Capítulo 44

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Después de ese beso, mi vida no ha sido la misma.

Soñar con su voz, con su sonrisa, con sus ojos se ha hecho más recurrente. Parecen flashbacks o pequeños fragmentos de mi vida antes de perder la memoria. Y aunque probablemente sí significa eso, el miedo es algo que se adhiere con fuerza a mi, como si no me quisiera soltar nunca.

Por ello, ví necesario el seguir yendo a terapia con el psicólogo que me hizo la última evaluación para el tribunal. Sus ejercicios mentales, algunos juegos de mesa como los rompecabezas, otro de agilidad mental como los crucigramas o los sudoku fue lo que me asignó para oxigenar mi cerebro.

Sin embargo, lo que más me ha ayudado, es el poder decir en voz alta a las cosas que le temo. Por ejemplo, que mi madre sí resulte ser un mounstro e intente acabar con mi familia de nuevo o que la mujer con la que vivo y madre de uno de mis hijos sea un engaño.

Pero a lo que más le temo es resultar estar enamorado de un hombre.

He intentado ver series y películas, leer libros e incluso ver pornografía entre dos hombres y todo me resulta del mismo modo: un tanto desagradable.

Lo más extraño del caso es que lo heterosexual también me resulta desagradable. 

¿Entonces qué soy? ¿Quién soy? ¿Qué demonios es lo que quiero?

Es como si mi vida dependiese y girase en torno a una sola persona: Jonah Boat. Mi padre insistía y Dios sabe que yo quería, pero algo desconocido me lo impedía.

En vista de que aún no tengo claro qué hacer, prohibí de forma clara que mi padre o mi chófer hablaran de él. El único día que mi padre se atrevió a mencionarlo después de eso, fue para pedirme poner a nombre de Jonah el sitio donde nos casamos y no dudé en hacerlo. Lo que pida, estoy dispuesto a dárselo, con tal de no tener contacto directo con él de nuevo.

Absorto en mis pensamientos, salgo del ascensor y dos personas se me acercan de tal forma que me hago presa del miedo, retrocediendo hasta detrás de Carlos.

—Señor Mario, disculpe, le dije a la señorita en que debía hacer una cita y ella insistió en quedarse —comienza mi secretaria.

—Debo hablar contigo, Mario.

Su cara se me hace conocida, pero no logro recordar de dónde.

—¿Y quién es usted?

—Ella es Sabrina Verástegui, señor —responde mi chófer—. Es la hija de uno de los socios de la empresa y su amiga desde niños.

—¿Y qué es eso que debes hablar conmigo con tanta urgencia?

Señala a la secretaria y a Carlos con la cabeza, señal de que quiere tratarlo como un asunto privado. Puedo prescindir de la secretaria, pero no de mi guardaespaldas.

—Vamos a la oficina —indico—. Clara, no me pases llamadas hasta que termine con la señorita.

Ella asiente y le dedica una mirada recelosa a la chica delante de mi antes de regresar a su lugar.

Me adelanto y ellos me siguen el paso para entrar a la oficina.

—Seré breve...

Ahora que recuerdo, la vi en dos oportunidades durante el juicio. Lo que me hace pensar que ella...

—Debes volver con Jonah.

... esté aquí para hablar de él.

Mi guardaespaldas mantiene la vista perdida en algún lugar del ventanal a sabiendas que tengo la atención puesta en él, de seguro sabía que ella vendría y a eso.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora