—El impredecible Jonah Boat —se recarga en la silla.
—Es irónico que me digas impredecible, Olimpia del Toro. Vamos al grano, porque tengo diez minutos.
—Te adelanto que voy a responder lo que considere. Lo demás, te lo hará saber el tiempo.
—Sin filosofías budistas, por favor —digo con sarcasmo y ella sonríe de forma petulante.
Observo mi reloj y veo como van pasando los segundos. Tengo muchas preguntas para tan poco tiempo.
—Mario Andrés está vivo.
Olimpia frunce el ceño y estrecha sus ojos de manera suspicaz, girando los ojos de una lado a otro, como si estuviera procesando la información.
—¿Me acusas de asesina y ahora dices que están vivos? No entiendo.
—Lo haces, y muy bien. Verás, mientras se hacía el papeleo para poner todo a mi nombre, nos dimos cuenta que faltaban los dos papeles más importantes: el acta de defunción y la declaración sucesoral.
—Esos documentos existen —levanta una ceja, retadora.
—Pero no son lícitos. Y tengo pruebas.
Busco en el bolsillo interno de mi traje el doblado sobre y saco los papeles que este contiene. El primero que dejó frente a ella es la tarjeta de registro que llenan los empleados de la morgue.
—Resulta, Olimpia del Toro, que la noche en que supuestamente murió Mario, estaba de guardia el forense Hernán López, desde el veintiuno de diciembre hasta el veintisiete. Pero sucede que en la documento firma Mercedes Angarita, una forense con contrato de ingreso con fecha veintisiete de diciembre, quien sustituyó a López, el que extrañamente murió intoxicado.
—Pobre alma. Dios lo tenga en la gloria —se lamenta.
Esta mujer es increíble.
—Aún así, no veo por qué sea falso —añade.
—Es que el acta de defunción no solo dice que Mario murió el veinticinco de diciembre. Tiene como fecha de expedido el mismo veinticinco de diciembre, dos días antes de que comenzara a trabajar Mercedes.
—Rey muerto, rey puesto. Alguien debía firmar.
—Claro —levanto unos papeles y coloco otros—. Declaración sucesoral falsa. Firmada por el Fiscal de sesiones extraoficiales, que no tiene nada que ver con este documento.
—Yo busqué quién firmara y él lo hizo. Si se tomó la atribución, no me corresponde.
Que descaro.
Suelto una risita sarcástica y hago el procedimiento anterior: levantar los papeles y dejar otros.
—Depósitos en efectivo en la cuenta de la forense y del fiscal. Algo grande las sumas depositadas para lo que ganan, ¿no?
—Con la crisis económica que hay, las personas consiguen otros ingresos. No veo que tiene que ver eso conmigo, señor Boat. Me parece, más bien, que estás en un ataque desesperado por inculparme.
—No, para nada —hago un ademán para restarle importancia—. Solo quería mostrarte las pruebas de por qué sé que Mario Andrés está vivo.
—Bien. ¿Tienes otra cosa que comentar al respecto o podemos terminar con esto?
—Para año nuevo mandaré a abrir los mausoleos donde según están los cuerpos de Mario Andrés, Don Marcos y los niños.
Aún así, su rostro luce tranquilo, sereno, totalmente dominante de sus emociones y expresiones.
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Enséñame a Vivir II
RomansaUn año ha pasado desde que Jonah Boat fingió su muerte para recuperar lo que por derecho le corresponde y hacer justicia por todo lo malo sucedido. Pero, más allá de eso, por la remota posibilidad de recuperar a su familia. Cuarto y último libro de...