Treinta y uno

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«El mundo del espejo, hija mía, es un lugar al que jamás deberías entrar. Guarda los recuerdos de sus dueños, incluidos sus pensamientos, esperanzas y sueños. Si pasas demasiado tiempo dentro de los recuerdos compartidos de un espejo mágico, comenzarás a perderte a ti misma y a olvidar que esos recuerdos... no son tuyos.»
Las palabras de Choi de una de las lecciones de mi infancia volvieron a mí en el resplandor de la brillante luz ámbar. Me quemó los ojos e hizo que mi cabeza gritara de dolor, como si estuviera a punto de abrírseme. Tan rápido como llegó, el dolor se desvaneció y una escena se desarrolló ante mí.
Reconocí el Salón de los Ancestros, a medio construir, con el techo todavía abierto al sol y las nubes. Los arcos aún no habían sido unidos en
mitad del techo ni las caras talladas añadidas a las paredes.
Los detalles del recuerdo eran nítidos, como si la persona a quien pertenecía lo retuviera solo desde aquella misma mañana.

Un hombre apuesto, con cabello castaño oscuro y barba recortada, vestía ropas finas y una capa de un rojo tan intenso que me recordaba a la de Kangjoon. Estaba de pie en el centro y discutía con un grupo de hombres vestidos de forma sencilla. Él gesticuló con violencia y sacudió la cabeza y al final levantó la voz hacia el techo inexistente.

-No me importa lo que piensen todos. Se acabó la discusión.

-Pero rey Myungsoo...
«Myungsoo. Eso significa que el espejo mágico guarda los recuerdos de...»
La ansiedad fluyó a través de mí mientras observaba cómo Myungsoo, mi esposo, discutía con el pueblo.

-He dicho que no. Ahora marchaos. Debo hablar con mi reina. -Su mirada se posó de nuevo en mí.
A medida que la escena se transformaba en sombras de luz ámbar, las personas y la sala a medio construir se retorcieron e intenté aferrarme a quien era. Era Yongsun, no la dueña de aquellos recuerdos. Pero ya sentía una insoportable tristeza fluir a través de mí como las aguas blancas de los rápidos, tiraba de mí hasta que no pude separar mi persona de los recuerdos que ahora me rodeaban.
Estaba en un dormitorio, acurrucada entre las sábanas, sollozando, con un charco de sangre entre mis piernas.

-Querida -una voz suave me llamó desde el extremo de la cama-, debes dejar que te limpien. No te preocupes, podemos seguir intentándolo.
Ante la voz de Myungsoo, me senté, me tragué más lágrimas y me preparé para la misma discusión que teníamos desde hacía meses, después del último aborto espontáneo.

-Tenemos que detener esto, Myungsoo. Ya tenemos una hija preciosa. Somi.-Me envolví el cuerpo con los brazos y tomé otra respiración profunda. Cada una era una lucha-. ¿Por qué no podemos hacer solo el amor como solíamos hacerlo? ¿Por qué tenemos que seguir intentando tener otro bebé? Sabemos que la maldición de los enanos funcionó. No puedo volver a llevar un embarazo a término. Lo sabemos.

Pronunciar las palabras en voz alta hizo eco al dolor de haber perdido un bebé otra vez. Perder a otro bebé precioso que podría haber crecido hasta ser tan maravilloso como la niña que ya tenía. Era insoportable. Como cuchilladas que rajaban mi útero inútil. Con cada niño perdido, las puñaladas eran más profundas.
Myungsoo me miró con el estrés y la preocupación en su rostro, que hacían patentes los pliegues alrededor de sus ojos.

-El consejo del pueblo está convencido de que el poder que me permitió volver a ser humano y derrotar al enano fluye por nuestras venas y que debemos producir tantos herederos como sea posible para permitir que el poder se perpetúe. Doyeon... -Se acercó y me sujetó la cara entre sus manos
-. Creen en nosotros. Quieren que los protejamos. Si tenemos ese poder,
¿no deberíamos intentarlo? Lo que quiero decir es que este poder podría ser una bendición del cielo.

Retrocedí ante la palabra «bendición». Había oído que habían comenzado a construirme una capilla en el pueblo para ofrecerme oraciones, como si fuera una diosa viviente. La idea me repugnaba. Yo era tan solo una chica.
Una madre primeriza. Nada más.

La Princesa y La Hereje (Adaptación Moonsun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora