Almorzar y hablar con Jack me hizo quitar la incomodidad que me quedó con él después de ese extraño beso. Nos contamos cosas personales, como el tema de su divorcio y lo delicada que está mi situación con Mario Andrés.
Se ofreció a traerme a la casa, pero no me apetecía a estar solo con él en un mismo espacio y una cama disponible. Con una cantidad considerable de alcohol, la buena imagen que tengo de él de nuevo y una cama disponible, de seguro esta vez no podría rechazar su propuesta indecente si me daba un segundo beso que, dicho sea de paso, fue muy bueno.
Contrario a ello, me llevó a un consecionario de autos que son clientes de su empresa y me dieron facilidades para comprar el vehículo que necesitaba. Tomé la caja y las dos maletas del vehículo de Jack, le dí un abrazo de despedida con la falsa promesa de estar al contacto con él y tomé camino a la casa guiado por el GPS.
Tengo un poco más de diez minutos estacionado en la entrada de la casa y una sola palabra no sale de mi mente: impresionante.
Puedo decir que de pequeño soñé vivir en una casa que se viera así de impresionante desde afuera. Lo que nunca imaginé fue que se llegara a cumplir.
Jack me entregó un control automático que abrió el portón y me dió acceso a la pequeña plaza en forma de redoma con una pequeña fuente y un bonito jardín. Las palmeras a cada lado y la limpieza en las áreas verde me indica de que ha estado alguien en esta casa con frecuencia recientemente.
Además de ese control, me entregó una tablet electrónica que, según explicó y como se podía esperar de Mario, controla muchas cosas de la casa.
Bajo de la camioneta y como puedo pongo la caja arriba de una de las maletas para llevar todo en un solo viaje y no tener que regresar. Lo malo es que las interminables escaleras y el largo recorrido hace un poco difícil la labor.
—No podías comprar una casa con una entrada más sencilla —me quejo voz alta cuando me agacho a recoger las cosas de la caja que se cayó.
Llevo las maletas a la entrada de la casa apenas termino y regreso a buscar la caja en medio del camino.
Una vez frente a la puerta de nuevo intento abrirla, pero tiene seguro puesto. Saco la tablet de la caja y busco Puertas en la aplicación de seguridad. Cuando la consigo, ubico la puerta principal y le quito el seguro. Intento abrirla manualmente de nuevo y esta vez sí se abre la puerta.
La misma palabra que repetí incrédulo por diez minutos, vuelve llegar a mi mente cuando veo la pulcra sala con la típica mezcla de clásico y moderno que caracteriza a Mario.
La casa está pulcra, ordena, con cada rincón gritando que está limpio y me hace pensar de nuevo que alguien ha estado aquí recientemente. Gritar preguntando si hay alguien ni servirá de mucho en una casa que se ve tan grande.
—No podías comprar una casa de una sola planta, Mario Andrés. Tenía que ser una de dos plantas —me vuelvo a quejar.
Dejo una maleta en el primer escalón y subo con la otra maleta y la caja, los cuales dejo en el siguiente piso y regreso de una vez a buscar la maleta que falta.
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Enséñame a Vivir II
RomanceUn año ha pasado desde que Jonah Boat fingió su muerte para recuperar lo que por derecho le corresponde y hacer justicia por todo lo malo sucedido. Pero, más allá de eso, por la remota posibilidad de recuperar a su familia. Cuarto y último libro de...