41. Cuidados intensivos.

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Tardé un par de días en recuperarme y poder levantarme de la cama. Agradecí a todos los dioses, al destino y a la providencia no haber tenido ningún examen justo esos días porque me habría salido fatal. Pat vino a casa a hacerme compañía y estudiar conmigo.

El tercer día ya no me pude librar, debía ir a la facultad a hacer otro examen, el penúltimo. Nada más salir por la puerta del aula tras haber entregado la hoja con las respuestas marcadas mi teléfono sonó. Era Daniel que me llamaba. Raro en él que siempre me enviaba mensajes y más sabiendo que podía estar dentro de clase haciendo un examen.

—Han llevado a Sara a la UCI, está muy mal... — su voz se quebró.

—Voy para allá —contesté colgando al momento para llamar a Tom y avisarle de que me iba al hospital.

Por suerte Pat tenía el coche allí y podía acercarme. En el camino estuvimos las dos muy tensas, me dejó lo más cerca de la puerta posible y se marchó a su casa a la espera de que le diera noticias de Sara.

Más rápido de lo que hubiera sido capaz me ubiqué en el mapa del hospital para buscar la Unidad de Cuidados Intensivos, estaba en la séptima planta. Corrí hacia los ascensores y me metí como pude entre la marabunta de pacientes. La subida se me hizo eterna. Al salir me di de bocas con Daniel que parecía estar esperándome.

Lanzó su mano hacia la mía y me hizo seguirle de camino a donde estaba Sara. Me empezó a explicar:

—Han tenido que inducirle un coma porque estaba sintiendo muchos dolores. Creen que puede tener los órganos internos dañados. Ter ¿Qué voy a hacer?

Apreté mi mano en la suya mientras trataba de mantener su paso. Esquivamos a unas cuantas personas por el pasillo sin llegar a chocarnos con nadie.

—Tranquilo, ¿Qué han dicho los médicos?

—No lo sé —contestó, parecía confundido— la han sedado. Para que no sufra.

Al final del camino me encontré con sus padres. La madre estaba sentada al lado de la cama con una mano sujetaba la de Sara, completamente laxa y con la otra le estaba acariciando la frente. Su padre estaba de pie al lado, con cara de pocos amigos.

—¡Daniel! Este es un momento familiar —lo reprendió.

Me sentí fuera de lugar completamente, como si no debiera estar allí. A la vez pensé que era obvio que estaba ahí para apoyar a Daniel. Como Sara me había pedido que hiciera.

—Ella es familia —zanjó siseando, como si estuvieran en medio de una conversación que ya habían mantenido muchas otras veces.

Nos acercamos lentamente a la cama de Sara. Parecía que estuviera durmiendo, aunque su forma de respirar era extraña. Miré alrededor hasta ubicar un aparato para ayudarla a hacerlo. ¿Cómo se podían haber puesto las cosas tan mal en cuestión de días?

Lentamente puso mi mano junto a la de Sara y la dejó allí para que yo la sujetara. Por algún motivo me sentí como si él supiera que con solo sujetar la mano de su hermana podía conseguir que mejorase. Le miré a los ojos donde encontré una súplica silenciosa. Si se había dado cuenta de algo ya hablaría con él, de momento tenía que hacer lo que estaba en mi poder. Y eso era pasarle la mayor cantidad de energía para que sus células se recuperaran lo más rápido posible.

Tomé la mano de Sara entre las mías, olvidé el colgante y me dediqué por completo a traspasarle mi energía. A pesar de estar aún convaleciente por la última vez.

A la hora apareció Tom por la puerta de la habitación y puso mala cara al verme. Saludó a la familia y se marchó tal cual había venido para aparecer unos minutos después con una bebida isotónica para mí.

Alberto, el padre de Daniel, le echó una mirada gélida que hubiera podido arredrar a cualquiera pero Tom tenía una misión, cuidar de mí, y no iba a dejar que nadie le impidiera llevarla a cabo. Al ver que tanto Daniel como Tom lo ignoraban apremió a su esposa para aprovechar nuestra estancia y bajar a tomar algo «antes de que se tengan que ir a su casa».

Tomé asiento donde antes había estado la madre de Sara y cogí su otra mano, mientras que sostenía el colgante con la otra para recargarme y que no me volviera a pasar lo de la última vez, aunque me notaba ya algo cansada.

—Daniel —dijo Tom— lo siento.

—No. Sara está aquí, sigue luchando. Aún no se ha ido.

Y no se iría. No si dependía de mí. Los horarios de visita eran complejos en la UCI y tenía que tener en cuenta a los padres de Daniel para no molestar, pero durante los siguientes días pasé todo el tiempo que pude al lado de Sara, enviando toda la energía de la que podía prescindir, renovando sus plaquetas y acelerando el crecimiento celular.

 Los horarios de visita eran complejos en la UCI y tenía que tener en cuenta a los padres de Daniel para no molestar, pero durante los siguientes días pasé todo el tiempo que pude al lado de Sara, enviando toda la energía de la que podía prescindi...

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