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3. Él


"Una oportunidad tan grande, viene con un sacrificio del mismo calibre o peor"

—TIME.



Estar alejada de mi hogar y llegar hacia la ciudad, me hacía sentir pequeña, de tan solo imaginar estando en el espacio infinito se me revolvía el estómago, sin embargo, lo único que me consolaba es que fue ahí, el último lugar donde mamá estuvo y ir hacia allá me hacía entender que ella, de alguna manera, me estaba llamando.

El lugar estaba cubierto por una capa que no era visible a simple vista, por lo que podíamos sacarnos las mascarillas. Al igual que yo, habían muchos más llegando al recinto. A cada uno se le asignó unas pulseras de metal para poder ingresar mientras dejábamos nuestras maletas para ser llevadas a las habitaciones.

—Buenos días, son los Brand, ¿Cierto? —preguntó una mujer rubia muy bien peinada, con falda ajustada a su cuerpo, una blusa blanca y sus tacones que parecían brillar con cada movimiento que hacía.

Eso solo me hizo pensar que tal vez no estaba vestida para la ocasión.

—Si, somos nosotros —respondió mi tía mirándola de pies a cabeza. No era la única que la analizaba y ni hablar de Newt.

—El señor Mendes y su hijo quieren verlos —anunció la mujer.

Trague saliva, no pensé que sería tan rápido, aún tenía algunas partículas de tierra por la tormenta en mi ropa y mi cabello amarrado en una coleta, ahora si que no estaba lista para esta ocasión, para nada.

Nos mirábamos entre sí con los nervios a flor de piel y asentimos levemente ante su pedido.

—Síganme, porfavor —ordenó mientras comenzaba a caminar hacia el gran edificio en medio del acampado.

En el camino intente sacudirme lo más que podía pero aún así no llegaba a irse la arena del todo.

—Oye, no creo que su hijo tenga tu edad, tranquila. Debe ser alguien de treinta, no querrás que un viejo se fije en ti, ¿O si? —dijo Newt, molestándome.

—Idiota, son gente importante y aunque me irrite, debemos estar presentables y tu también sacúdete —le dije al último en orden de que lo hiciera mientras el ponía los ojos en blanco, riéndose.

Dimos toda una media vuelta del lugar hasta llegar, probablemente, el sitio más grande que he visto. Un Hangar o para ser más detallistas, un garaje duplicado por cincuenta veces su tamaño, dentro de estos se encontraban dos transbordadores espaciales, algo que nunca pensé ver tan de cerca.

Los tacones de la rubia hacían eco en el inmenso lugar, llamando la atención de los dos hombres que nos esperaban. De lejos, confirmaba la teoría de Newt de que tan solo eran hombres mayores, sin embargo, a medida que me acercaba esto dejaba de ser cierto. Tan solo uno relucía todos sus años de vida mientras que el otro parecía ser sacado de una caja de porcelana.

Tenía el cabello de un color café oscuro con aquellos rulos que lo acompañaban y alguno de ellos caían sobre su frente, su rostro definido, su piel de tez blanca, estaba claro que nada de lo que podía describir era suficiente para terminar de concretar su físico.

—Gracias por traerlos, Sophia, puedes retirarte —le dijo el hombre mayor a la rubia quien le sonrió y se fue del lugar.

Aparentaba ser de unos sesenta años aproximadamente, las canas resaltaban por completo, lo que me dio a entender que no tuvo a su hijo a una edad muy temprana.

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