Capítulo 45

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Firmar papeles y sesiones de terapias. Firmar papeles y sesiones de terapias. Firmar papeles y sesiones de terapias.

Básicamente en esto se ha resumido mi vida desde que acepté el nuevo, aunque riesgoso, tratamiento que ofreció el doctor para recuperar los restos de mi perdida en algún lugar de mi memoria.

El mismo consiste en aplicaciones intensas de electrochoques por un período prolongado de tiempo. Las probabilidades de que funcionaran estaba en 50/50, corriendo con la suerte de recordar o de olvidar por completo, comenzando de cero nuevamente.

¿Me importa? La verdad es que no. No soy feliz con la familia y la vida que tengo, por lo que es un riesgo que estoy dispuesto a correr. Sin embargo, tengo más por ganar en caso de que la intervención resulte en el éxito que tanto el doctor, como mi padre y yo esperamos.

—¿Vas a... viajar? —se interesa Sofía, al entrar a la habitación y verme acomodar ropa en un bolso de viaje.

—¿Qué es lo que quieres? —planteo, haciendo caso omiso a su pregunta.

—Quería saber si tú querías... bueno, ir a pasear a los niños conmigo y tu...

—No —interrumpo, antes de que mencione a Olimpia.

Durante los meses transcurridos, he continuado con esos flashbacks de mis sueños o especies de deja vu. En algún momento, tuve una especie de recuerdo de mi siendo niño y maltratado por un hombre que no era mi padre; mi madre estaba ahí y no hizo nada.

Eso no prueba algo, pero tampoco la libra de culpa.

—Iré de viaje de negocios con mi padre —respondo a su pregunta inicial mientras termino de cerrar el bolso—. Vuelvo en una semana o menos.

—Que te vaya bien entonces. Iré a buscar a los niños para que se despidan.

—No hace falta —la detengo—. Sabes que María Fernanda quiere ir a todos lados conmigo.

—¿Le dejo dicho algo a tu madre?

—No. Si quieres le dices que cuando llegaste, ya yo me había ido o que se yo, lo que quieras. Nos vemos.

—Cuídate, Mario Andrés. Tus hijos y yo, te esperaremos.

Le dedico una última mirada y salgo de la habitación.

Ya mi padre está esperando abajo con Carlos para irnos a la clínica donde tendré el tratamiento. Ellos son las únicas personas en las que he aprendido a confiar durante estos meses y ha sido con razón. Con mi padre me sentí así desde un principio, pero con Carlos tuve que hacer mi mayor esfuerzo para poner confianza y mi seguridad en él.

—Bien, hijo, ha llegado el día —comenta mi padre, cuando finalmente he subido al vehículo.

Le dedico una sonrisa vaga y lanzo la vista a la calle, viendo los edificios pasar mientras la camioneta avanza.

Sigo pensando que es un gran riesgo el que estoy corriendo, pero no estoy perdiendo gran cosa al hacerlo. Empezar desde cero con Sofía y mi madre es mejor en comparación a lo que vivo con ellos.

Minutos después, llegamos hasta el sitio donde el psicólogo hace sus sesiones, lo cual es también su casa. Hay varios carros esperando afuera y me pregunto qué podrá ser.

Carlos se detiene en el único espacio disponible cerca de la casa y me bajo junto a mi padre junto a mi equipaje. De alguna forma, lo radiante y fresca que se siente la mañana me hace sentir optimista sobre el tratamiento.

Antes de tocar la puerta, la asistente del psicólogo la abre y nos invita a pasar.

—Lo están esperando, señor Mario.

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