Capítulo Veinticinco

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—Tú no me quieres —susurré.

Byul retrocedió y se hundió en la cama. Escondió la cara entre las manos y apoyó los codos en las rodillas.
Estuvimos en silencio mucho rato.
Me lamí los labios y aparté hacia atrás los rizos que se habían escapado de mi trenza. «Respira, Yongsun.»

—Byul, tú no me quieres.

—¿Crees que no he intentado negarlo? —Se puso de pie, los músculos de su cuello y de los brazos apretados, tensos—. ¿Decirme que solo es Lujuria? De entre todas las chicas de las que podría haberme enamorado…
Tenía que ser de la que niega por completo la existencia del Amor. La más Real de todas.
Se acercó a la ventana, levantó un brazo y lo apoyó contra el cristal junto con su frente. Se rio con amargura.

—¿No es hilarante la ironía? La chica de la que estoy enamorada me ruega que la bese todos los días, y yo tengo que negarme. Tengo que hacerlo. No solo por mis propias creencias y esta teoría dorada, sino por mi propia cordura. Porque un beso no significaría nada para ti, mientras que lo significaría todo para mí.
No podía hablar. Apenas podía respirar.
Yo no creía en el Amor, pero Byul sí, y ella creía que se había enam… Por fin, logré decir con voz ronca:

—Pero… pero apenas me conocías. Sacudió la cabeza, su pelo rozó el cristal.

—Te conocía lo suficiente. Te conocí y eras preciosa con tus mejillas y tu charla sobre las fresas. Luego me exigiste ser compañeras e incluso cuando te dije que no, apareciste en el campo de batalla. Eras feroz y fuerte y valiente, y te admiré por ello. —Se apartó de la ventana. Volvió a la cama y se sentó—. Luego, después de que tu madre te abofeteara y que yo te acompañara de vuelta a tu habitación…, no lo sé. Puede que fuera entonces.

—¿Por qué entonces?

—Te oí llorar —dijo con suavidad, con los ojos fijos en el suelo—. Llorabas como si tu corazón se estuviera rompiendo en dos. Todos los Reales con los que me he topado cortan de raíz toda emoción, pero tú te permites sentir algo. Y luego apareciste en la reunión del Consejo con los ojos un poco rojos, como si nada hubiera pasado. Pero había pasado algo y me preocupé por ti. No he parado de preocuparme desde entonces.
Sus palabras me hicieron temblar. «Sagradas Hermanas, ¿qué me está haciendo esta princesa? Me creo cada una de sus ridículas palabras.»
Extendió la mano y la giró lentamente para estudiar la marca de Kim.

—Me preguntaste por qué no había ido a buscar el dragón yo misma con mi Sentido. La respuesta es… que no podía dejarte ir sola. O con alguien más. No estarías a salvo con alguien como Eric. Alguien que te quiera solo como arma. Para hacerse más fuerte usándote. —Levantó la vista, luego repitió las mismas palabras del encantamiento—. No te harían sentir querida por ser simplemente tú.

«No digas eso.»

Con su mano marcada tomó la mía y me acercó más, de modo que me quedé de pie entre sus piernas. Byul era lo suficientemente alta para solo tener que inclinar la cara hacia arriba para que quedara a centímetros de la mía.

—Dime que estoy equivocada. Dime que hubieras estado mejor con un compañero diferente.
No pude. Sus manos se enterraron en mi pelo mientras nuestras respiraciones se sincronizaban.
Un golpe en la puerta nos separó. Me di la vuelta y, con las manos todavía temblando, corrí hacia la puerta. Hyejin apareció en el umbral, sostenía dos tazas humeantes, y Wheein estaba detrás de ella con una cesta de comida.

Hyejin lanzó una mirada a Byul y luego a mí, a continuación entró y me entregó una taza. La acepté e intenté no derramar el té.
Wheein me dedicó una sonrisa, pero se desvaneció rápidamente cuando notó que mis manos temblaban al sostener la taza. Miró a Byul y yo sacudí la cabeza sutilmente.
Hyejin tomó un largo sorbo de su té y luego me miró entrecerrando los ojos por encima del borde.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora