Capítulo Catorce

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El estofado olía a gloria. Acompañado de pan con mantequilla y canela, fue la comida perfecta después de tres días de carne seca en salazón y queso.
Una vez que hubimos comido, Patrice y los hijos de Lynel limpiaron la mesa y nos dejaron para que compartiéramos una bebida.
Byul tenía su taza llena de cerveza, pero aún no había probado ni una gota.

—Y bien, ¿cuánto hace que empezaron los ataques del grifo? —preguntó mientras partía otro trozo de pan con canela.

Un pesado silencio cayó sobre la mesa y Byul y yo intercambiamos miradas de preocupación. Patrice se acercó y le dio la mano a su pareja.
Lynel colocó su otra mano sobre la de ella.

—Hace más o menos un mes. Apareció en el granero al borde del pueblo, de la nada. Mató a mi hermano y a mis sobrinos. Patrice fue la única
superviviente.

La devastación y el miedo en el rostro de Patrice me hicieron sentir como si el grifo tuviera sus garras en mi corazón, lo atravesara y lo hiciera sangrar.

—Todavía no puedo creerme que me dejara solo a mí. Creo que la Reina Santa debía de estar cuidando de mí. Ella quería que nuestro bebé naciera.—Patrice colocó una mano sobre su vientre.
Sus palabras anteriores cobraron sentido en aquel momento. Por eso había llamado a su bebé un milagro. Porque ambos habían sobrevivido a la ira del grifo.
Lynel tomó otro trago de cerveza antes de responder.

—Después de ese ataque, quemó nuestros cultivos occidentales y persiguió a todas las presas del bosque. Creemos que hizo su nido allí, aunque, para ser sincero, no lo hemos investigado. —Bajó a la mesa una mirada llena de culpabilidad.

No era nada de lo que avergonzarse: el grifo era una poderosa criatura oscura, tan peligrosa como sedienta de sangre. Los civiles no tenían ninguna posibilidad contra sus enormes garras y su pico.
Byul asintió en mi dirección, sutilmente, para confirmar lo que me había dicho justo antes de la cena. Después de preguntar, todos los aldeanos habían dicho algo similar: que el grifo siempre se retiraba en dirección al bosque del nordeste. También discutimos los beneficios de acudir al nido directamente, con suerte para atrapar al pájaro en medio del proceso de curación, en lugar de esperar a que atacara el pueblo, para que no se perdieran vidas inocentes.

—Saldremos hacia el bosque con la primera luz —le dije mientras me inclinaba para tocar el hombro de Lynel.
Lynel sonrió.

—Gracias, mi señora. Vuestra amabilidad no conoce límites.

Le devolví la sonrisa y mi mirada se cruzó con la de Byul sobre la mesa, pero ella miró hacia otro lado rápidamente.
Ya en mi habitación, me acurruqué en la fresca comodidad de las sábanas limpias. Después de dormir tapada con capas en el bosque, me sentía más que agradecida por la cama. Aun así, el sueño no acudió a mí con facilidad.
Acostarse en una habitación desconocida, a solas, era más difícil que en el frondoso bosque bajo un mar de estrellas junto a Wheein.
Esa noche, estaba más incómoda de lo habitual. Byul y Wheein estaban en la habitación de al lado. Lo sabía y, sin embargo, no podía deshacerme del eco del chillido del grifo. Había sido una tontería por mi parte disparar aquella flecha. Había estado tragándome la culpabilidad durante toda la noche, pero en aquel momento dejé que se asentara sobre mí como una segunda colcha. No solo había puesto vidas en peligro, sino que, además, tendríamos que desperdiciar un día entero rastreando el nido y matando a la criatura. Había entrado en pánico, aterrorizada de que no pudiéramos derrotarla sin mi magia. ¿Era demasiado arrogante al pensar de esa manera?
«No. Por una vez, no soy yo la engreída.»
Era Byul. Por pensar que podría matar a la bestia sin mi ayuda. No me importaba lo que dijeran las historias: ninguna persona tenía la fuerza o la destreza para acabar con la guarida de un trol ella sola. Con ese grifo, que iba hacia ella a la velocidad del rayo, habría acabado en el suelo.
Y, sin embargo, recordé cómo había luchado junto a la brecha de la muralla. La sangre que goteaba de su espada.
Tal vez debería haber confiado en ella para matar al grifo. Era capaz, desde luego, la había querido como mi compañera por ese motivo. Pero había una diferencia entre confiar en alguien y tener fe ciega en esa persona. Froté la mejilla contra la almohada y sentí el dolor del cardenal que me había dejado
mi madre y también el terror que había sentido cuando la magia del enano me había inmovilizado, a la espera de probar el sabor de su espada. Qué tonta había sido.
No iba a sucederme de nuevo. No podía cometer con Byul los mismos errores que con mis otros compañeros. Yo cuidaría sus espaldas y ella haría lo mismo por mí, unidos por el poder de nuestro Beso.
Me froté los ojos con las manos. Mientras rodaba en la cama para colocarme mirando hacia la puerta, noté una luz ámbar que emanaba de dentro de mi mochila. Salí de la cama y caminé sin hacer ruido por el suelo de madera, me agaché y abrí la bolsa. La luz se convirtió en un brillo suave cuando mis dedos se cerraron alrededor del espejo mágico. Presioné el cierre y se abrió. Parpadeé a causa del ataque de luz ámbar y escuché mi nombre.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora