Treinta y tres

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Entrar en la cueva fue como clavarme una espada en el pecho. La oscuridad atacó mi Sentido con tanta fuerza que caí de rodillas, me agarré la camisa y luché por respirar. Nunca había sentido una maldad como aquella. Tangible.
Flotaba en el aire y se introducía en mis pulmones con cada respiración.
Byul y Wheein cayeron de rodillas a mi lado. Les hice un gesto para que no se acercaran.

—Estoy bien —jadeé.

—Resulta evidente que no —dijo Wheein.
Ahora que sabía que la oscuridad de la cueva estaba reaccionando a la oscuridad que portaba en mi sangre, no era pura fuerza de voluntad lo que me permitía resistir al Sentido, era enfado. No iba a dejar que aquella estúpida maldición me frenara. No dejaría que aquella vieja bruja volviera mi propio cuerpo contra mí.
Estrujé mi camisa con la mano, abrí los ojos y me puse de pie.

—Sigamos.

Byul me dio la mano. La miré y compartimos una sonrisa.
La cueva estaba húmeda y oscura y giraba hacia la derecha, por lo que el túnel desaparecía en la oscuridad. No importaba si había intrincados sistemas de túneles en la cueva, porque, aun así, podría encontrar el huevo.
El problema era volver a salir.

—Planificar con anticipación —dijo Wheein, como si me leyera lamente.
Sacó unas bayas rojas brillantes que yo ni siquiera había notado que recolectaba por el camino y las estrelló contra las paredes de la cueva, lo que dejó una mancha carmesí.
Encendimos una antorcha, la madera seca estalló en llamas anaranjadas y creó sombras parpadeantes que alcanzaron lo más hondo del túnel. Con una punzada de dolor que no tenía nada que ver con mi Sentido, eché de menos a Hyejin. Ella habría podido encenderla con tan solo un gesto de su mano.
Avanzamos durante un rato y a veces llegábamos a bifurcaciones en el túnel. Wheein untó más bayas y yo nos conduje por el camino que me provocaba más y más dolor en el pecho.

Mientras caminábamos, veía las sombras bailar a lo largo de las paredes y recordé la forma en que la luz del fuego y el humo nos habían atraído a Byul y a mí en nuestro propio baile místico la noche que habíamos acampado con los Románticos. La forma en que el mismo sentimiento embriagador me había consumido cuando me había besado en el cuello y los hombros en las rocas. Mi corazón latió desbocado con el recuerdo.
¿Cómo podía saber si aquello era Lujuria o Amor? Todo lo que sabía era que no quería soltar su mano nunca. Quería que nuestro tiempo juntas se alargara durante toda la eternidad.
Contuve el aliento.
Wheein y Byul se detuvieron.

—¿Qué? —preguntó Wheein, su voz tensa por la tensión.

—Nada, es solo el dolor —mentí.
Me limpié la frente con el otro brazo y me concentré en mi respiración.
Dentro y fuera. Empujando hacia abajo la Oscuridad. «Concéntrate en lo importante.»
Al final, nos detuvimos cuando no pude parar un ataque de tos. Le solté la mano a Byul, me tapé la boca y tosí y tosí. Nunca antes había tosido tanto en mi vida, carraspeaba como si hubiera algo en mis pulmones que necesitara salir fuera. De repente lo hizo. Aparté las manos de la boca y vi lo que parecía tinta.
Era como si hubiera tosido oscuridad en su forma líquida.

—Por los campos de Busan —susurró Byul—. Te está matando.

—Es porque estamos aquí. —Wheein acercó su antorcha a un saliente en la pared de la cueva y una chispa prendió. A medida que las llamas moradas crecieron, mi estómago dio una sacudida dolorosa al recordar el fuego que había bailado sobre los hombros de Hyejin y me había separado de Byul y Wheein.
El fuego púrpura se extendió por la cueva y siguió la repisa que rodeaba la gran caverna. Desde donde estábamos, la repisa llameante se extendía hasta el otro lado y envolvía la cavidad en luz púrpura. Sombras siniestras parpadearon en el altísimo techo abovedado. En el centro, reposando sobre una losa redonda de roca como un altar, tallado con símbolos especiales en la lengua de los enanos, estaba el huevo.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora