Treinta y cinco

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El retumbar había cesado. Los estallidos habían desaparecido. La montaña volvía a estar entera. Pero eso no significaba que no estuviera a punto de ser hecha pedazos por el dragón.
No estábamos en condiciones de pelear. Yo todavía tosía oscuridad. Byul parpadeó con fuerza y sacudió la cabeza un par de veces, como si luchara para mantenerse consciente con una conmoción cerebral o algo peor. Wheein acababa de recuperar el conocimiento y probablemente también había sufrido un traumatismo en la cabeza. Hyejin estaba fuera de combate y, además, no le quedaba poder. Y allí estábamos, con el Dragón Negro bebé a punto de romper el cascarón y ser libre.
Kim tenía razón: aquel sería nuestro fin.
Todavía sujetando a Hyejin, miré directamente al ojo rojo. Este parpadeó con lentitud, como si tratara de concentrarse en nosotras.
Entonces la garra rasgó el costado del huevo y la mitad de la cáscara cayó con un estruendo que nos obligó a arrodillarnos. Juro que todas las montañas Wu-Hyll temblaron. La mitad de su cuerpo negro escamoso emergió y un ala de la que goteaba una mucosidad negra se contrajo. Con esa contracción, el resto del huevo se hizo añicos y los fragmentos volaron por todas partes.
Byul nos empujó tanto a Hyejin como a mí contra el suelo para esquivar un fragmento de caparazón que voló sobre nuestras cabezas.
El Dragón Negro se estiró hacia el techo de la caverna. Medía fácilmente quince metros de altura, incluso siendo una cría. Las escamas de su cara, cuello, hombros y cola sobresalían como pétalos de flor, cada una más afilada que la anterior, brillaban como los huesos de un ciervo serbal.
Extendió sus alas negras, todavía cubiertas de baba, y su cuerpo brilló como la obsidiana. Tal como aquel texto antiguo había proclamado que haría.

El texto antiguo… Luché por recordar lo que había leído en la biblioteca aquel día. El día en que había buscado el hechizo para destruirlo con un Beso.
«Su único punto vulnerable es su boca, donde se producen las mismas llamas.»
La cueva tembló cuando el dragón lanzó un rugido y reveló fila tras fila de dientes brillantes y más afilados que la punta de una espada, más fuertes que el acero.

—Tengo una idea, ¿confías en mí? —le dije a Byul. Byul encontró mi mirada.

—Con todo mi corazón.
A pesar de todo, sonreí. Nunca entendería el hecho de que todavía pudiera hacerme sonreír en una situación como aquella.
Wheein ya se acercaba cojeando hacia nosotras. La derribé de un abrazo, luego retrocedí para admirar a mi valiente hermana…, quizás por última vez. Lo que vi en su cara fue amor. Y fe incondicional.

—Wheein, si esto falla, si Byul y yo… Si no lo conseguimos, necesito que entregues un mensaje en Yeon. Cuéntales lo de la maldición Hidra. Lo de Kim. Todo. Haz que te crean. Haz lo que tengas que hacer. ¿Podrás hacerlo?
Ella contrajo un músculo de la mandíbula. Asintió. Me incliné hacia delante y la besé en la frente.

—Encuentra donde ponerte a cubierta y cuida de Hyejin. Byul y yo tenemos un dragón que matar.

Wheein me agarró la mano, me la besó y susurró:
—Mi señora.

Luego se agachó y alzó a Hyejin antes de avanzar cojeando hasta detrás de un enorme fragmento de cascarón, tan grande como una roca.
Luchando contra las lágrimas, dejé que Byul me ayudara a levantarme y juntas nos enfrentamos al dragón, codo con codo.

—¿Cuál es el plan? —dijo Byul mientras el dragón agitaba el cuello de lado a lado para probar su mandíbula. El humo ya escapaba de sus fosas nasales.
Abrí la boca para contárselo justo cuando el dragón decidió que se había hartado de ser ignorado. La gran bestia sacó el resto de su cuerpo fuera del caparazón con una sacudida y la otra mitad se estrelló contra el suelo de la caverna. Solo que, en aquella ocasión, el suelo no soportó su peso. La roca se desmoronó bajo la fuerza de la cáscara de mármol y el suelo cedió y cayó en lo que probablemente fueran pozos de extracción de los enanos.
Byul me agarró por la cintura y las dos nos aferramos a una estalagmita que logró mantenerse en pie mientras el resto del suelo se inclinaba. Rocas
y trozos de mármol rodaron cuesta abajo, hacia el cráter gigante donde antes estaban el altar y el huevo. El dragón era tan gigantesco que apenas notó el derrumbe del suelo. Él sacudió su horrible cuerpo y se puso a cuatro patas mientras sacaba humo por las fosas nasales.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora