Capítulo Veinte

336 53 1
                                    

Necesité salpicarme la cara con agua fría varias veces para despejarme lo suficiente para emprender el camino de vuelta. Mientras lo hacía, intenté alejar los pensamientos que el agua helada no había desterrado. Pero nada en el mundo podría curar lo que sentía en ese momento. Estaba desesperada por actuar de manera normal, como si todo mi ser no hubiera sido arrancado y retorcido en algo que no reconocía.
¿Quién era aquella chica a la que le temblaban las rodillas? ¿Aquella princesa que se desvanecía en los brazos de otra chica? ¿Aquella debilucha que se rendía a la Lujuria?
Nunca habría creído que me doblegaría a la voluntad de la Lujuria con tanta facilidad y que me sometería a emociones tan ruines como los celos, los cuales la Legión me había enseñado severamente a evitar. Me disgustaba que no pudiera tocarla sin sentir una oleada de placer y sin que me atravesara una sensación de mareo. Y, lo peor de todo, me había quedado allí plantada, dispuesta a recibir un beso fuera del campo de batalla. Un beso por el que había jurado no preocuparme nunca hasta que me enviaran a Freida.
Era dolorosamente evidente que una mirada de Byul era más emocionante para mí que cualquier Beso que hubiera compartido con un príncipe.
Lo cierto que era todo aquello me dio ganas de hacerme una bola y encogerme sobre el suelo del bosque hasta que llegara el invierno y la nieve me escondiera del resto del mundo.
Y, lo que era aún más vergonzoso, me sentía decepcionada.
Decepcionada de que Byul no hubiera seguido adelante con su beso. ¿Por qué se había echado atrás? ¿Creía que de alguna manera extraería magia de ella si lo intentábamos? No tenía que haberse preocupado. No había sido capaz de invocar palabras normales, mucho menos un hechizo.
La vergüenza me ardía a través de la pared del estómago. ¿Cómo podía siquiera llamarme princesa de la Legión?

—¡Mi señora!
Wheein corrió hacia mí, la preocupación grabada en sus rasgos. Me pregunté cuánto rato me había estado lavando la cara.

—Lo siento —respondí en un acto reflejo. Byul ya estaba sobre su caballo, su rostro vuelto, con cuidado de no mirarme a los ojos—. Yo… me he perdido un poco.

Wheein no lo puso en duda, pero sus labios fruncidos eran la prueba de que no se tragó aquella mentira tan obvia. Yo solo me alegré de que no dijera nada. No me quedaban fuerzas para mentir de nuevo.
El pueblo que quedaba al norte del bosque era mucho más grande que el otro pueblo por el que habíamos pasado, pero más tranquilo.
Las casas y las tiendas estaban construidas con una madera lijada preciosa, que atestiguaba su comercio y el entorno boscoso. En medio de la plaza había un viejo pozo empedrado muy bonito. Al norte había una gran estructura con muchas ventanas y detalles pintados de rojo, verde y azul.
Debía de ser o el Ayuntamiento o tal vez una taberna que servía como área de reunión general para los residentes. Hacia la izquierda y la derecha había tiendas con coloridos carteles de madera y casas cuidadosamente alineadas, cada una con pequeños jardines de especias o algún tipo de huerto.

—Está tranquilo —comentó Byul al enrollar las riendas de su corcel en una mano y escanear los alrededores.

—Apenas ha anochecido. Tendría que haber alguien fuera, ¿verdad? — dijo Wheein.

Asentí.

—Ni siquiera se oye a ningún animal. —Entonces lo entendí. Ah-yeon había dicho que habían evitado un pueblo asediado por una maldición. Con mi mente en… otras cosas, me había olvidado por completo.

Mi Sentido no servía frente a la maldición de una bruja, solo me provocaba una ligera sensación de náuseas, así que no tenía ni idea de a qué tipo de maldición nos enfrentábamos.
Se abrió una puerta al otro lado de la plaza y apareció una niña pequeña que luego cerró rápidamente la puerta detrás de ella. Tras recogerse las faldas, corrió por el pequeño sendero de la casa y entró en el jardín de especias de delante. Cayó de rodillas y examinó el jardín con rapidez, casi en estado de pánico.
Solté las riendas de Yongkeey y corrí hacia ella. Como no quería asustarla, disminuí la velocidad a unos veinte pasos de distancia.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora