Capítulo 28

69 11 0
                                    

Cuando los niños se cansaron de tener la atención de todos en la sala, de comer cuánto comestible Stephanie y José le dieron, de correr y jugar por toda la casa, el cansancio les ganó. Mi madre, tal y como hacía conmigo cuando era pequeño, les dió un baño y los llevó a la cama. Estuve un poco preocupado al principio por si Jared daba problemas, pero cayó rendido.

Tan pronto como mi mamá salió de la habitación, hice que se acercara a nosotros para ponernos al día.

Mientras la esperábamos, no pude evitar sentir las miradas furtivas de Stephanie, que seguro estaba muy incómoda con la situación y su cuerpo le pedía a gritos que huyera. Sin embargo, la tacharían de insensible si se iba temprano el mismo día que su mejor amigo y hermano de vida aparece con sus hijos.

Lamentablemente, a ella y a Pablo les ha llegado su cuarto de hora.

—Antes de que hablemos sobre la demanda, quiero contarles la historia completa de cómo fue que recuperé a mis hijos —comento.

Hasta ahora, solo Don Marco había relatado su historia y de cómo nos reencontrarnos de casualidad en la casa; además, estuvo escuchando las historias contadas por mis amigos, tratando de enlazarla con la suya como yo lo hice en su momento y como se la conté el día que nos volvimos a ver.

—El mismo día que llegué San Diego, fui al hospital donde ocurrió todo.

—¿Qué sentiste al volver a ese sitio? —se interesa Sabrina.

—Fue como revivirlo todo. Cada rincón de ese maldito hospital me recuerda ese maldito día.

—Lenguaje, Jonah —reprende mi mamá y me dedica una de sus miradas asesinas.

La sala de una casa siempre ha sido, para mí, el segundo lugar más importante después de ella cocina. De pequeño quería vivir en un lugar con cocina y sala amplia. Por lo que, cuando busqué un lugar temporal en la capital, este me pareció perfecto.

Justamente ahora me parece adecuada la sala amplia, para que sea más fácil ver las expresión de todos con la historia que estoy a poco de contarles.

Mamá está sentada a mi lado, pasando una mano con suavidad por mi espalda; Carlos y Don Marco en los sillones individuales; Sabrina al lado de Stephanie y Pablo al lado de ella, con Dilan en su piernas. José Rivero, por su parte, está en la mesa del comedor trabajando aún en el caso.

—Cuando me ví con el doctor, él negó saber algo de las madres y los niños. También me dijo que lo sucedido era un caso activo bajo investigación del FBI. Sin embargo, anotó algo en un papel y me lo entregó cuando nos despedimos. Era un número de teléfono, pero como me volví algo paranoico, no quise marcar el número sin investigar primero de quién era. Dos días después me hicieron llegar la información completa: ubicación, contactos frecuentes y demás de la madre biológica de Jared, con la que el doctor se comunicaba para saber cómo estaban y ayudarlos en lo que necesitaran.

—Fue más fácil de lo imaginado entonces —comenta Sabrina.

—En parte —admito—. Pero imagínate que hubiese sido más fácil aún si el día que viajé, Stephanie contara todo lo que pasó el día del secuestro.

Todos desvían la atención que tenían en mi hasta ella, que se le ha instalado un tic nervioso en la pierna derecha cruzada arriba de la izquierda, haciendo que la mueva de forma impaciente.

—¿Verdad, Pablo? —me dirijo a mi amigo.

Dilan se levanta de las piernas de su novio como si el contacto le generara corriente.

—Dil, lo puedo explicar —se levanta mi otro amigo.

—No estoy entendiendo mucho la historia, pero se cuando Jonah dice algo en tono acusador, Pablo.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora