Ercole.

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Primer día de trabajo, por lo menos en estas vacaciones. Dejé ir al bus, más bien se me escapó, y me lamenté, porque de eso iba mi vida, de enfadarme porque se había ido y de no enfadarme conmigo misma por no haber salido antes. Aunque si lo miro de todas las formas posibles, me hubiese enfadada por tener que esperarle, la conclusión es que el transporte público me enfadaba, mi pequeño percance hizo que llegase tarde, y eso ocasionó que un retraso quedase marcado como una mancha negra en mi expediente ante el jefe de la sala.

No tuvo mucho qué decir al respecto. Se le veía un hombre fuerte, joven, al que le tenían respecto y movía demasiado dinero, y, apuesto, a que también mujeres. No me atreví a mirarle a la cara, sólo le ofrecía un vistazo cuando estaba de espaldas con su ancha espalda, la fina camisa blanca transparentaba una espalda tatuada. -¿Me estás escuchando?- alzó una ceja, tenía un tono de voz bajo para mi sorpresa. Asentí tímidamente como si de verdad lo hubiese hecho -Bueno, ahora no entra demasiada gente, pero puedes atender la barra, si no hay clientes, limpia y prepara las botellas, saca los vasos - movió las manos - Tú me entiendes. -Tu turno es de tarde noche, pero hoy te quedarás de madrugada. Quiero ver de lo que eres capaz una noche de clientela - sonrió amargamente y me indicó con la mano que saliese de la habitación sin ningún tipo de respeto -Ni un error más por hoy -me advirtió - Puro vicio es una sala con personal serio- asentí -El encargado te dirá lo que te debes poner- escuché - Haz que gane dinero y te beneficiaré - le miré y cerré la puerta despacio sin hacer ruido. Qué tío más asqueroso. Recorrí el estrecho pasillo con fluorescentes azules, verdes, rojos y cristales a cada lado. Aquí sería donde todo el mundo se daba el lote.

Fui a la sala y la miré con pocas ganas. Alguien tocó mi espalda y me sobresalté -Nina, ¿me confundo? Soy el encargado - me ofreció la mano y la estreché al igual -Impone pero no hace nada - rio -Le conozco, ven - me indicó con el brazo. - Toma el uniforme, puedes cambiarte aquí y tranquila cariño que no miro que soy gay - sonreí mientras abría la puerta y me dejaba pasar al seguro almacén donde se encontraba la mayoría de las bebidas burbujeantes. Dejé mi camiseta encima de unas cajas de Red-Bull y me puse la que me habían asignado con el logo de la discoteca en el lado izquierdo del pecho. Era demasiado corta.

Salí y me miró -Acerté con la talla - no, sólo has puesto una que hace que se me suban los pechos hasta la garganta, pero sí, seguro que has acertado -Por la noche el vestuario cambia, es mucho más... - dudó -Digamos que deja menos espacio a la imaginación - sonrió -Ven, te mostraré todo esto.

No había casi iluminación, él me iba hablando del vestuario que tendría que ponerme si estaba en la sala de noche, haciendo referencia que tendría que enseñar porque eso es lo que quieren principalmente todos los clientes.

- ¿Le conoces? - me decidí a hablar.

- ¿A quién?- se giró.

-Ya sabes, el jefe - soltó una carcajada.

-Se llama Jesús - me informó -Y llevamos juntos tres meses -añadió y casi se me cae la mandíbula al suelo.

-Juraría que no era gay - me atreví a decir tímidamente rascándome el brazo con nerviosismo.

-No lo es - sonrió - Sólo le gusto yo. Ve unas tetas y pierde la cabeza completamente - dijo en tono melancólico negando con la cabeza - Yo soy Vinny - recordó que no había mencionado su nombre guiñándome un ojo.

-Nina - contesté sin darle importancia.

-Ya lo sabía - sonrió -Trabajarás ahí - señaló con el dedo hacia una barra con varias luces que alumbraban y dejaban ver el color del líquido que permanecía a cada botella, había varios taburetes situados en frente de ella. Era de madera, madera oscura.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora