✮Capítulo 9

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Angel de la muerte.


Demodiv.

Juego con los bordes del vaso de cristal que tengo en la mano, al menos el whisky de este lugar es exquisito, me ayuda a controlar la ansiedad.

Está vez las cosas son diferentes, no hay abrigo con capucha, no hay nada que me cubra el rostro para nada. Me he quitado todo salvo los guantes de cuero que me protegen de dejar huellas en el lugar

Me tumbo en el sofa de esta lujosa escala, mientras termino mi trago. La alarme se activa unos segundos, hasta que mi malnacido blanco entra a su casa y la desactiva con el mando en la pared

La gente estúpida cree que con estas alarmas  sus hogares estarán seguros, millones y millones de dólares tirados a la basura.

El tipo enciende la luz y camina hacia mi dejando su saco a un lado, en cuanto me ve queda paralizado en su lugar

—¿Como entraste aquí?

Me levanto arrojo el vaso de cristal a sus pies haciéndolo trizas.

—Will Lloyd.

—¿Que hacés aqui? —vuelve a preguntar asustado.

Sacó el arma de mi bolsillo y por poco parece que el maldito se orinara en los pantalones. Dejo la pistola sobre la barra a mi izquierda, del bolsillo de un lado de mi pantalón saco  mi navaja, juego con ella paseandola de mano a mano.

—Que...que....niño deja eso, que quieres.

—¿Miedo? —Preguntó con los ojos llenos de rabia, dando un paso a él.

Retrocede tropezando con el escalo en su espalda, se cae y comienza a arrastrarse como la rata que es.

—¿Que se siente acosar mujeres?

—¿Esto es por esa pequeña puta?

Que la llame así solo hace que mi cólera crezca y quiera acabar con esto ya.

—... Ella me provocó, pidió que la dejara trabajar en mi película y luego no quiso cumplir, me sedujo y...

—E intentaste violarla. ¡Aparte de hijo de puta, mentiroso!

Niega moviendo la cabeza descontrolado, trata de huir pero mi pie le presiona la garganta impidiéndole respirar.

—No, no, no —chilla suplicando.

—Ella es una joya, la cual merece respeto y admiración.

—Si, si solo no me mates, te daré dinero, solo no me mates.

—¿No que muy hombre?

Me inclino y le clavo la punta de la navaja en el cuello haciendo un pequeño agujero que pronto se mancha de sangre.

—Amigo por favor.... —Llora— Esa pequeña zorra no vale una vida en prisión.

Río por lo bajo reprimiendo la ira.

—Cállate.

—Dinero, más fama, poder, lo que quieras niño, solo déjame vivir.

—Firmaste tu sentencia cuando te atreviste a mirarla, ni tu puto dinero, ni tu reconocimiento te salvarán.

La hoja negra le recorre una de las muñecas, dándome el tan placentero grito de dolor, repito mi acción con la otra muñeca y pronto el cerdo comienza a toser con desespero. Pierde sangre muy rápido y la presión de mi bota en su garganta hace que sienta más dolor.

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