto. Empecé a hacer ejercicios básicos para acostumbrarme al dolor, pero nunca acababa de hacerlo. ¿Por qué era tan sumamente inútil? Me puse una camisa pensando que así no tendría que levantar el hombro. El problema llegó cuando tuve que abrocharme los botones. No sé cuánto tarde en abrocharme, pero estoy segura que mínimo 30 minutos.

Al bajar todo el mundo estaba comiendo. Saqué el móvil las 15;30 de la tarde. Morí de vergüenza -Se te han pegado las sábanas-sonrieron todos .

-Sí-comenté. Me senté encima de Edgar.

-¿Por qué no llevas el cabestrillo? -me miró el hombro.

-Es que feo.

-Pero es lo que necesitas.

-Pero sigue siendo feo- seguí en mis trece. Puso los ojos en blanco y se fue de la sala, quedé sola en silla. Me trajeron un gran plato de costillas. Intenté usar los cubiertos que anteriormente Edgar había utilizado pero era imposible. Me rendí. Mis modales a la mierda. Cogí una costilla con la mano. Tenía una salsa entre dulce y picante. Oía a la gente reírse a mí alrededor cuando Edgar bajó con el cabestrillo y me lo puso -Existen los cubiertos - me dijo riendo.

Tenía parte de las mejillas manchadas de la salsa marrón y pringosa -No puedo- tiré la costilla con asco al plato. Tenía las manos también manchadas. Me pasó la servilleta por la mejilla y yo me aparté con cara de asco.

-Ahora estás más rica-comentó con una sonrisa.

Hoy los padres de Edgar tenían la idea de llevarnos a no sé cuál sitio que aseguraron que era bonito.

Me monté en el coche, bien tocaba viaje con Mr y Mrs "activos sexualmente", me reí de mi broma privada y vi los coches de los demás familiares de Edgar adelantar al de su padre. El estilo de conducir del padre de Edgar me recordaba al de su hijo. Trazaba curvas elegantes.

Veía montañas acercándose. Sus padres tenían un Jeep que me enamoró. Podría ponerme en pie cuando quitaran la capa de arriba, me agarré a una de las barras cuando atravesaron el campo, había más gente pescando, en barcas y canoas. Dudé entre si era un lago o un pantano. Aquí se notaba que hacía mucho más calor que en Jesolo. Bajé del Jeep y ayudé a bajar cosas del maletero. Había sillas, comida, bebida y mantas. No me gustaban las gafas de sol, pero me las puse porque tenía unas ojeras impresionantes. El pantano tenía piedras en las que Avril y otras más no paraban de subir, bajar e ir de lado a lado. Me senté en una de las mantas y la miré jugar mientras que Edgar abría y colocaba cosas en la mesa.

Vi a Avril acercase corriendo a mí y sonreí-¿Puedo peinarte? -asentí.

Me hizo un par de trenzas, peinaba bastante bien para la edad que tenía -¿Estoy guapa? -eso era imposible.

Asintió. Me miré en la pantalla del móvil y me pinté los labios.

No había parado de pensar en mis hermanas y llamé- Anda, que te has dignado a llamar-sonreí al escuchar su voz. -¿Qué tal estás por allí?

-Os echo de menos -me sinceré- Bueno, las cosas están bien, la familia de Edgar es muy amable...-suspiré-pero ha habido algunos incidentes...

-¿Qué? -gritó.

-Me caí de la moto-no le di mucha vueltas-se me salió el hombro, y me quemé parte de la piel- me mordí el labio.

-Madre mía-la escuché coger aire- Te dejo un par de días y te me matas.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora