33. Gimnasio

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Me acerqué al despacho de Tom cuando conseguí calmar todas las sensaciones y pensamientos desparejados que tenía en el cuerpo. Pensé que debía hacer las paces por lo que había ocurrido con él, que tan solo quería ayudarme. No sabía cómo podía sentirse él con lo que había pasado y las emociones que le había transmitido. Seguro que bastante incómodo.

Di un par de golpes suaves a la puerta y esperé a que me abriera pacientemente. Tom significaba mucho para mí y quería que las cosas estuvieran bien entre ambos, lo necesitaba. Si algo había sacado en claro con todo lo que había ocurrido desde el día anterior era que Tom tenía un peso muy importante en mi vida, y sabía que yo le importaba.

Abrió la puerta despacio como temiendo lo que se pudiera encontrar al otro lado.

—Ya puedo seguir con el entrenamiento —dije azorada— lamento haberlo interrumpido.

Me miró con sus ojos oscuros y una dulce sonrisa apareció en las comisuras de sus labios. Negó levemente con la cabeza, tomo aire y contestó:

—No creo que estés preparada para seguir con el entrenamiento. Tal vez he sido muy duro contigo, lo sien...

Antes de que pudiera terminar la frase levanté la mano para ponérsela sobre los labios y acallarlo. Ya me había dicho esas dos palabras demasiadas veces en las últimas veinticuatro horas y no quería volver a escucharlas.

—Basta. No más lo siento. Ahora vamos a trabajar, porque es importante y necesario. Porque te he prometido que me iba a esforzar y quiero hacerlo. ¿Qué hacemos a continuación?

Pareció que consideraba mis palabras durante unos segundos buscando una forma educada de rechazar mi propuesta, pero vislumbré el momento en que tomaba la decisión de hacerme caso con un relampagueo en sus ojos. Tomó mi mano con la suya y me dio un sutil beso en la punta de mis dedos que me hizo estremecer.

—Podemos visitar mi gimnasio si quieres. Allí es más fácil entrenar y creo que te vendría bien adquirir un poco más de fuerza.

Tiró de mi mano con la suya hacia abajo y con un giro tenía mi espalda pegada a su pecho, mi brazo retorcido en una posición algo dolorosa.

—Y quizás practicar un poco de cuerpo a cuerpo, a ver si sabes hacer algo más que caer con gracia.

Me desembaracé de él un poco acalorada. Tener el cuerpo de Tom tan cerca me hacía sentir cosas que no quería. Despertaba sensaciones que hasta el día anterior había tenido acalladas y dormidas en alguna parte. Huí hacia delante para salir de aquella situación.

—Perfecto, voy a preparar un par de cosas y nos vemos en la puerta en diez minutos.

Preparé una mochila con lo básico para ir al gimnasio: una muda de ropa, la toalla, algo para darme una ducha allí y quitarme el sudor que seguramente iba a cubrir cada rincón de mi piel y por supuesto el colgante, del que ya no me separaba nunca.

Me pregunté si el entrenamiento me haría más resistente y podría acumular más energía para ser mejor pila para Sara. Al final lo que más necesitaba era recargar una buena cantidad de electricidad para transformarla y pasársela con el propósito de acabar con su cáncer.

Suspiré. Cogí el móvil y me fui a la conversación con Daniel. Escribí, borré, escribí y volví a borrar el mensaje. No sabía muy bien cómo dirigirme a él después de lo que había pasado. Tampoco es como si de repente nos hubiéramos convertido en una pareja. Simplemente habíamos tenido un... ¿momento de pasión? Estaba bastante confusa al respecto pero sabía que tenía que avisar de que estaría desaparecida el resto del fin de semana para que no lo tomara como que le estaba ignorando.

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