Capítulo Veintidos

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—¿Cómo dices? —pregunté mientras me ponía de pie.

—He dicho que hay otra manera. —Hyejin se cruzó de brazos.

—Y yo estoy segura de que te he entendido mal. No hay otra forma de romper este tipo de maldición.

—Sabes que eso no es cierto. Es solo que no quieres que tu preciosa princesa se entere. Sentí los ojos de Byul clavados en la parte posterior de mi cabeza.

—¿De qué está hablando, Yongsun? Me mordí el labio.

—Yongsun.

Emití un sonido entre un gemido y un gruñido con la garganta.

—Lo es y no lo es —murmuré—. Cierto, quiero decir. —Entonces respiré hondo y me giré para mirarla. Ella me estaba mirando fijamente, como si la acabara de traicionar. Aquella mirada me atravesó, pero me mantuve firme—. Técnicamente, sí que hay otra forma de romper la maldición, pero no podríamos romperla ni aunque lo intentáramos. Es prácticamente imposible. Tenemos menos de tres horas antes de que esta niña pierda la vida y no quiero perder el tiempo corriendo por ahí en busca de un amuleto.

—¿Amuleto? —preguntó Byul.
«No va a dejarlo pasar.»

—Las maldiciones necesitan un objeto como medio para desarrollarse, algo que una la magia a este mundo. La mayoría de las maldiciones de brujas residen en joyas de algún tipo. La maldición de Venera suele ser transferida a un amuleto.

—Sabías todo eso y no me habías dicho nada. —La ira impregnaba su voz. Alcé las manos.

—¡No hay nada que hacer! Una bruja maldice el amuleto y lo esconde en el pueblo. Incluso si supiéramos dónde está escondido, hay encantamientos oscuros que lo guardan.

—¿Qué tipo de encantamientos? —preguntó.

Un escalofrío de miedo me recorrió la columna vertebral y me estremecí.
Intenté esconderlo pasándome una mano por el pelo, echando hacia atrás algunos mechones que se me habían salido del moño.
Los encantamientos oscuros eran como entrar en el mal mismo. Eran antinaturales y te arrebataban el pensamiento coherente y el sentido de lo correcto y lo incorrecto. Las pocas clases que había tenido sobre ellos, en las que habíamos tenido que experimentar varios tipos de encantamientos, me habían provocado pesadillas.
Al recordar el maldito libro sobre amuletos que había encontrado por accidente al buscar información sobre el Dragón Negro, recité:

—Tres encantamientos, cada uno con una emoción poderosa que te consume. Si te pierdes en la emoción, no hay forma de sacarte: estarás atrapado en el mismo estado y morirás en él. —Me abracé el cuerpo—. ¿No lo ves? Sería un suicidio intentar recuperarlo. Además, ha pasado mucho tiempo desde que alguien rompiera una joya maldita que… Bueno, tal vez ni siquiera funcione. Y no solo eso, podría estar en cualquier lugar. Y es muy peligroso. ¿Quién sabe qué protecciones lo guardan?

—Yongsun, tenemos que intentarlo.

—¿Por qué? ¿Tan importantes son tus propias creencias que estás dispuesta a arriesgar la vida de estas personas? ¿De esta niña? —Señalé a la pequeña de la cama. Era muy joven, todavía tenía mucho por delante, y Byul quería arriesgar su vida por sus condenados principios.
Por no mencionar que había estado a segundos de conseguir ese Beso, lo que le habría hecho ver que nuestro poder podría vencer también al Dragón Negro.
Byul se giró hacia Hyejin.

—¿Nos das un momento?
Hyejin frunció el ceño.

—Deberíamos ir yendo si…

—¿Nosotras?

—Obviamente, yo también iré. Ha sido idea mía. —Hyejin me obsequió con una mirada fría—. Puede que yo sea la maga, pero esta — señaló a Byul— es el músculo. Una persona no puede hacer esto sola. Yo he estado ayudando a los aldeanos hasta que habéis llegado. No puedo hacer nada más por ellos ahora excepto ir tras el amuleto.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora