El sábado llegó antes de que me diera cuenta, y eso que estaba nerviosa. Bueno, para hacer honor a la verdad estaba que me moría de los nervios. Era la primera vez que quedaba con Daniel fuera del hospital pero además iba a conocer a Tom y Pat y quería que se cayeran bien entre ellos.
Esa mañana entrené con Tom de nuevo. Hicimos una hora de pilates y acabé algo menos cansada que la última vez pero él había estado algo gruñón durante toda la sesión, luego se pidió la ducha primero y se encerró así que no pude más que tirarme en la cama de la habitación que compartía con mi abuela a descansar mientras él se duchaba.
Mirando al techo me di cuenta de que quizás habíamos forzado a Tom a hacer algo que realmente no le apetecía. Él era más mayor que nosotros, cuatro años mayor que yo, siete años mayor que Sara. Y tal vez veía el plan de ir al cine todos juntos como algo de críos.
Antes de poder seguir elaborando esa idea escuché cómo se cerraba la llave del agua. «Egoísta desalmado» le maldije mentalmente por haberse pedido la ducha primero. «Al menos tarda poco en ducharse» concedí.
Mientras revolvía la poca ropa que me había subido de casa y evaluaba la posibilidad de bajar a por algo mono para aquella tarde escuché como alguien daba dos golpecitos en el quicio de la puerta de la habitación.
Tom con solo una toalla colgada de las caderas estaba todo húmedo y recién duchado diciéndome algo que no podía escuchar porque estaba gastando todos mis recursos neuronales en no mirar cierto lugar bajo la toalla y subir la mirada hasta sus ojos.
—¿Qué? —contesté mientras entrecerraba los ojos gestionando la poca atención que era capaz de mantener.
—Que si te parece que comamos ya, así luego tendremos hueco para las palomitas... —repitió con retintín.
—Sí, claro.
—Ya dejo la ducha libre para ti.
Giró sobre sus talones y se marchó hacia su habitación. Yo solté el aire abruptamente, menos mal que mi cuerpo era inteligente y sabía que no iba a tolerar el maravilloso equipo que formaban el olor del jabón y el desodorante que usaba. Reaccionaba como cualquier mujer lo haría al ver tal espécimen masculino mostrando tanta piel. Lo que tenía que hacer era centrarme en Daniel. «¿Cómo sería verlo desnudo? No, eso no... »
Y mientras luchaba contra mis propios pensamientos fui capaz de ducharme y vestirme sin caerme y abrirme la cabeza.
Habíamos quedado con Pat en que pasábamos a recogerla y luego nos reuniríamos en el cine con Daniel y Sara que irían por su cuenta. Elegimos una sesión vespertina porque Sara se cansaba fácilmente y le entraba sueño así que como no queríamos que se nos quedara dormida en medio de la película fuimos a la sesión de las seis.
La primera sorpresa de la tarde fue el coche de Tom. Un C3 redondo y pequeño de color gris.
—¿Este es tu coche? —Dije sin disimular mi asombro— pensaba que tendrías un monovolumen o algo más grande.
—¿Para qué? Ya es suficientemente difícil aparcar en la ciudad como para encima llevar un coche grande. Este es perfecto.
Como toda respuesta sonreí y me senté en el asiento del copiloto. Aparcamos en el subterráneo del centro comercial en el que habíamos quedado con los demás y nos dirigimos a las taquillas donde se suponía que nos estaban esperando. Avisté el pelo rubio y largo de Sara desde una buena distancia.
—Allí están —dije señalando con la cabeza.
—Wow, ¿Quién es esa rubia? —preguntó Tom cuando Sara se giró para saludarnos con la mano.
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Artefacto
RomanceConocí a un chico interesante. Mi mejor amigo de la infancia volvió a ser mi vecino y mi abuela me regaló un colgante. Un colgante que puso mi vida patas arriba. FIN --- Terminada la primera parte.