Cuando me desperté no sabía muy bien dónde estaba... ni con quien.
En ese momento vinieron a mí todos los acontecimientos de la noche anterior. Tom y yo en el sofá. La caja. El mensaje. Nosotros en la cama.
Y en la cama estábamos, enredados y abrazados como una pareja cualquiera. Al final él había estirado un brazo bajo mi cuello y yo lo había usado de almohada con la cabeza bien pegada a su pecho. Suspiré. Disfruté del olor de Tom, incluso después de toda la noche olía magnífico.
Tenía mis dos manos agarradas a su camiseta justo en su pecho, como si no quisiera que se marchara de ninguna manera. Su otro brazo atrapaba mi cintura y sus dedos se perdían debajo de mi camiseta, aunque esta vez no estaban fríos.
Nuestras piernas estaban enredadas y sentía su cadera en mi muslo. Con todo lo que eso conlleva, es decir, los hombres por las mañanas se levantan con la bandera izada y yo estaba notando la bandera, el asta y todo lo que ahí había, contra mi piel.
Abrí los ojos temiendo perturbar su tranquilidad y me di cuenta de que ya me estaba mirando.
—¿Qué? ¿Disfrutando del contacto? —dijo subiendo un poco más la mano que tenía bajo mi camiseta.
—He... he dormido sin pesadillas —contesté, ignorando su chiste.
—Me alegro mucho, por mí repetimos cuando quieras —y sonrió de forma pícara.
De repente sonó la puerta de la habitación y se abrió. Mi abuela se asomó, nos miró y dijo:
—Si vais a estar así me cambio de habitación para que estéis más cómodos en la de matrimonio eh... por cierto, el desayuno está hecho, que ya es hora de levantarse.
Y tal cual desapareció cerrando la puerta tras de sí.
¡No me podía creer lo que acababa de pasar! Mi abuela me había visto en la cama, con un chico, y le había parecido completamente normal. Claro que Tom siempre había sido su ojito derecho pero de ahí a darnos el visto bueno para dormir juntos y ofrecernos la cama de matrimonio había un gran paso.
—¿Me sueltas la camiseta? —preguntó Tom mirando a mis manos.
La solté como si de repente quemara y traté de apartarme de él rápidamente pero me retuvo en la cama con sus brazos.
—No tienes por qué sentir vergüenza de esto. Quiero decir, de necesitar seguridad para poder dormir tranquila. Me imagino que debe ser muy duro para ti y entiendo que necesites sentirte protegida para poder bajar la guardia y descansar.
—Es.... complicado —contesté— siento que me estoy aprovechando de ti de alguna manera... rara.
—Piensa en las fiestas de pijamas que hacíamos cuando éramos pequeños. Al final siempre acababas en mi saco de dormir, y no pasaba nada.
—Pero eso fue hace mucho, yo era muy pequeña, no es lo mismo Tom, ahora somos adultos y... y... no es normal que dos adultos que no tienen una relación duerman juntos.
Empujé y logré zafarme de su agarre para incorporarme en la cama y desenredar nuestras piernas. Así de paso dejé de sentir su erección que me estaba poniendo más nerviosa que otra cosa, por mucho que supiera que era una reacción normal de su cuerpo por la mañana.
—Tú y yo tenemos una relación —dijo seriamente mientras también se incorporaba— soy tu guardián, y además por encima de eso soy tu amigo.
Algo en sus palabras hizo que de repente me pesara el pecho y me costara respirar. Yo también entendía así nuestra relación, aunque físicamente algo me pedía más. Era normal sentirse atraída físicamente por Tom. Aunque no podía parar de pensar en cierto apéndice que había estado duramente pegado a mi hasta hacía unos minutos.
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Artefacto
RomantiekConocí a un chico interesante. Mi mejor amigo de la infancia volvió a ser mi vecino y mi abuela me regaló un colgante. Un colgante que puso mi vida patas arriba. FIN --- Terminada la primera parte.