Capítulo 25

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Me levanto tan pronto siento los rayos del sol colarse por la ventana e impactando en mi rostro. Ver toda la ciudad desde aquí de forma panorámica es algo totalmente agradable, algo del gusto y tipo de Mario Andrés.

El olor a café y comida recién hecha se cuela por mi fosas nasales y me resulta extraño por el hecho de que la cocina está muy apartada de esta habitación.

Cuando por fin logro enfocar la vista, veo una bandeja de desayuno arriba de la mesa cerca de la ventana.

—¡Buenos días! —grita Don Marco desde el vestier—. ¡Fiorella sacará mi ropa hoy de aquí!

Me siento a tomar un poco de café y veo a algunos hombres limpiando la piscina, la terraza y el jardín trasero. Don Marco sale del vestier terminando de abotonar una camisa y me desea buen provecho.

—¿A dónde va? —cuestiono con curiosidad.

—A dónde vamos, querrás decir. Te ayudaré en todo lo que necesites.

—No es necesario, Don Marco.

—Lo es. Esos niños no tienen mi sangre, pero sí tendrán mi apellido y los amaré por igual.

En serio no necesito compañía, pero tampoco lograré que cambie de opinión. Suspiro con fastidio y lo invito a tomar asiento. Mientras reviso la agenda que me dió la tía Mei ya hace un tiempo, siento la mirada de Don Marco arriba de mi y la intriga que debe de sentir por no poder saber qué es lo que tengo en la mano y qué busco.

Me levanto a buscar mi teléfono arriba de la cama y regreso a la silla, todo bajo la atenta mirada de Don Marco.

Escribo el número de teléfono en el aparato y escucho el tono de espera después de presionar llamar. A poco de colgar la llamada por no recibir respuesta, una voz femenina atiende. Reviso la agenda para asegurarme de qué marqué el número bien, pues tiene nombre masculino.

—Por favor con Mad Max.

Ella habla.

Bueno, las mujeres también pueden tener ese sobrenombre, ¿no?

Tengo que dejar los estereotipos.

—Llamo de parte de la Tía Mei.

Número troquelado en la tarjeta dragón.

Primera vez que me la piden por llamada.

La busco rápidamente en la tarjeta y se lo dicto. Me hace esperar mientras ella confirma y luego me pregunta qué quiero.

—Me dieron un número de teléfono —le respondo—. Necesito saber a quién pertenece, cuál es su ubicación actual y cuáles han sido sus contactos frecuentes los últimos doce meses.

¿Fecha límite?

—El mediodía.

No sé quién eres ni qué te explicó la tía Mei sobre las tarjetas dragón, pero solo son favores sencillos. Es mucha la información que estás pidiendo y generalmente cuesta mucho dinero.

Yo nunca dije que no fuera a pagar o que lo quería gratis. Consigue la información y pásame los... 'honorarios' por tu servicio.

—Nos entendemos, señor Boat. Estaré en contacto antes del mediodía —cuelga.

¿Cómo sabe quién soy si en ningún momento se lo dije? El simple hecho que conozca mi apellido, hace que me ponga a la defensiva.

—¿Nos podemos ir? Tenemos cosas que hacer —me levanto de la silla.

Enséñame a Vivir IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora