Capítulo 18: Una tormenta llamada Rose Weasley (Parte 1)

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Un amor imposible es un amor que siempre estará en tu corazón y nunca se te olvidará

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Un amor imposible es un amor que siempre estará en tu corazón y nunca se te olvidará

Anónimo

Capítulo 18: Una tormenta llamada Rose Weasley (Parte 1)

Pov Scorpius

Enfado, ira, celos, desesperación... Todos esos sentimientos me embargaban cuando de Rose Weasley se trataba. Perdía la razón, el autocontrol y las condiciones que un día me impuse para evitar hacerla mía tal y como quería. Mierda, estaba hecho un maldito cavernícola, pero es que cuando se trataba de ella no controlaba mis pensamientos y muchos menos las ganas de hacerle saber cuánto deseaba demostrarle la pasión que me consumía cada día más. Con tan solo verla perdía el norte, el sur y la brújula ya que estábamos. Era un maldito imbécil cuando estaba a su lado, incapaz de controlar mi lengua que se ensañaba con ella por los celos que sentía al reconocer que por más que deseara con todo mi corazón amarla, no podría. No la condenaría a vivir el mismo infierno que yo vivía desde que tenía uso de razón. Eso la rompería y no soportaría ver como desaparecería la luz de sus ojos, ni tampoco el sonido de su sonrisa que tanto me gustaba observar y pensar que algún día podría llegar a ser el privilegiado de recibirlas. Luego, también por culpa de los celos recordaba como éste se apoderaba de mí y cómo actuaba por ello y los remordimientos me atormentaban como un dementor al preso condenado al beso. Maldita sea, nunca habría pensado que quizás sino fuera Slytherin, el tema de los celos lo llevaría mejor. Éramos celosos de lo que considerábamos nuestro, no compartíamos nunca y nada. ¿A quién quería engañar? Era un maldito imbécil al igual que todos los que estábamos en esa casa. El caso era que intentaba controlarme de verdad que sí, pero cuando escuchaba el nombre de Arnau, la serpiente que había en mi reaccionaba como tal. Te preguntarás que quiero decir, pues que básicamente sacaba los colmillos, joder y sobre todo con ella y eso me convertía en un gilipollas importante. Albus no paraba de recordármelo. <<La estás cagando demasiado, Scor. No me calientes en demasía>> me decía. Pero ¿Qué hacía ante lo que mis ojos veían? ¿Qué hacía con la impotencia que sentía ante lo que veían los ojos del comedor y que tan sólo yo quería disfrutar? Rose Weasley me atormentaba como nadie lo había hecho nunca. Y eso me aterraba más de lo que imaginaba, sobre todo porque... ¡Por Salazar estaba preciosa entrando en el comedor en ese mismo momento! Desconocía que había ocasionado el cambio de actitud en ella, pero mi musa, —porque eso era, la dueña de mi corazón y pensamientos—despedía seguridad por todos los poros de su cuerpo y no sólo eso. Ya no se escondía del mundo con esas ropas anchas y poco arregladas, no existía ninguna pizca de inseguridad en ella y eso me hizo feliz, pero también un tanto inseguro porque ahora no sólo yo veía lo que valía—cosa que siempre había hecho—sino que ahora todas las miradas estaban sobre ella y eso quemaba como no tenía idea. Mi pecho llameaba con la pelusa de los celos que arañaba otra vez con la intención de que dejara de contener todo ese torrente de sentimientos que guardaba desde que comprendí que la quería. No soportaba los ojos de todos en sus piernas de infarto, que antes ocultaba con faldas largas que le llegaban por debajo de la rodilla. Ahora, podía incluso ver sus muslos blancos y cremosos con esas pecas que a mí me volvían loco y que sólo quería besarlas una a una, con todo el amor y el deseo de años de querer pero no poder acercarme por el miedo de que mi pasado afectara su presente. La luz y la oscuridad no se juntaban, ni tampoco la bella y la bestia por más que insistieran en el cuento. Agobio, un agobio que me arrojaba al mismísimo abismo. No podía dejar de mirarla porque ahora incluso su bonito escote estaba a la vista, la camisa blanca con el lazo rosado de su cuello se había soltado y yo ya estaba más duro que una piedra. ¿Cómo estarían los otros? No quería saberlo. Su pelo caía suelto con tirabuzones pelirrojos sobre su espalda dándole la apariencia de un ángel inocente que un demonio como yo devoraría cometiendo el mayor de los pecados. Tensión, sudor, necesidad y lo que más me asustaba, la pérdida de la calma antes de la tormenta. Y lo peor de todo esto para mi desgracia eran los comentarios. Sí, comentarios que me sacaban de quicio de manera importante. Cómo odiaba a la gente que cambiaba de opiniones como si de comprar ropa se tratara. Desde que Rose llegó, nadie le prestaba atención y de repente todo el mundo comentaba el gran cambio. ¿Qué cambio ni que nada? Siempre fue perfecta incluso cuando no se mostraba. Es verdad que no me gustaba que dejara de ser ella misma, pero sus sentimientos, su luz incluso su bonita personalidad siempre estuvo ahí. ¿A qué venía tanta atención? Malditos hipócritas que sólo se fijaban en el exterior. ¿Pero qué decía? Yo también aprovechaba sus inseguridades para provocarla. Todo eso me convertía en otro capullo más. Me arrepentía, en cuanto mi boca soltaba todas esas tonterías que ni por asomo pensaba, me arrepentía. Si antes nuestra relación se resumía en puyas continuas, ahora no sabría definirla. Quise creer que tras el accidente las cosa serían distintas, tampoco pensaba que todo marcharía de perlas, sería imposible, pero esperaba al menos algo de camaradería. De hecho, había días que si lo cumplíamos, incluso disfrutábamos los tres juntos como antes. Como cuando nos conocimos en Hogwarts y nos defendíamos a capa y espada, hasta que todo dio un giro de 360 grados y que aún hoy día seguía sin pillar. A lo que iba, que las cosas parecían marchar mejor, al menos que mencionaran al besador de caballos. Y sólo ella lo sacaba a la palestra atormentándome y todo porque yo no podía controlar mis emociones. Se suponía que los Slytherin teníamos esa habilidad. Estaba clarísimo que en mi caso eso brillaba por su ausencia igual que mi autocontrol ahora mismo.

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