Capítulo Trece

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Byulyi no era una Real. Era una mentirosa y un fraude. Desde el principio, nunca había tenido la intención de besarme. Y, sin embargo, había aceptado ser mi compañera para perseguir al Dragón Negro. Ahora todo estaba muy claro. Por qué nunca había tenido una compañera. Por qué nunca me había dado un Beso.
Byul continuó avanzando por el campo y nos dejó a Wheein y a mí atrás. Wheein me miró con una pregunta en los ojos: «¿Ahora qué?»
No tenía ni idea.
Una gran parte de mí quería hacer lo mismo que Byul me había dicho que era imposible: volver a Yeon, encontrar a un nuevo príncipe y empezar de cero. Pero el maestro Choi había dicho que probablemente no teníamos más de un mes, y ya había pasado una semana desde entonces.
Para cuando deshiciera el camino, encontrara a un compañero y llegara
hasta el huevo, podría ser demasiado tarde. Incluso si me pusiera en contacto con Choi a través del espejo mágico y le hiciera enviar a Eric, o a cualquier otro, necesitaríamos a un mago para llevar a cabo la ceremonia de separación entre Byul y yo y la de vinculación entre un nuevo príncipe y yo, lo que llevaría aún más tiempo. Lo peor, sin embargo, era que Byul tenía razón: no había nadie tan buena como ella. ¿Mi única opción era entonces continuar con Byul y esperar que acabara por ceder y me besara?
Cuanto más nos acercábamos a las montañas Wu-Hyll, más seguro era que habría más peligros a los que enfrentarnos. Un par de días atrás lo habría descartado por pura confianza en mis habilidades para protegerme.
Pero la única razón por la que seguía viva era porque Byul me había salvado del enano, y todavía tenía rastros del cardenal, cortesía de mi madre, para recordarme mi error de cálculo. No, tenía algo más que un cardenal. También tenía el recuerdo de mis otros compañeros. No importaba lo que Choi dijera, no importaba si tenían la marca de Kim, yo había sido su compañera, había jurado guardar sus espaldas y tenía su destino, su sangre, en mis manos.
Tragué y me froté los ojos.
¿Podía confiar de verdad en que nuestro pequeño grupo derrotara a todas las criaturas de las Fuerzas y saliera ileso sin la ayuda de la magia?
No, no podía. Pero era eso o volver a casa habiendo fracasado.
Tal como había predicho mi madre. Ella me había dicho una y otra vez que le había fallado. Había fallado en perpetuar la firma de Kim, el rostro delgado y el cabello oscuro y lustroso, puesto que con mis mejillas y rizos rubios no podía resultar más distinta de mi gran antepasada. Y había fallado en llevar a mis compañeros a casa vivos y a salvo. Nunca me dejaba olvidarlo.
Byul se alejó aún más. Wheein se aclaró la garganta.
No podía volver a casa sin el huevo del dragón destruido. No podía dejar que mi madre tuviera razón otra vez. No esa vez.
Más que eso, si existía la más mínima posibilidad de que yo pudiera proteger a los jóvenes reclutas para que no vieran ni una sola batalla, la aprovecharía.
Agarré las riendas con fuerza y el cuero emitió un sonido rechinante en mis palmas. Ella iba a besarme, de una forma u otra. La convencería. Le haría ver que sus creencias no eran nada más que ridículos ideales de cuentos de hadas.
Indiqué a Yongkeey que trotara rápidamente en pos de Byul. Wheein me siguió.
Cuando lo alcanzamos, acerqué mi montura a la de Byul. Me miró de reojo, pero no dijo nada.

-Podemos llegar al pueblo al anochecer -le dije, y señalé hacia las casas y los graneros distantes, mi voz lo más áspera posible para ocultar cualquier emoción. No quería que pensara que su traición me había herido.
Incluso si lo había hecho, esa no era la razón por la que sentía que mi garganta se contraía. Era por una repentina oleada de culpabilidad aplastante. Ahora que la escaramuza había terminado y podía pensar con claridad, lamenté mi decisión impulsiva de disparar al grifo en el ala. Todos sabían que herirlo en las alas era la forma más fácil de obligar a un grifo a retirarse, pero también era la forma más segura de garantizar la muerte de inocentes dos días después. Tal vez Byul podría haberlo matado sin Beso alguno. Pero yo estaba demasiado nerviosa. Demasiado asustada por ella.
Asustada y sin fe en lo que parecía imposible. Los hombros de Byul se relajaron ligeramente.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora