Cuando sonaron las llaves en la puerta de casa ya sabía que era mi abuela la que venía. Era la única que quedaba por llegar y me moría de ganas por saber si el recuento de las plaquetas de Sara había dado bien y, por tanto, la habilidad había funcionado o si simplemente me había agotado para nada.
Por eso nada más abrió la puerta y antes casi de que pudiera dejar el abrigo y el bolso en el perchero la ataqué a preguntas:
—¿Has podido ver el recuento de Sara? ¿Qué tal sus plaquetas? ¿Se está recuperando bien?
—Hola Esther, sí, en el trabajo muy bien hoy, gracias por preguntar y preocuparte por mí.
—Perdona abu... —dije sonriendo— ¿Qué tal el día?
—Agotador, como casi todos. Ya sabes unos pacientes mejoran y otros empeoran y no hay gran cosa que podamos hacer por ellos. Una de ellas se nos ha ido hoy. Sólo tenía cuarenta y tres años y deja atrás a un marido y dos niñas.
Me quedé de piedra y me sentí avergonzada de mi misma por preocuparme sólo por Sara cuando había muchas otras personas en su misma situación, o similar, que también requerían de cuidado y ayuda.
—Lo siento abu —le dije sinceramente.
—Lo sé preciosa —me dio un beso en la frente y me acarició— tienes muchísima mejor cara que esta mañana, ¿os ha sentado bien la comida?
—Muy bien Dora, estaba todo riquísimo, como siempre —intervino Tom.
—¿Qué tal con Pat esta tarde? —preguntó mi abuela.
—Muy bien, hemos estado repasando estadística, ya sabes, lo de siempre. Pero por favor, dime, ¿qué tal está Sara?
Mi abuela me lanzó una de sus serias y largas miradas antes de contestarme:
—Las plaquetas de Sara están a un nivel anormalmente alto para haber salido de una sesión de radio, así que está pasando perfectamente estos días en el hospital y lo más probable es que mañana se vaya a casa.
—¿Se va a casa para el fin de semana? —pregunté emocionada.
No pude evitarlo e hice un pequeño baile de la victoria con saltitos y brinquitos que daba mucha vergüenza ajena y sólo paré cuando vi la cara con la que Tom me estaba mirando.
—Quizás podríamos invitarla al cine con nosotros este finde, ¿no Tom? —le dije así de repente tal cual me había venido la idea.
—Por mí no hay problema, cuantos más mejor.
—¿Qué cosa del fin de semana? —preguntó mi abuela.
Le conté el plan que se le había ocurrido a Pat, que Daniel había dicho que vendría y que Tom también iría con nosotras. Se notó claramente que el hecho de que Tom fuera la dejaba más tranquila cuando suspiró al oírme decírselo. Me daba un poco de coraje ver que parecían pensar que no me podía cuidar sola pero no era momento de discutir sobre ello.
—Voy a escribir a Daniel para que le pregunte a Sara si se quiere unir —de dije a Tom.
—¿No deberías comentarlo antes con Pat? —me preguntó.
—Nah, que va, a ella le encanta la gente, cuantos más seamos mejor, es una salida de amigos.
—Pensaba que era una cita —dijo con retintín.
—No es ni era una cita, eso se lo sacó Pat de la manga, es simplemente una quedada de amigos que disfrutan de las películas que hablan sobre el fin del mundo, los apocalipsis y los zombies. Algo completamente no cita.
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Artefacto
RomanceConocí a un chico interesante. Mi mejor amigo de la infancia volvió a ser mi vecino y mi abuela me regaló un colgante. Un colgante que puso mi vida patas arriba. FIN --- Terminada la primera parte.