Capítulo Doce

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Me desperté con las sacudidas de Wheein, porque no había luz matutina que alertara a mi mente de que la noche había llegado a su fin. Las nubes eran oscuras y pesadas y bloqueaban por completo el sol.
El fuego ya se había extinguido y Byul estaba con los caballos, ajustaba sus bridas y ataba nuestro equipaje a sus sillas de montar. Nuestra conversación de la noche anterior no nos había hecho necesariamente más cercanas. En todo caso, me había confundido incluso más. Por la forma en que hablaba, era como si de verdad fuera una Romántica y no solo la hija de una. Pero ella era un Real de la Legión. Se había unido a los Jungnos voluntariamente. Había venido a Yeon para ayudarnos a luchar.
Puede que solo estuviera paranoica.
Me entregó un pedazo de pan y queso envueltos en una servilleta.

—¿Puedes desayunar en el camino? Deberíamos ponernos en marcha. Me coloqué el paquete entre los dientes y me subí a mi yegua.

—¿Hasta dónde crees que podremos llegar hoy? ¿Hasta el próximo pueblo?

—Si el clima lo permite, eso espero. —Byul frunció el ceño—. Nos estamos moviendo demasiado lentos para mi gusto —murmuró por lo bajo.

—¿Qué quieres decir con eso exactamente?

Ella evitó mi mirada.

—Nada.

—¿Estás insinuando que te estamos retrasando? —espeté.

—¿Qué pasa contigo? ¿Por qué te lo tomas todo como un ataque personal?

—No tendría que hacerlo si no sonara a uno de manera tan obvia.

—Por amor de…, no te estaba atacando. Solo quería decir que iría mucho más rápido por mi cuenta.

—Disculpad… —trató de interrumpir Wheein.

—Y ahí está de nuevo —dije, haciendo caso omiso de Wheein—. Estoy muy harta de tu arrogancia.

Byul se subió a su corcel.

—¿ Yo soy arrogante? ¿Te has mirado en algún espejo mágico últimamente? Apreté mi desayuno tan fuerte que el pan se hizo migajas.

—También hay algo llamado respeto que intentamos poner en práctica. Tal vez deberías aprender un poco.

—¿Y quién me enseñará? Ciertamente, tú no —se burló Byul—. Creía que se suponía que los Reales erais buenos en eso…, en predicar con el ejemplo.

—¡Basta ya! —acabó por gritar Wheein, y lanzó una piña a la espalda de Byul—. Ambas.

Aquello nos calló. No hay nada peor que el hecho de que te llame la atención alguien más joven que tú.
Byul y yo intercambiamos miradas incómodas, pero mantuvimos nuestras conversaciones y actitudes civiles hasta bien entrada la tarde. El paisaje por el que viajábamos había cambiado en los últimos dos días.
Aunque la tierra todavía estaba formada en su mayoría por campos y llanuras, pude distinguir que nos estábamos acercando a otro bosque debido a los pequeños cadáveres de árboles. Fiel a como había estado por la mañana, el cielo permaneció nublado, y eso me ponía nerviosa. Eso, y estar a dos días de distancia de los muros de la capital. En lo más profundo de mi pecho sentía cómo aumentaba el poder de las Fuerzas cuanto más nos alejábamos del castillo.
Al mediodía llegamos a un campo arado cerca de un pueblo. A lo lejos oímos el chillido de un cuervo. Yongkeey avanzó en un trote nervioso.
Yo también lo sentía. Las sombras se extendían sobre mi pecho como un apretado e incómodo corsé. Me coloqué la mano sobre el corazón y dije:

—Hay algo cerca.

Al ver mi rostro pálido, Byul soltó un improperio.
—Esto es de verdad como ser ciega.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora