Capítulo 33

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Contrario a lo que mi ansiedad decía sobre el hora pautada para la nueva y última cita en el tribunal, el momento llegó especialmente rápido.

Mario Andrés tuvo la cita con el psicólogo ayer por la tarde y solo hasta ahora es que vamos a saber los resultados de esa evaluación, y si requirió que lo viera el neurólogo.

La jueza nos invita a poner de pie y los cuatros interesados en la demanda lo hacemos.

—La nueva evaluación del especialista indicó que...

Puedo contar los segundos. No entiendo porque tiene que crear tensión como si fuera un jodido concurso de belleza.

—... el señor Mario Andrés Carotelli presenta un cuadro de amnesia retrograda postraumática. Como él mismo indicó, se había previsto y sugirió el psicólogo, se le hizo un estudio neurológico donde de determinó que la perdida de memoria fue a causa de un golpe en la cabeza. Dicho esto, es hora del veredicto. En el caso AC1509BE, Jonah Boat contra Mario Carotelli, este tribunal...

—Un momento, su señoría —interrumpe Mario, justo en el momento en que siento se me saldrá el corazón por la boca—. Me gustaría hablar en privado con el señor Boat antes de que se dé el fallo.

Ahora sí es verdad que se me va a salir el corazón por la boca.

¿Él y yo? ¿Solos de nuevo? ¿Qué es lo que tiene que decir justo ahora?

—Este es un tribunal civil, señor Mario. No un reality show para parejas y sus problemas —aclara la jueza, con desdén—. Aún así, le concedo su petición. Tienen diez minutos para ello.

Rebecca me toma de la mano con suavidad para pedirme que sea lo más fuerte que pueda. Desvío la vista unos segundos en busca de mis amigos y mi madre, quienes me miran con algo de preocupación también.

—Por aquí —llama el alguacil.

Coincido con Mario Andrés en el pasillo entre nuestros escritorios y él hace un ademán caballerosamente con su mano para que yo pueda pasar primero.

Ya, que me mate.

El oficial nos hace atravesar una puerta para caminar por un ancho y solitario camino, hasta llegar a otra puerta, la cual abre hasta el límite que esta le permite. Una vez que Mario y yo hemos entrado, el oficial cierra la puerta tras de sí.

Un año y unos días.

383 días para ser exactos.

Todo el tiempo que ha pasado desde que Mario Andrés y yo estuvimos solos por última vez en un mismo sitio.

Me siento en la silla a la cabeza derecha y él hace lo mismo, pero de lado contrario. Tan pronto lo hace, sus ojos verdes y profundos escanean los míos. Es como si quisiera buscar una respuesta, pero no la haya. Tal vez el hecho de no saber qué es lo que quiere hablar conmigo es lo que lo mantiene callado, pero no pienso desaprovechar diez minutos en el nada.

—Tienes miedo —es lo que logro decir, casi en un susurro.

—¿De qué crees que pueda tener miedo?

—De la verdad —me limito a responder.

—¿Quién sabe qué es la verdad? Es más, ¿quién puede tener la verdad?

—No es necesario que nos pongamos filosóficos. Simplemente, tienes miedo. Tienes miedo que lo que creías como una vida perfecta durante este año, sea falso. Tienes miedo de redescubrir quién eres realmente. Tienes miedo de confirmar que las personas que supuestamente te aman, solo te han estado mintiendo. Tienes miedo de que la persona que creíste era el amor de tu vida, no lo es y un hombre es quien realmente ocupa su lugar.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora