Me maldije una y otra vez. Por eso me había prometido a mí misma que no me rendiría a la Lujuria. Que me centraría en nuestra misión. Si no hubiera estado tan distraída por… otros sentimientos, los habría detectado antes.
Pero no tenía tiempo de pensar en mis errores. Corrí a despertar a Hyejin y a Wheein.—¡Nos atacan! —grité, y mi voz resonó a través del valle rocoso.
Unos duendes, criaturas de noventa centímetros de altura con grandes cabezas y miembros delgados, trepaban por el lateral del risco como arañas.
Por lo que parecía, cerca de treinta en total.
En el momento en que mi grito cortó el aire nocturno, los primeros dos duendes saltaron de las rocas hacia Byul. Ella levantó su espada y, con un destello de plata, cortó a uno por la mitad, con lo que el polvo voló y desapareció en la oscuridad. Pivotó justo a tiempo de asestarle un codazo en un lado de la cabeza al otro duende. La criatura cayó y rebotó en las rocas.
Wheein se puso en pie de un salto, despierta y sobresaltada. Sin embargo, gracias al cielo, sus reflejos eran rápidos y me lanzó mi espada, luego empezó a cargar su ballesta. Hyejin también se había despertado rápidamente, ninguna con los ojos cansados ni asustados. Ella ya dejaba atrás el fuego y corría hacia la batalla.
Byul se enfrentaba a cuatro a la vez. Girando, fintando y cortando, acababa con los duendes. Estos retrocedían, gruñían y murmuraban maldiciones en su lengua en voz baja. A diferencia de troles y enanos, los duendes solo usaban sus garras y maldiciones como armas, lo cual los hacía difíciles de esquivar, pero fáciles de cortar.—¡No dejes que te echen una maldición! —grité al recordar la silueta comatosa de Seung-Ho yaciendo en una cama en Yeon. Otra oleada de criaturas saltó desde las rocas. Byul había despachado a cinco, pero todavía quedaban al menos veinte.
Wheein levantó su ballesta cargada y disparó flechas con suma precisión. Derribó a dos y, con chillidos desgarradores, cayeron al suelo rocoso. Me lancé hacia delante para rematar a cualquiera que hubiera sobrevivido y corté de abajo hacia arriba al primer duende. Tenía una flecha sobresaliéndole del hombro e intentó alejarse de mi mandoble, pero mi golpe fue certero. Mientras mi espada abría el pequeño pecho del duende y su piel gris y arrugada se convertía en polvo, me quedé paralizada. Había algo que me resultaba familiar en la cara de aquel duende.
Antes de que tuviera tiempo de pensar en ello, unas garras afiladas me desgarraron la espalda desde detrás y grité y me di la vuelta, corté hacia abajo y maté a mi atacante. Giré a la derecha, tracé un gran arco con mi espada y corté el brazo delgaducho de otro duende antes de que tuviera tiempo de lanzarle una maldición a Byul. La pequeña bestia gritó algo en lengua duende y me atacó, aunque sus largas uñas solo lograron rasgar la tela de mi túnica.
Con la criatura tan cerca, obtuve un buen plano de su cara torcida y mis músculos quedaron petrificados y el aliento se me congeló en el pecho.
Conocía a aquel duende.
Como todos los duendes, era bajito, calvo, de piel gris arrugada, ojos rojos que parpadeaban como los de una serpiente, lengua bífida y dedos largos en manos y pies. Pero la cara de aquel estaba marcada.
Y yo sabía qué había dejado aquella marca. Porque lo había visto suceder.
Desde su frente, atravesando su ojo y llegando hasta su mandíbula, había un rasguño profundo y largo de color púrpura que hacía que su ojo fuera de un rosa brillante en lugar del carmesí habitual. Gracias a los recuerdos de Chorong, había visto a Seung-Ho hacerle esa misma cicatriz.
Justo antes de que lo matara.—¡Yongsun! —rugió Byul mientras le lanzaba una daga al duende que le acertó en la cabeza justo cuando estaba a punto de abrirme el estómago con sus garras—. ¡Presta atención!
Jadeé y parpadeé y me di la vuelta para afrontar la batalla. «Concéntrate, Yongsun. Podría ser un error. Un efecto de la luz. Una coincidencia, incluso.»
A menos de treinta pasos de distancia, un estrecho túnel de viento rodeó a Hyejin. Atrapados en el túnel había tres duendes más que chillaban y aullaban. Ella sacudió los brazos hacia arriba y el tornado se arqueó hacia el cielo y se abrió, y los escupió al suelo con un crujido repugnante.
Todavía encaramado a la roca, Byul participaba en una acalorada batalla con cinco nuevos enemigos. Los habría matado a todos en un minuto, tal vez dos, si no hubiera sido por sus maldiciones. Byul podía arremeter
únicamente cuando no estaba ocupado esquivando las maldiciones que surgían de sus dedos como rayos.
Wheein y Hyejin luchaban contra los últimos duendes a ras de suelo mientras yo trepaba por las rocas para ayudar a Byul con los cinco restantes. Al llegar al borde de su círculo de batalla, golpeé a un duende con mi espada. Él se las arregló para alejarse medio danzando de mi espada y luego se giró hacia mí, levantó sus largos dedos y se lamió los labios deformados y arrugados con su lengua bífida.
Cuando mi mirada aterrizó en su cara de reptil, me atraganté.
Era la misma. La misma cara que el otro. La misma cara que el duende de Seung-Ho.
Vi el rayo verde sacudir el cuerpo entero de Seung-Ho otra vez, su grito llenó mi cabeza. ¿Cómo podría olvidar ese último recuerdo de Seung-Ho y su destino? A través de los recuerdos de Chorong, yo había visto cómo lo mataba. Con el poder del Beso, su cuerpo palpitando con magia de batalla azul, Seung-Ho había clavado su espada en el pecho del duende. Se había disipado en humo. Había muerto.
Sin embargo, estaba allí. Vivo. A kilómetros de distancia del lugar donde lo había matado, tan solo tres semanas después. Y parecía haber… ¿copias de él?Me giré para mirar a los duendes contra los que estaba luchando Byul.
Aquellos a los que Wheein había disparado con sus flechas. Los que Hyejin tenía en su túnel de viento.
Así que no me lo había imaginado. ¿Cómo podía haber tantos duendes iguales? No podía moverme. No podía respirar.
El duende se abalanzó sobre mí.
Por fortuna, Hyejin me salvó, le acertó con una roca en un lado de su cabeza calva y lo derribó. Rodeé las rocas hasta donde había caído el duende.
La bestia apenas estaba consciente, pero esperé hasta que Hyejin y Wheein se me unieron.—Que no se mueva —le dije a la maga.
Tras mirarme de reojo, Hyejin levantó la mano y curvó sus dedos. Las rocas a ambos lados del duende se derrumbaron y reordenaron alrededor de sus manos y pies, lo que lo inmovilizó en el suelo. Su cuerpo se retorció y luchó contra sus ataduras de piedra.
Me arrodillé, ignoré el dolor de mis rodillas al clavarme las rocas y saqué mi daga.—Seung-Ho te mató. —Levanté la hoja sobre su pecho—. Sé que lo hizo.
Galleek okk ak yawk —siseó el duende.
Enfurecida, le hundí la daga en el pecho hasta la empuñadura. El duende ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de desvanecerse. El polvo revoloteó ante mi cara, se me pegó a las mejillas húmedas, se me enganchó en las pestañas y voló hasta mi pelo.—¿Qué ha dicho? —susurró Wheein detrás de mí. Fue la voz de Hyejin la que respondió.
—Sin embargo, vivo de nuevo.
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La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)
FanfictionLa princesa Yongsun solo tiene un objetivo ganar la guerra contra las fuerzas oscuras. Su magia es la más poderosa de todos los Reales, pero necesita un compañero que la ayude a canalizarla. La princesa Byul, con su talento inigualable para la espad...