Capítulo 15: Sanando heridas

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Capítulo 15: Sanando Heridas

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Capítulo 15: Sanando Heridas

Cada cicatriz que tenemos, es la confirmación de que las heridas sanan. Las cicatrices son marcas de superación que sólo un verdadero guerrero posee.

Psicoactiva.com

Pov Nique

Respiré hondo y espiré varias veces antes de entrar por la puerta del Staraurum-lugar en el que trabajaba desde hacía un mes aproximadamente-, sujeté el pomo con decisión y entré al lugar lista para enfrentarme a cualquier cosa, incluso a él.

Habían pasado casi dos meses desde el enfrentamiento que tuve con Snape en el comedor y en el que por desgracia perdí todo lo que un día tuvimos, llámese amistad o cordialidad o respeto mutuo... ¿A quién quiero engañar? La verdad es que sentía más por él de lo que podía permitirme y me alejé tanto que al final todo estalló en un sinfín de reproches que terminaron rompiendo lo único que quedaba entre nosotros-el cariño que nos teníamos incluso aunque yo me hubiera apartado-. Ese había sido mi único consuelo. Después de aquello y con el corazón herido me alejé de todos para evitarle y para castigarme a mí misma por haber sido tan egoísta. No quería que ninguno de mis familiares o amigos sufrieran por tener que llevar mi carga. Esa carga que me asfixiaba desde hacía 4 años y que no podía contar a nadie por vergüenza y miedo. Miedo al qué pensarán o dirán, miedo de que me miraran con lástima, incluso miedo a que la imagen de la chica valiente se esfumara y tan sólo quedara lo que realmente era; un despojo.

Logré esquivarlo por un mes hasta que me lo encontré en el Staraurum donde trabajo, al principio quedé paralizada, pero luego con ayuda de mi primo-que también trabajaba allí-pude esquivarlo hasta hoy.

Pasé mi mirada por las mesas y comprobé que los clientes aún no llegaban, así que aprovechando que no había nadie y que al parecer era la primera en llegar fui rápidamente a la habitación del personal para ponerme el uniforme de trabajo. Uniforme que odiaba con toda mi alma. Consistía en un traje de maid japonés de corte francés, es decir un vestido de color negro bastante cortito, un delantal blanco con el nombre del local, unas ligas con medias a medio muslo y unos tacones negros que sustituí por mis queridas botas de plataforma. En el pelo llevaba un katyusha; un lazo para recogerme el cabello y que evitaba que los mechones me cayeran sobre los ojos. Deprisa me puse el uniforme, me peiné con dos trenzas tipo espiga y salí del cuarto dándome de bruces contra un pecho bastante amplio. El olor a café recién hecho me golpeó despistándome por un momento. Sabía quién era. Zarek acababa de llegar y sin siquiera pretenderlo ya estaba hecha gelatina. La atracción que sentía por él era más grande que el dolor y los gritos que mi corazón pegaba en ese momento, con él siempre me pasaba lo mismo. Era como un efecto dominó, caía y caía y seguía cayendo sin remedio alguno y eso me aterraba más que nada. Con destreza y gracias a mi altura me escabullí bajo su brazo y le di la espalda dirigiéndome al mostrador para sacar los pasteles y cambiar el filtro del café antes de que lo hiciera y estuviéramos pegados trabajando. Sabía que era inútil seguir evitándolo sobre todo cuando hoy Fred tenía el día libre, pero mientras se me presentara la oportunidad lo seguiría haciendo. Cuando llegó al mostrador, yo ya había arreglado casi todo y limpiaba las mesas con más brío del que me hubiera gustado. Como siguiera así los clientes podrían ver sus caras reflejadas en las mesas.

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