Se volvió a poner la camiseta y de repente me volví consciente del momento tan íntimo que acabábamos de compartir. Aunque no podía olvidar el cuerpo escultural que acababa de tener entre mis manos... ¿cómo había tenido el valor de tocarlo? Dios mío, no tenía vergüenza alguna. Lo había sobado como si hubiera confianza suficiente, y no la había. Acababa de volver después de ocho años fuera, me había quedado dormida en su cama y ahora lo toqueteaba como si fuera una estatua o algo así.
Empecé a ponerme roja como un tomate de tan solo pensar en ello. Pero Tom tomó asiento dándome la espalda, dio un sorbo a su café y comenzó a hablar como si nada hubiera pasado, o como si lo que había pasado fuera lo más normal del mundo.
—Podemos empezar el entrenamiento mañana si quieres. Al principio será sencillo pero luego iremos poco a poco añadiéndole más dificultad. Tienes que mejorar tu físico, para poder correr, huir si es necesario...
Me senté a su lado y tomé la taza de café caliente entre mis manos. Di un pequeño sorbo, ya no quemaba y estaba dulce. Tom le había puesto azúcar para mí. Se fijaba mucho en las cosas y yo era un puñetero desastre.
—Vale entonces tendré que empezar a entrenar... salir a correr, ¿esas cosas?
—Sería lo ideal —asintió— podemos ir por las mañanas a eso de las siete.
—¿Las siete de la mañana? ¿Qué dices? ¿Quieres matarme?
—Quiero evitar que otros te maten.
De repente se hizo el silencio. Que otros me maten. Como los que habían entrado a robar o quien había agredido a mi abuela.
—¿Crees de verdad que hay alguien detrás de mí?
—Creo que tienes el artefacto y que es el muy poderoso. Tanto que ni siquiera conocemos realmente las limitaciones que tiene y es algo por lo que muchos podrían querer hacerte daño.
Miré de reojo el colgante que llevaba atado a la muñeca. No parecía peligroso. Algo viejo, pero en buen estado. No tenía nada de especial salvo la posibilidad de abrirlo y ver que había en su interior. Cosa que estaba terminantemente prohibida, según mi abuela.
—Debes hacer lo que sea conveniente para cuidar del artefacto en cualquier momento y si eso es huir, entonces huirás. No hay nada más importante que eso, ni siquiera mi vida, ¿entiendes? —me dijo Tom.
—Tu vida es mucho más importante que un simple trozo de metal —renegué.
—El artefacto no es un simple trozo de metal. Es una pieza de maquinaria bastante sofisticada cuyo funcionamiento aún no entendemos. Si pudiéramos abrirlo para ver su interior sería magnífico porque podríamos entender cómo funciona.
—No se puede abrir —dije secamente.
—Lo sé, lo sé, era un decir. Nunca lo tocaría sin tu permiso ni lo abriría.
Por un momento tuve ganas de apartar el colgante de la vista de Tom, como si quisiera guardarlo y protegerlo de alguna manera. Yo sabía que no se iba a abalanzar sobre mí para abrirlo pero algo en mi dudó.
—Bien, aparte de levantarme a horas indecentes para salir a correr, ¿qué más vamos a entrenar?
—Sobre todo la concentración, estos primeros días podemos ir haciendo los entrenamientos aquí en el salón pero será mejor que en algún momento vayamos a mi gimnasio para entrenar.
—¿Tu gimnasio? ¿Ahí es donde trabajas?
—No, idiota. Me refería al gimnasio al que suelo ir —sonrió— allí tienen cosas que podemos utilizar para entrenarte.
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Artefacto
RomanceConocí a un chico interesante. Mi mejor amigo de la infancia volvió a ser mi vecino y mi abuela me regaló un colgante. Un colgante que puso mi vida patas arriba. FIN --- Terminada la primera parte.