Contrato ©

«Capitulo 12»

Ruggero Pasquarelli; Los Ángeles.

Han escuchado sobre las últimas oportunidades, esa última opción en la cual tienes que arriesgar todo para lograr lo que quieres, seré sincero, karol me gusta, pero sé que ella no siente lo mismo, y aunque sea doloroso necesito que me lo diga para borrarla para siempre.

— Quieres que te diga la verdad — asiento y se acomoda — esa escena de celos que viste.

— Fue falsa — la interrumpí, y ella lo acepto al quedarse callada mientras miraba el suelo.

— Lo siento, eres una persona increíble — pero no te basta para que me quieras.

— No necesito tu lastima — saco su mano de mi hombro con algo de brusquedad

— Que harás ahora — ni yo mismo lo sé, me aburrí de conquistar mujeres cada sábado por la noche, conocí a una gran chica ayer y planeaba dejarla porque me gustas tú.

Porque dejamos a nuestra mejor opción por alguien que siempre nos deja en claro que ni siquiera se interesa por nosotros, si lo averiguan pasen el secreto o por lo menos la técnica, ya que duele en el alma todo esto.

— Creo que es momento de aceptar que no me quieres, he sido algo acosador contigo, discúlpame. — me a sincero.

— Nunca tuve problema en aclararte la situación, sé que es más difícil para ti, pero soy solo tu chofer, entiende que te quieren matar y yo solo...

— Te proteges — pregunto y se queda callada.

— Mereces más que a una Karol Sevilla.

— No quería a nadie que no fueras tú, me has cambiado la forma de ver las cosas, y duele en el alma saber que no será lo mismo intentar cambiar sin ti.

Ambos ojos se agüitan, volteo para que no lo note, pero lo veo igual, no sé si finge dolor o en verdad lo siente.

Aunque ya nada importa, como decía mi padre, "las mujeres que aman los pasquarelli siempre se van, no importa que hagamos se van".

2 meses despues - Karol Sevilla; Los Ángeles.

Nueva notificación del banco: Se han depositado 200 mil dólares a su cuenta de ahorro.

Llevo diez semanas trabajando como la chofer de Pasquarelli, y ya no cuento lo de guardaespaldas porque prácticamente nos hemos distanciado bastante, lo sigo a todos lados como una acosadora, tal vez, pero creo que resistieron de la idea de matarlo, desde la última vez no ha habido ningún atentado.

— ¿Instarla cámaras? — pregunta Amanda a unos tipos algos extraños, me escondo tras el muro para escuchar bien.

— Somos de una empresa muy reconocida, su jefe nos ha dado autorización de colocarlas, me dice dónde queda la sala. — se expresa uno muy seriamente, no me inspiran confianza.

— Los acompaño — los hombres se adelantaron y tome del brazo a Amanda.

— Quienes son — cuestiono rápidamente.

— Ni idea, pero el patrón les dio permiso de que pongan esos aparatos — la suelto para que se valla — por cierto, me traes unas carnes del congelador.

(...)

se acercó a mí y sin darme tiempo de nada me beso, pero esta vez fue distinta a la del auto, era más salvaje, respondí con gusto y me olvide de absolutamente todo, no voy a negar que le traigo ganas.

Choque con una pared, estaba algo frio, pero fue excitante, mi cuerpo ardió como si estuviera en el infierno, sus manos apretaban mi trasero, mientras la mía jugaba con su cabello apegándolo más a mí.