Capítulo Quince

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Cuando la luz dorada se disolvió y reveló las sombras habituales de un bosque espeso, nos miramos la una a la otra en estado de shock. Levanté una mano para tocarle la cara, sentí su aliento en mi palma y luego dejé que mis dedos acariciaran su cuello para notar su pulso fuerte y palpitante.
Viva. Estaba completamente viva. Aliviada al saber la verdad, respiré temblorosamente y luego aferré su andrajosa camisa entre mis puños.

—¿ Qué ha sido eso? ¿Te había pasado alguna vez?
Mi movimiento hizo que Byul volviera a caerse sobre los codos y me arrastrara a mí con ella.

—¡No…, nunca…, no!

Medio encima de ella, un millón de ideas me pasaban por la cabeza. Había sido magia, pero ¿qué la había causado? No había habido mago. Ni Beso.
Yo ni siquiera había pensado en un hechizo.

—¿Nunca lo has visto antes? Reina misericordiosa, ¿qué has hecho?
La cara de sorpresa de Byul se transformó de repente en una expresión dura. Me agarró de los hombros y me alejó de ella.

—Te he salvado la vida.

—Sí, pero…

—¿No me merezco un «gracias»? —Se incorporó mientras se sacudía las hojas de los pantalones.

—¡Eh! —Me puse en pie de un salto—. No habría necesitado que me salvaras si no me hubieras abandonado, o si, al menos, me hubieras incluido en tu plan, si es que tenías uno. Soy tu compañera, no puedes…

Justo entonces, Wheein se estrelló contra las ramas y se dobló sobre sí mismo, descansando sus manos sobre las rodillas y jadeando.

—Ahí… estáis…, oro…, explosión.

Le agarré del hombro.

—Eso ha sido el grifo. —Entonces me lancé a explicárselo.
Con cada palabra, los ojos de Wheein se abrían más, pero, tan pronto como hube terminado, Byul nos empujó a las dos hacia delante.

—Vamos, ya tendremos tiempo para hablarlo más tarde. Salgamos de este puñetero bosque.

Wheein me echó una mirada y yo simplemente sacudí la cabeza. Si a Byul le importaba tan poco la misteriosa magia dorada, hablaría de ello con Wheein más tarde.

Escapar de las sombras del bosque y sentir el sol y el viento sobre mi piel húmeda me sentó bien. Cuando llegamos a donde estaban Lynel y sus camaradas con nuestros caballos, de inmediato comenzaron a hacer preguntas sobre la misteriosa luz dorada.
Por lo visto, había sido tan brillante, tan poderosa, que la habían visto incluso desde el límite del bosque. En lugar de admitir que no teníamos ni idea de lo que lo había causado, terminé diciéndoles que era una forma de magia poco común que había destruido al grifo, lo cual no era mentira.
Todos los hombres se inclinaron, rebosando alegría, y me besaron las manos con gratitud. Byul solo asintió y les estrechó la mano.
Una vez que se fueron, Byul sacó una túnica de repuesto de su equipaje, lo que me recordó que yo también debería cambiarme mi camisa ensangrentada. Saqué una limpia de mi bolsa y me puse detrás de Yongkeey para cambiarme. Mientras me quitaba la túnica destrozada, le pregunté a Byul:

—¿De verdad que estás bien? Las garras… han hecho una herida profunda.

—Ven a verlo por ti misma.

Eché un vistazo por encima de mi yegua y vi a Byul quitarse la camisa hecha rota por la cabeza, lo que me dejó ver su pecho desnudo y unos abdominales definidos.
Fue como si toda mi cara se incendiara. Por suerte, su camisa le cubría la cara, así que no vio lo roja que me había puesto. Aparte de su musculoso torso, no pude evitar notar que los restos de sangre seca de su pecho no se habían desprendido cuando la magia, hubiera salido de donde hubiera salido, la había curado. La recordé de pie, mientras interceptaba las garras que iban dirigidas a mí…
Olvidando que estaba a medio vestir, que solo llevaba una camisa fina, me acerqué a ella, sostenía la túnica limpia contra mi pecho mientras mi otra mano trazaba el rastro de la sangre seca sobre su pecho desnudo. Aunque había habido compañeros que me habían salvado antes, siempre habían usado mi magia, que actuaba como escudo protector. Ninguno había sacrificado su vida por mí.
La sola idea era abrumadora. Había muchas cicatrices debajo de la sangre seca. Cicatrices que podrían haber sido fácilmente prevenidas con Besos.
Sin embargo, había elegido soportar el largo y doloroso proceso de curación natural. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Su creencia en algo que no existía? Byul se quitó la camisa por completo.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora