Capítulo Dos

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Me desplomé, mi espalda se deslizó por la pared del carro y mi túnica se enganchó en las astillas. Casi tan pronto como mis piernas tocaron el camino empedrado, Changsub me tenía otra vez en pie.
Sus manos agarraron mis brazos lo suficientemente fuerte para sacarme de mi sorpresa.

-Estoy bien -dije rápidamente, pero me negué a mirarlo a los ojos-.
Mis piernas todavía están un poco rígidas, eso es todo. -Me aclaré la garganta-. Necesito que alguien me dé un informe completo sobre la patrulla y esta nueva maldición. Y luego...

Con dedos callosos, Changsub inclinó mi barbilla hacia arriba para obligarme a mirar sus ojos oscuros y su rostro.

-Ve a descansar, Yongsun. Nosotros nos encargaremos de él.

Encargarse de él. Se refería a llevarlo a la Sala de Maldiciones para que durmiera el resto de sus días hasta que su cuerpo envejeciera y se convirtiera en polvo.

Tras alejarme de Changsub, busqué en la cara, el cuello y los brazos de Seung-Ho para que la menor contracción demostrara que mi Beso estaba funcionando. Por último, mi mirada aterrizó en el dorso de su mano. La marca de Kim, mi marca, un blasón adornado con acebo y hiedra enroscados juntos en una corona, rodeaba el dorso de su mano y viajaba por su muñeca hasta la base de su palma. La marca parecía quemada y difuminada, ya no tenía las líneas claras y definidas que había tenido una vez.

La marca de Seung-Ho residía en el dorso de mi propia mano. El blasón de la Casa Real de Yoo era la garra de un león de montaña con dos espadas cruzadas. Ahora también parecía desvaído y desgastado.
Aferré su mano, cubrí la marca y la apreté. No hubo respuesta.

-Por favor, despierta, Seung-Ho -murmuré.

-¿Qué? -preguntó Changsub.
Solté la mano de Seung-Ho.

-Como he dicho, necesitaré un informe completo de esta nueva magia oscura. -Al evocar los recuerdos de Chorong del misterioso rayo verde, mi frenética mente saltó de un pensamiento al siguiente. Si hubiera estado allí,
¿habría podido administrarle a Seung-Ho un Beso que hubiera podido derrotar esa maldición? Chorong no era su compañera, ella no llevaba su marca como lo hacía yo y, por lo tanto, no podía darle Besos de contramaldición, solo los simples, como Besos de magia de batalla o Besos curativos. ¿Era eso, entonces? ¿Simplemente llegaba tarde, o esa maldición era sencillamente demasiado poderosa incluso para la gran magia de Kim?
La idea hizo que se me retorcieran las tripas.

-Y tendrás ese informe -dijo Chorong, que alcanzó mis manos con su gentileza habitual-, pero no hasta después de que descanses.

Casi no dejé que me tocara, no quería que nadie intentara consolarme cuando no necesitaba consuelo, tan solo una explicación.

Pero, al ver a mis compañeros de armas exhaustos por la batalla, supe que ese no era el momento. Allí estaban, preocupándose por mí, cuando eran ellos los que necesitaban dormir.
Así que dejé que Chorong me agarrara del brazo. La imagen del cuerpo de Seung-Ho temblando a causa de un rayo verde se reproducía una y otra vez en mi cabeza mientras nos dirigíamos al Salón de los Ancestros detrás de la patrulla. El sonido de los pasos reverberantes de todos y el parloteo en susurros me sacó de mi trance.

-Creo que prefiero quedarme fuera. He estado en la enfermería demasiado tiempo -dije, e imprimí con esfuerzo algo de fuerza en mi voz.

Aunque mis piernas todavía estaban doloridas y rígidas, necesitaba un rato a solas. Para detener la afluencia de pensamientos venenosos que ya se filtraban en mi subconsciente: «Soy un fracaso, he perdido a otro compañero porque soy demasiado débil, no puedo defender el linaje de Kim». Esos pensamientos siempre venían a mí con la misma voz, una que me perseguía desde la infancia.
Los aparté y le di a la mano de Chorong un apretón tranquilizador.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora