30. Manipulación

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Cuando subimos a casa tenía tantas ganas de hablar con Pat sobre lo que había pasado con Daniel que estuve tentada de llamarla. Miré el reloj y al darme cuenta de lo tarde que era decidí enviarle algunos mensajes.

No te lo vas a creer, he invitado a Daniel a cenar a casa, una cosa ha llevado a la otra y por poco acabamos desnudos en el sofá.

Nos ha interrumpido Tom.

Pero estábamos a punto.

Dejé el teléfono cargando en la mesilla mientras me ponía el pijama y mi mente divagaba hacia la conversación que había mantenido con Tom antes de subir. La lectura del informe me había dejado algo abatida.

Sentía que no estaba aprovechando la ayuda de Tom tanto como debía. Él se había esforzado por intentar entrenarme y yo me había escaqueado todo lo posible. El informe no decía eso exactamente, pero si decía cosas como «sin novedades», «no hay evolución visible» o la mejor palabra de todas «normal». Como si tener la habilidad pudiera considerarse algo común. Eso me molestaba aunque en realidad llevaba las últimas semanas deseando tener una vida más normal.

En ese instante vibró el teléfono y se iluminó con una notificación. Tenía respuesta de Pat.

¿Qué dices? Me tienes que contar todo con pelos y señales.

Desde el principio.

¿Qué tiene debajo de la camisa?

Lo adornó todo con iconos, me reí en voz baja para evitar despertar a mi abuela que ya dormía profundamente al otro lado de la cama de matrimonio. No pensaba darle detalles por muy pesada que se pusiera con el tema. Contesté mientras seguía con mi sonrisa tonta pegada en los labios.

Tiene todo lo que un hombre necesita tener.

Mañana te llamo y te cuento.

Salí hacia el salón para darle las buenas noches a Tom antes de meterme en la cama. Lo encontré sentado a la mesa de comer con una taza humeante entre las manos. Me fijé que en la etiqueta ponía «tila».

—Ey ¿en qué piensas? —le pregunté.

Él levantó la mirada del vapor que emanaba de la taza y me lanzó una sonrisa tan fugaz que no supe si había pasado por allí realmente.

—En cosas que no me incumben.

Levanté las cejas ante la respuesta. Así que estaba pensando en mí y en Daniel. No entendía qué podía importarle tanto. Simplemente era dar un paso más en una relación que ya existía. Daniel y yo ya éramos amigos y ahora además teníamos derecho a roce. No es como si le hubiéramos puesto un nombre a lo que había pasado, ni siquiera nos había dado tiempo a eso.

—Pues si no te incumben no las pienses —contesté un poco seca intentando zanjar la cuestión volviendo a enfadarme.

—No puedo. Tengo que tener en cuenta todos los factores. Esto te influye. Y todo lo que te afecta a ti me afecta a mí —suspiró sonoramente mientras dejaba la taza en la mesa—. Y tu habilidad os afecta a ambos. Aún no sabes controlarla y temo que eso pueda interferir y llevarte a confundir cosas...

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté rechinando los dientes. No había pasado ni una hora desde el encuentro con Daniel y ya estaba discutiendo con Tom sobre ello.

—Si tú tienes ciertas emociones por algo y estás en contacto con él se emocionará también, en el mismo sentido que tú, aunque no sepa de donde venga esa emoción. Y cuando se aleje de ti y de tu influencia se preguntará por qué ha actuado de esa manera. Es como si le estuvieses manipulado Esther.

—¿Qué yo le manipulo? —casi grité indignada.

Rebobiné mentalmente los hechos en mi cabeza, había sido Daniel quien se decidió a dar el primer paso. Había sido completamente su decisión la de tomarme de la mano y llevarme hasta el sofá. Iniciar aquello. Yo no estaba pensando en nada de eso mientras secaba los platos. No podía haberle influenciado.

Pero después... cuando los besos se habían hecho más intensos y tomé la decisión de que quería más, en ese momento sí que había notado un cambio en su actitud. Se volvió más pasional de repente. No quería darle la razón a Tom, y menos en aquello. Aún así era algo que debía tener en cuenta la próxima vez que viera a Daniel, si es que ocurría. No traspasarle mis sentimientos.

—Puedes estar manipulándole sin darte cuenta —terció Tom— no digo que lo hagas adrede. Te estoy intentando prevenir más bien.

—Gracias por tu preocupación pero pensaba que habíamos dejado claro que este tema me concernía solo a mí y que tú no te meterías en ello —sentencié.

—Si usas tu habilidad tengo que informar a la academia. Con independencia de que lo hagas consciente o inconscientemente.

—¿Aunque hables de mi vida personal?

—¡Sobre todo si afecta a tu vida personal! Esther no te olvides de por qué estoy yo aquí y lo que hace la academia —dijo dando golpecitos con el dedo índice sobre la mesa—. Yo estoy para protegerte si lo necesitas, cuidar de ti y del artefacto, enseñarte a controlar tu habilidad... y la academia está expectante hasta saber de qué utilidad puedes ser para ellos. Saber qué tipo de trabajo pueden darte. Si no quieres pertenecer a la academia, ni ellos ni yo nos meteremos en tu vida, pero tampoco estaremos presentes, ¿entiendes?

Me quedé boquiabierta. No es como si Tom no hubiera sido claro antes en los términos de la relación con la academia. Mi abuela también me había hablado de ello. Pero que lo pusiera de esa forma sobre la mesa tan repentinamente me dejó helada.

Tom podía desaparecer de mi vida.

La realidad de esa afirmación me golpeó como una bofetada. Ahora que lo había recuperado no quería que se fuera de mi lado. Lo quería conmigo. Si para eso tenía que seguir entrenando y mejorando mi habilidad, eso es lo que haría. Además necesitaba mejorar en el control de mis emociones si quería que las cosas con Daniel funcionaran.

—No quiero que te vayas. Seguiré entrenando. Tendré cuidado con mi habilidad y con Daniel. Lo prometo.

—Seguir entrenando es un buen comienzo. No me quiero meter en tus cosas personales, de verdad —frunció los labios hasta que formaron una fina línea.

—¿Te parece que nos levantemos mañana temprano para entrenar? —Tanteé.

Tardó un poco en responder, pero finalmente lo hizo.

—Vale, mañana practicaremos la concentración para que puedas evitar pasar tus sentimientos a otras personas. Así te servirá de algo.

—Perfecto —asentí— me dejo el fin de semana sin planes para que avancemos con el entrenamiento. De verdad no quiero suponer una carga extra para ti.

—Nunca eres una carga —sonrió.

Y esta vez la sonrisa de verdad le llegó a los ojos.

Y esta vez la sonrisa de verdad le llegó a los ojos

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