Capítulo 22

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Una de las razones por la cual no quise ver a la Tía Mei, es que el dinero que me dió ya se me agotó y de seguro querría darme más cuando le respondiera eso si preguntaba.

No tengo donde dormir, cómo trasladarme o dinero para solucionar ambas cosas. La única manera que tengo para resolver, hará que de seguro Olimpia sepa dónde estoy ahora mismo.

Estuve toda la noche en la estación del metro esperando que amaneciera y conseguir la información que estoy buscando: qué agente inmobiliario le vendió la casa de Bel Air a Mario Andrés. De seguro, esa persona debe tener las llaves aún.

En una larga búsqueda de esa información, encontré lo que necesitaba. Como era de esperar, el agente trabaja en una Inmobiliaria de Los Angeles. Aprovechando que estaba en la estación, viajé en Tren. Un viaje de un poco más de tres horas que me permitió admirar como se escondía mi confidente del último año detrás de las costas de California: la luna.

Conseguir el lugar no fue tan difícil al estar ubicados en el edificio más alto de Los Angeles. Lo que me cuesta es que el tipo de seguridad acceda a dejarme pasar por no tener una cita.

—Señor, no importa si usted es el mismo Barack Obama. No lo puedo dejar pasar si no tiene cita.

—La metáfora no aplica, porque si fuera el mejor expresidente del país que viene a este edificio, lo dejarían ingresar sin problemas.

—De seguro, su equipo de trabajo haría una cita. Ya le indiqué: no cita, no reunión.

Lo que más me molesta, es que obviamente el hombre no es nativo americano. Es un inmigrante más con sueños de mejora que ahora obstaculiza las posibilidades de que otro lo haga.

Dado por vencido, me doy media vuelta para salir del edificio, cuando veo una figura masculina caminar apacible revisando su teléfono y hablando por el otro.

Una persona que gracias al cielo conozco.

—¡Hey, Jack! —llamo—. ¡Por acá!

—Señor, aquí no puede gritar así —me reprende el mismo tipo con el que hablaba hace poco.

Jack voltea en mi dirección y se queda pasmado por un momento, como si no diera crédito a lo que ve. Dice unas palabras más por teléfono y le entrega ambos al hombre a su lado, tal vez su guardaespaldas.

Intento avanzar, pero otro guardia se atraviesa en mi camino e impide que yo avance. Tomo una respiración para contenerme, pues de seguro Jack me ayudará. Lo menos que quiero ahora es dejar que mis emociones me controlen.

—¡¿Jonah?! —me mira intrigado—. Pero, ¿cómo?

—Larga historia que te puedo contar luego. Necesito un favor ahora mismo.

—¡Claro, el que sea!

—Tengo que reunirme con John Michaels. Me dicen que necesito cita.

—¿Para qué necesitas reunirte con él?

—No te recuerdo tan curioso —sonrío irónico—. ¿Le puedes decir al guardia que se quite?

Está tan sorprendido de verme que ni se molestó en decirle al guardia que se hiciera a un lado.

Le ordena al oficial regresar a su lugar y se acerca más a mi cuando hay lugar disponible.

—John trabaja en mi inmobiliaria, es uno de los mejores agentes que tengo. ¿Pasa algo con él?

—Pensé que solo eras un Gurú de finanzas e inversiones —frunzco el ceño, notablemente confundido.

—Una inmobiliaria es la forma más fácil de hacer dinero con libertad de tiempo. Fue la primera empresa que formé tan pronto salí de la preparatoria y con la que me pagué la universidad. Es como un tesoro invaluable para mí.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora