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51. Segundos









No había tiempo para llorar, para gritar todo lo que la vida me había arrebatado. No había tiempo ni siquiera para dar un paso en el falso, baje las escaleras, tan rápido como el sonido de la alarma había retumbado en toda la base.

El miedo me hizo fuerte, el dolor me hizo capaz de hacer más, y la furia me impulso a que toda esta pesadilla acabará de una vez. Me sentía tan pequeña antes, y ahora entendía en lo grande que me había convertido. Si, tenía el peso de la humanidad en mis espaldas sin siquiera pedirlo pero aquella responsabilidad me hacía saber que no era tan débil como solía pensar de mí, si después de tanto seguía aquí por ellos, entonces eso demostraba lo fuerte que había sido.

Si iba a morir, lo haría sabiendo que fui mucho más de lo que mi yo del pasado pensaba de sí misma. Mi tiempo estaba por acabar y le daría mis últimos segundos a todas esas personas que al igual que yo, estaban luchando.

—¡Es ella!

Oí gritar a un agente mientras señalaba a mi dirección. Sabía que no me podían matar, situación que aproveche pues así podía pelear cuerpo a cuerpo. Hace semanas que no lo hacía.

Corrí hacía ellos, enfrentando a los predecibles golpes que tal vez me llegaría a llevar. Mi única herramienta era aquella navaja y un palo de metal que había arrebatado a uno de los abatidos del piso de arriba.

Eran dos contra uno, un enfrentamiento que me costó llevar acabo. Mis reflejos habían sido mi mejor compañía pues así evitaba sus golpes, uno de ellos llegó a tirarme al suelo y antes de que pudiera agarrar mi cuerpo, gire hacia mí izquierda, dando un golpe en la rodilla de uno de los agentes, desestabilizándolo mientras que el otro quedó inconsciente luego de que el hierro golpeara su cabeza.

Ambos agentes en el piso y yo ni siquiera podía mantenerme de pie a pensar que había hecho todo ello. Aún mareada por los movimientos bruscos, observe las luces rojas destellando al final de cada pasillo, las mismas que fueron encendidas hace un año, y entonces me quedaba más que claro que los soldados de mi base estaban entrando aquí. Si ellos me encontraban no dudarían en desalojarme del lugar, acción que tal vez apreciaría en otras circunstancias, sin embargo, yo necesitaba ayudar a los que ellos no podían salvar.

Fui hasta el final del pasillo, observando como Ana y otras personas más estaban guiando a la gente de esta base a ir a la B. La mayoría de ellas parecían no ceder y quedarse a pesar de lo que parecía avecinarse, mientras otros desesperados iban hacia la dirección indicada con sus familias.

—Ana, debes irte con ellos ahora. Emilia esta bien. —dije sofocada y rápidamente. Ana me miró con una sonrisa mientras tomó mi mano con un fuerte apretón de agradecimiento.

—¿Dónde esta ella? —me preguntó con la misma rapidez en que se lo dije.

—Deben estar ya en la base B. Ve con Clara, ahora. Hazme caso. Avísale a todos.

Ana asintió rápidamente mientras yo me deshice de su cariñoso agarre para agarrar camino hacia el piso de arriba donde estaban los congeladores.

Muchos doctores iban saliendo y entrando con unos maletines grises, al fondo estaba Cooper con lo que parecía ser el último de ellos. En medio de los empujes, llegué con él.

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