Capítulo 30

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Tan pronto como crucé las primeras palabras con la abogada, supe que era la indicada. Por eso, quedamos en introducir la demanda lo antes posible y gracias a los contactos y colegas de José Rivero en el tribunal, nos dieron audiencia antes de la fecha estimada, la cual yo esperaba que fuera después de año nuevo y no, la colocaron para un treinta de diciembre.

Según la abogada, lo mejor es llegar a un acuerdo que ir a juicio. De plano no entendía a qué se refería ella con dinero, pues yo no quiero el dinero de Mario Andrés. Solo lo necesito a él.

Ella por su parte, explica que debe haber un medio de presión que logre persuadir a las personas. Si el dinero es lo que mueve a Olimpia del Toro, saber que yo me quedaré con la mitad de esa fortuna hará que ceda en ciertas cosas.

O que intente matarnos de nuevo.

—¿Nervioso? —cuestiona José al encontrarse conmigo.

Quise venir desde temprano al tribunal a esperar sin saber con qué finalidad. Incluso, llegué antes que del personal administrativo y de mantenimiento.

—No debería —responde la abogada antes que yo—. Rebecca San Juan nunca pierde.

—Yo sé que sí —confirma José—. Pero conozco a este niño desde que se sacaba los mocos y...

Doña Christina sale no sé de dónde a tiempo de que José diga todos los recuerdos vergonzosos de mi infancia y le da una palmada en la cabeza para que se calle.

—Vine a darte la mejor de la vibras, hijo mío —dice, apretando mis manos con cariño.

—La necesito.

La audiencia está programada para las nueve y solo faltan cinco minutos para que se cumpla el tiempo establecido. No hay presencia de Mario, de Olimpia o ni siquiera de sus abogados.

—Buen día —saluda un oficial—. Pueden ir ingresando a la sala.

Entro junto a la abogada a la sala, con José y Christina detrás de nosotros. Quise que mi madre se quedara en casa con los niños (contra su voluntad), lo que sí me extraña es que mis amigos no hayan llegado aún.

Rebecca y yo tomamos asiento en la zona delimitada como acusatoria para repasar, una vez más, todo lo que él documento establece.

La puerta de la sala es abierta y giro la cabeza con discreción para ver de quién se trata. Ante mi duda, Rebecca es la que toma la palabra.

—Son los abogados de tu esposo —comenta—. Son de Charmand Buffet.

Desvío mi atención de ellos a mi abogada, que entiende mi silenciosa preocupación y vuelve a opinar:

—Se lo que estás pensando y no, no pasará. José y yo nos dedicamos a estudiar cada juez de este tribunal y los casos que han llevado. Esta es la única que no tiene antecedentes homofóbicos, machistas, heteronormados o fanática religiosa.

—¿Y cómo lograron que llevara nuestro caso?

El alguacil hace que la respuesta de Rebecca quede para otra ocasión al anunciar que la jueza está por presentarse en la sala y nos hace levantar de nuestros asientos.

Estoy ansioso por preguntar por qué Mario Andrés no está con ellos, pero tengo que esperar para que sea la jueza quien dé la respuesta.

Una alta mujer y de cabello castaño ingresa a la sala con su toga, con cara neutral y como si estuviese apresurada por volver a salir de la casa. De verdad, espero que sea lo que Rebecca piensa de ella.

—Buenos días —se sienta—. Caso AC1509BE, Jonah Boat contra Mario Andrés Carotelli sobre... ¿abandono de hogar? —se sorprende, su ceño notablemente fruncido.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora