Scorpius y las pecas de Rose
Me encontraba en con Albus echando un vistazo a toda la biblioteca, ya habíamos recorrido todos los pisos y estábamos llendo a la entrada para dar un paseo por la escuela cuando Albus adelantó el paso, cuando mire hacia a dónde iba vi a la única pelirroja que ocupaba mi mente Rose.
Rose siempre a estado en mi mente desde el día que la conocí, pero no sé qué pasó qué día ya dejo de hablarme ni siquiera me miraba no sé qué le podría haber hecho, pero estoy decidido a conseguir tener la misma relación que teníamos antes después de todo ver las había convertido como una droga para mí pero la única forma de llamar su atención era molestarla.
Me fui acercando a ella junto Albus, tenía una cara de enfado que la hacía ver aún más tierna de lo que ya era y mientras ellos hablaban yo me perdía en mi pequeña galaxia personal también conocida como las pecas de Rose.
— ¿Ya estás comiendo libros Weasley? No ha pasado ni una hora desde el almuerzo, que poco aguante —le dije, me miró con cara de querer echarme a los dragones pero en vez de asustarme a mí me encantaba.
Me quedé mirando sus pecas y luego mi mirada pasó a sus labios y de sus labios a un pelo rojo como el fuego recogido en una perfecta trenza. No había chica más atractiva ante mis ojos, muchas quisieron mi corazón incluso Nina lo quiso pero este ya estaba guardado en una caja fuerte que pertenecía a Rose desde hace mucho tiempo.
Ignoró mi presencia y siguió hablando con Albus quien parecía divertido con todo esto.
— Espero que dentro de tus límites no estén las plagas porque acaba de llegar una muy molesta —comentó en voz alta, yo seguía con una sonrisa orgullosa decidido a bombardear de nuevo, cosa que la estaba colmando la paciencia.
— Para estar todo el día con la cabeza metida en los libros no sabes mucho de plagas, Pecas —sabía que no le gustaban sus 38 pecas pero a mi me encantaban
Se puso roja, seguramente de rabia y por lo que venía a continuación no se iba a contener al gritarme.
— Cierto, las plagas desaparecen con el tiempo, pero tú eres peor que una enfermedad incurable, nunca desapareces —mis labios se torcieron en una mueca. Dolió mucho pero no lo demostré.
— ¿La estás escuchando, Al? Nadie me había piropeado así, desde... A ver, déjame pensar —mi rostro se volvió pensativo para luego pasar a ser sarcástico— Aa... sí, desde esta mañana en clase de mitología que me deseó la muerte —estaba seguro de que quería pegarme con el libro para que me convirtiera en su amado Darcy, como me encanta fastidiarla, parece que su deseo era tan fuerte que no pude evitar volver a la carga.— La perdimos, Al. Seguro que está pensando en encontrarse con esos caballeros buenos para nada de los libros que lee. Si, ya sabes esos ricos ingleses de la literatura clásica. ¿Cómo era que se llamaba ese tan prejuicioso? —Al que había estado manteniéndose al margen hasta entonces contestó muerto de la risa.
— Darcy, Scor —miro a Al con mala cara, él se encogió de hombros en una disculpa y ella suspiró derrotada.
— Claro, el tal Darcy. Pobre, e ilusa Weasley. Esos libros y personajes que salen en ellos no dejan de ser ficticios. En otras palabras, no existen y mucho menos todos esos hombres que idolatras tanto —clavó sus uñas en las palmas de sus manos, creo que quería voltearme la cara de un puñetazo.
Una cosa que sabía con seguridad es que ella odiaba que insultaran lo que más amaba. Porque todas esas historias habían formado parte de su vida y lo más importante de todo era que eran los únicos a los que podía llamar amigos aparte de Luna y que no la utilizaban.
— Puede que sean ficticios y que sólo sean parte de un papel y de la imaginación de alguien más, pero... Con toda seguridad siempre serán más hombres que tú —ya está, lo ha dicho.
Al negó con la cabeza ante su actitud, pero yo había empezado y sabía que tanto ella como yo no seríamos los primeros en dar un paso atrás, amenos que hiciese el movimiento que siempre quise hacer con ella, le mandé una mirada a Al de que nos dejase solos y poco a poco se fue marchando sin que ella lo notará.
— Así que no soy lo suficiente hombre según tú, Weasley —mis ojos se oscurecieron peligrosamente.
Poco a poco fui acercándome a su cuerpo mientras ella iba retrocediendo hacia atrás siendo detenida por la mesa en la que antes había estado leyendo. Sin ningún tipo de escapatoria acabó sentada sobre la mesa y conmigo furioso observándola fijamente.
— ¿Los caballeros de tus libros pueden hacer esto? —una de mis manos atrapó su cuerpo mientras la otra tocaba su trenza que con gran habilidad fui deshaciendo entre mis dedos, Suplico ayuda a su primo, pero este ya había desaparecido.— Acaso pueden tocarte como lo estoy haciendo, Weasley —mi mano que hasta ahora se había mantenido apoyada en el cubículo pasó a recorrer su espalda suavemente.
Note como se retorcía de placer, sabía que la estaba haciendo derretirse e hice una estúpida sonrisa de enamorado que seguramente ella considerara una estúpida pero arrogante mueca de satisfacción— No pueden darte, ni transmitirté algo así —mis labios se acercaron peligrosamente a los suyos y nuestros alientos se entremezclaron. Mordío sus labios y no pude evitar tensarme. Todo mi cuerpo quería besarla como si no hubiera un mañana ahora que la podía sentir tan cerca pero me retiró dejándola aturdida.
— Lástima Weasley, que ésta y sólo esta sea la única vez que un hombre te toque. Porque claro, quién se fijaría en una insípida come libros cómo tú, que lleva ropa de hombre insulsa y para nada atractiva —la verdad odiaba que llevase ropa de hombre que no me perteneciera, pero no era capaz de decírselo así que simplemente hice lo que sabía hacer que fue burlarme. Retiro de un manotazo la mano que aún jugaba con su trenza y con las pocas fuerzas que la quedaban se levantó de la mesa.
— Eso que has hecho ahora no demuestra que eres un hombre. Si no, lo poco que lo eres. Yo puedo ser una insípida, pero tú Malfoy me das lástima —No pude ver su rostro, le empezaba a salir una lágrima que yo por mi idiotez había creado.
La vi salir casi corriendo de la biblioteca, quería ir detrás de ella pero tenía las palabras en la boca y por si fuera poco como si hubiese detectado que mi Rose está en peligro apareció el Luna, la había cagado pero bien y lo sabía porque venía enseñando los dientes hacia mí, cuando estuvo enfrente mío me agarró del cuello de la camiseta y me arrastró con brutalidad hasta el sitio más escondido de la biblioteca donde me lanzó al suelo.
— Eres muy valiente al intentar besarla después de lo que dijiste hace mucho tiempo, ¿no? —la mire extrañado pero no dije nada, Luna solía desprender un aura de lobo alfa cuando estaba cabreada y si Rose estaba metida de por medio esta aura se hacía más aterradora aún por lo que te convenía hablar solo si ella te daba permiso. — No le dijiste a Nina que Rose no era nada para ti, ¿qué solo la necesitabas a ella como amiga y los demás no importaban?
Al escuchar esas palabras me quedé de piedra, a menos que nos hubiera escuchado pero cuando se lo había dicho a Nina estábamos solo ella y yo y justo se acaban de irse Albus y Rose "Será por eso que Rose no me habla..." puse una cara de expanto.
— Si serpiente albina, Rose os escuchó, a mi pequeña rosa del desierto se le olvidó su pluma en clase de pociones y vaya sorpresa se llevó al escuchar lo que SUS PRIMEROS AMIGOS dijeron de ella —sabía que Rose siempre había sido tímida con la gente fuera de su familia pero sí ya me dolía en el corazón saber que Rose había escuchado la mentira que dije para protegerla de Nina y además saber que fuimos sus primeros amigos me acabo de romper el corazón en mil pedazos.
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La Tercera Generación en España
AdventureUna Nueva Generación. 10 chicos que quieren empezar de nuevo y otros que quieren escapar de su destino. Tendrán que empezar de cero en un nuevo país, en una nueva escuela y se enfrentarán a una nueva selección Sin embargo, por el camino encontrarán...