Saliendo de la clínica, me tuve que regresar para verme con el neurólogo como ordenó la jueza. Tuve una ronda de preguntas con el especialista, hizo algunos exámenes físicos y un informe del cual yo no pude saber el mínimo detalle, hasta que la jueza así lo dispusiera.
Sin embargo, a este momento, ya no me importa de que esté por enterarme. Es decir, ¿todavía pueden haber cosas que me sorprendan?
Por la noche, pensé sobre la conversación con mi padre y luego con el psicólogo. Traté de recordar mi vida anterior, lo supuestamente feliz que era y como amaba a una persona con la que llegué a soñar.
Traté, traté, traté y traté. Como resultado, solo logré conseguir un dolor de cabeza insoportable.
Tan pronto como pegan los primeros rayos del sol y se hace una hora considerable, llamo a recepción a pedir desayuno y algunos analgésicos para el dolor.
Mientras espero, entro a darme una ducha y salgo cuando escucho movimientos fuera del baño. Espero que sea mi padre o el servicio, en el menor de los casos, que sea María Fernanda, porque si es Kenneth, solo tendré un dolor de cabeza más fuerte cuando comience a llorar por su mamá.
Salgo del baño y veo un torso desnudo de alguien sentando en la cama.
—¿Quién...
—Mario Andrés —dice, casi en un susurro—. Sabes bien quién soy.
—Déjame...
—¿Verme? ¿Es eso lo que quieres? ¿O quieres que te deje solo?
Rodeo la cama y me detengo al frente del extraño en mi habitación. Ya su voz se me hacía ligeramente reconocible y ahora confirmo de que sea él.
—¿Cómo entras...
—La pregunta no debería ser cómo entré —me interrumpe, viendo al vacío—. Debería ser cómo salgo de tu vida, si ya no me amas.
Sube su mirada perdida en los edificios de la ciudad y la dirige de forma penetrante en los míos. Hay algo en esos ojos color café que parecen... hipnotizantes.
Se levanta de la cama y comienza a caminar en mi dirección, su cuerpo completamente desnudo y cubierto de la cintura para abajo solo con la daban blanca que cubría la cama. A medida que va dando pasos hacia adelante, yo los voy dando hacia atrás, hasta que mi cuerpo pega contra la pared y no tengo más lugar para huir.
Sus ojos se pasean de forma suave por cada parte de mi rostro, baja por mi cuello hasta llegar a algún punto de la zona baja. Su mano izquierda comienza a subir de forma peligrosa y se detiene en mi abdomen, bailando sobre la cicatriz que hay en medio de él y retoma su camino de forma suave hasta llegar a mi tetilla derecha, donde se detiene para jugar un rato y suelto un gemido involuntario cuando la pellizca.
—¿Estás seguro que... ya no me amas? —pregunta, rodando sus labios de mi oído y siento un corrientazo recorrer mi cuerpo—. Tu amiguito allá abajo dice otra cosa —susurra.
—Ve-ve... ¡lárgate! —grito—. ¡No me vuelvas...
—Mario, hey, Mario, basta —me llaman—. Estoy aquí, hijo, estoy aquí.
Me despierto con el corazón acelerado y con el cuerpo algo sudado. ¿En qué momento me quedé dormido y comencé a soñar? La llamada por comida y la ducha parecían tan real, aunque sin duda, el dolor de cabeza lo es.
—Estás...
—Sudado, lo sé —completo.
—... con una erección —señala.
Siento como si el espacio se hace pequeño dentro de la habitación por tan vergonzoso momento. Que mi padre, a quien no recuerdo y no sabía que estaba vivo hasta ayer, me vea así, me hace sentir totalmente incómodo.
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Enséñame a Vivir II
RomansaUn año ha pasado desde que Jonah Boat fingió su muerte para recuperar lo que por derecho le corresponde y hacer justicia por todo lo malo sucedido. Pero, más allá de eso, por la remota posibilidad de recuperar a su familia. Cuarto y último libro de...