Treinta y cuatro

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La idea había surgido de nuestra lucha contra el grifo, solo que esa vez Byul y yo habíamos sido el cebo mientras que Wheein había aguardado al momento perfecto, cuando tanto el escudo como su guardia estuvieran bajos.
Hyejin sufrió una convulsión, su cuerpo temblaba como si estuviera teniendo una crisis y se intentó extraer la flecha de punta plateada que tenía profundamente clavada en el hombro. La arrancó y la arrojó al suelo. La flecha resonó contra el suelo de piedra, la sangre goteaba por todas partes.
Le dirigió una mirada a Wheein y luego se subió al altar de piedra y colocó las manos sobre el huevo.

La oscuridad rodó sobre la herida abierta en su hombro, que ya había empezado a sanar. A continuación fluyó hacia el huevo y se acumuló en sus
manos, giraba y crecía como si los poderes de la Reina y el dragón estuvieran convergiendo de alguna manera.

—¡Wheein, agáchate! —grité justo antes de que el efecto me golpeara, como si alguien retorciera una espada enterrada en mi pecho. Tosí cuando más líquido negro espeso me subió por la garganta y tropecé en un intento por mantenerme en pie. Byul intentó sujetarme, pero, cuando su mano rozó mi muñeca, la montaña tembló.
La oscuridad se acercó desde cada rincón y se filtró por cada grieta del altar de piedra. Zarcillos negros como las vides se arrastraron a lo largo del cascarón del huevo.
No pude gritar. Apenas podía respirar. La oscuridad estaba absorbiendo todo el oxígeno del aire.
La montaña volvió a temblar y las estalactitas se estremecieron. Grité cuando Wheein se cayó de la roca y rodó por el suelo. No se movió y yo recé para que solo estuviera inconsciente y nada peor.
Byul levantó su espada y corrió hacia Hyejin. Ella levantó una mano, curvó los dedos como en una garra y luego la movió hacia un lado. Los pies de Byul abandonaron el suelo cuando una fuerza invisible la estampó contra la pared de la caverna. Grité su nombre e intenté correr, pero mis piernas me resultaron más pesadas que el plomo y me caí al suelo. La oscuridad se derrumbaba sobremí.
Mis pulmones estaban llenos de ella.
Me estaba ahogando de nuevo. Como me había pasado cuando mi madre se había enfurecido conmigo. Como me había pasado en el pozo. Recordé la forma en que el agua maldita había tirado de mi cuerpo, retorciendo mis músculos y haciéndolos gritar de agonía.
¿Qué me había salvado?
«Byul.»
Su nombre vino a mí como lo había hecho entonces. Aquella noche junto al fuego, ella había dicho que iba a protegerme. Y le creí con cada onza de esperanza que me quedaba dentro.
Me arrastré hacia ella con el suelo de la caverna temblando bajo mis manos y rodillas mientras rezaba a todas las estrellas que conocía para que todavía estuviera viva. Apenas me di cuenta de que el cascarón del huevo empezaba a resquebrajarse. Cualquiera que fuera la estrella que estaba escuchando, respondió a mi plegaria: Byul se retorció en el suelo, gemía y sacudía la cabeza.
Una oleada de fuerza fluyó a través de mí y logré ponerme de pie. Estaba viva. Eso… eso era todo lo que importaba. Si estaba viva, podría ocurrírseme algo. Todavía podíamos derrotar a Kim. Siempre y cuando ella todavía estuviera viva.
Byul era la fuerza secreta que me había salvado en aquel pozo, de la misma manera en que me estaba salvando en aquel momento al darme la fuerza para seguir resistiendo. Si Byul causaba aquella reacción en mí, ¿qué reacción causaría Bo-reum y Johoon en Hyejin, su única familia?
Con un gran esfuerzo, cambié de rumbo y tropecé con los escombros que llenaban los cráteres del suelo. Hyejin todavía estaba allí, solo tenía que llegar hasta ella.
Caminé hacia Kim, consciente de que las grietas en la cáscara del huevo estaban creciendo, de que la montaña temblaba a nuestro alrededor y de que, detrás de mí, Byul luchaba por ponerse de pie.
Me detuve a unos pasos de la Reina Malvada.

—¡Kim! —grité por encima del estruendo que provenía del huevo.
Kim se crispó, pero no miró en mi dirección. La oscuridad fluía del aire a su cuerpo y luego entraba en el caparazón a través de sus manos como si fuera una especie de conducto que alimentaba al Dragón Negro con la energía que necesitaba para salir del cascarón.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora