Capítulo Veintisiete

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Las montañas de Wu-Hyll eran el epítome de la belleza. En las piedras se arremolinaban el color gris, crema, añil y lavanda. Cuando el sol incidía en las rocas, brillaban como diamantes. Los árboles salpicaban la ladera de la montaña y de vez en cuando nos encontrábamos con ciervos que pastaban en las mesetas antes de saltar grácilmente por las laderas, levantando piedras sueltas.
Me esforcé al máximo para liderar la marcha, con un ojo en el camino de montaña trazado mientras nos desplazábamos más hacia el oeste. Trepamos a los peñascos y saltamos riachuelos estrechos que goteaban sobre rocas lisas erosionadas tras cientos de años recibiendo el pulso constante del agua. Wheein se quedó detrás de mí, mientras que Hyejin y Byul formaban la retaguardia.
Nos detuvimos al mediodía y, a pesar del frío aire de montaña, estábamos sudando. Las llevé hasta la suave corriente que habíamos estado siguiendo.
Dejé caer mi bolsa a mis pies y escuché un leve sonido de metal contra piedra. Me detuve un momento al recordar el espejito que llevaba en la bolsa y mi última conversación con Choi.
La expresión de su rostro cuando había mencionado la teoría Romántica todavía permanecía clara en mi memoria. Como yo, era poco propenso a creer algo que no hubiera visto, especialmente algo que podría contradecir cientos de años de historia Real.
Pero ¿era posible que todo fuera verdad?
La idea me paralizó. Como cuando Byul había mencionado por primera vez la teoría del Efecto Dorado, sentí náuseas otra vez. Así que me quedé allí, contemplando mi bolsa y el espejo mágico que descansaba en los pliegues de su tela, esperando a que la sensación desapareciera.
Una mano me tocó con delicadeza el brazo. Hyejin se cernió sobre mí con expresión preocupada, luego hizo un gesto con la cabeza hacia el riachuelo. La seguí hasta allí y dejamos a Wheein y Byul descansar a la sombra de un pequeño acantilado.

-Estás haciendo un buen trabajo -dijo Hyejin mientras se bajaba la capucha y se recogía su melena negra en la nuca sudorosa.

Me lavé las manos, que estaban cubiertas de polvo de roca, y me encogí de hombros.

-No es tan difícil, y el poder adicional del Sentido de Byul es de gran ayuda. Lo difícil es reprimir el Sentido durante una batalla. Sin un entrenamiento adecuado podría paralizarte. Pero la Legión me enseñó a suprimirlo cuando lo necesito.

Sus hombros se tensaron mientras se inclinaba para salpicarse agua en la cara y frotarse un poco en el cuello.

-Eso es bueno, entonces. -Volvió adonde tenía su equipaje para comer.
Metí las manos en la corriente de nuevo. Aunque sentía que quizás hubiéramos hecho algunos progresos con nuestra conversación de la noche anterior, ella todavía odiaba a la Legión, por lo que no podía confiar completamente en mí. Sin embargo, por su bien y el de su hermana y su prometido, estaba dispuesta a intentarlo. Aunque yo no entendía la tradición primitiva del matrimonio que practicaban los Románticos, sabía que se lo tomaban muy en serio. Ella debía de creer que su hermana amaba a Johoon profundamente para recurrir al enemigo en busca de ayuda.
El enemigo. Por los campos de Busan, ¿ahora me refería a mi propia gente como el enemigo?
Me puse de pie, pero las rocas estaban resbaladizas y perdí el equilibrio, por lo que caí hacia atrás en el riachuelo. Aunque era poco profundo, el agua helada me hizo recordar el encantamiento del pozo, y el pánico, como si tuviera garras, se apoderó de mi garganta.
Segundos después, me sacaron del agua.

-Aliento de trol -maldijo Byul en mi oído-. ¿Qué hacías?
Aliviada, descansé mi cabeza contra su pecho y respiré profundamente.

-A-aclararme la cabeza.
El latido de su corazón tronó en mi oreja.

-Parecía que estabas intentando ahogarte.

Sorprendida por el temblor de su voz, miré hacia arriba y vi lo pálida que estaba. Como el rayo negro que había fracturado la tierra, la expresión de su rostro me dejó impactada, pues dejaba al descubierto el mismísimo fundamento de quién era yo. Me hizo darme cuenta de que, sintiera lo que sintiera por mí, no lo entendía, pero quería hacerlo.
Ese único pensamiento. Ese horrible y blasfemo pensamiento, querer entender de repente el Amor, hizo que un estremecimiento recorriera todo
mi cuerpo.
La noche anterior, sentada junto a Hyejin, había admitido que estaba confundida, pero en aquel momento de verdad quería entender las enseñanzas herejes sobre el Amor Verdadero. Habría sido lo mismo quemar ya mi capa de legionaria.
«Reina Santa, ¿te he abandonado?»

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora