La fe ciega.

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Acarició mi hombro despacio, me dolió un poco, pero nada serio, noté como a poco bajaba esa parte de la prenda. Le estaba dejando mirarlo, la primera persona sin contar a Edgar a la que le dejaba mirarlo sin compromiso de subirme la ropa rápido con miedo a una opinión. Ella permaneció en silencio , lo rozó con cuidado y lo volvió a tapar. Dirigí mi mirada hasta ella dándome la vuelta —Tal vez sólo tengo sueño, leí una vez en una columna que pueden formarse moratones en tu cuerpo si no descansa adecuadamente ...— dije bajando mi tono de voz cada vez más y ella me miró apretando los labios esperando una buena respuesta —Dios, no sé por qué te miento, no a ti — dije tocando mi frente confundida —Soy tan estúpida, no tengo sueño, no estoy cansada, no en ese aspecto, son vacaciones y descanso adecuadamente, pero no estoy cansada en ese aspecto, estoy cansada de intentar conducir mi vida por un buen camino y siempre torcerme sin saber qué esperar, qué más dar y qué más hacer, es frustrante decepcionar a todo el mundo. Me rindo. — dije poniendo de nuevo la palma de mi mano y negando cabizbaja.

—No me has decepcionado — dijo calmada —Es sólo un mal día, todo saldrá bien... — dijo en voz baja acariciando mi espalda en círculos.

—No Cris, no es sólo un mal día — dije irritada —Es una mala semana, un mal mes, un mal año, una mala vida —aclaré.

—¿Y qué quieres? ¿Qué esperas de la vida a cambio? Nos putea, nos asesina, nos hace daño sin ni siquiera pararse a preguntarnos cómo nos encontramos después de hacérnoslas pasar putas — no me lo había planteado.

—No sé — dije despacio sinceramente.

—Entonces..., ¿si no sabes qué es lo que quieres... por qué sabes que ahora está todo mal?

—Porque lo sé — dije de forma áspera — Y además, eso es otro punto malo en mi vida, no tengo ni idea de lo que quiero, eso es lo peor.

—Intento entenderte ... sé que quieres dormir, encerrarte en tu habitación y no salir por un largo periodo de tiempo — se acercó más a mí —Intento entenderte — repitió — De verdad — tomó aire —Pero es que...soy incapaz, no del todo— agaché la cabeza confundida y me levantó la cabeza con cuidado cogiéndome de la barbilla — Es genial no poder entenderte y a la vez frustrante — frunció el ceño y sonreí levemente — Creo que podría pasarme la vida entera a tu lado, mirándote y preguntando cosas y nunca te llegaría a entender del todo — ahora sonrió ella — ¿Entiendes lo que eres, Nina? — me quedé callada pensando y cuestionando la pregunta — Prometes silencio y fidelidad, adrenalina sólo con parpadear, haces que la persona que te conozca corra el riesgo de nunca morirse si escribes sobre él, como tú has dicho. Prometes todo eso sólo con respirar —respondió —Nos haces infinitos. —sonrió —No creo en Dios — suspiró acomodándose aún más cerca de mí — Pero eres lo más parecido que he visto a ellos — sonreí — Estás ahí siempre, escuchas, te implicas, sufres, te sacrificas, puedes causar la adoración, eres la fe ciega, el pan y el vino, todo junto — se giró de cara a mí —No sé Nina, si algún científico te conociera perdería el juicio intentando entenderte.

—Soy un caso aparte — admití sintiéndome menos presa del nudo que se había formado en mi garganta.

—Sí, sin capacidad para la duda — rio — Pero que muy pedido, y eso es fantástico — dio unas palmaditas en mi espalda y la abracé con necesidad —No estés mal, milagro de Dios, vayamos a dar una vuelta y despejarnos, nos atiborraremos de helado, podrás enseñarme a surfear.

—El agua estará congelada — informé.

— ¿Tienes miedo Nina? — alzó una ceja.

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Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora