Capítulo 18: Perdiendo la cordura (Parte 2)

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Capítulo 18 : Perdiendo la Cordura (Parte 2)

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Capítulo 18 : Perdiendo la Cordura (Parte 2)

Sus ojos me recordaban al brillo de la luna porque cuando las estrellas desaparecían, allí estaba ella radiante y poderosa, la luz que la oscuridad jamás podía encontrar.

Albus Potter

Pov Albus

El alcohol me sumía en un estado de semi inconsciencia. ¿Cómo lo podría describir? Letargo. Esa era la palabra correcta. No era que tuviera poco aguante, de hecho cuando se trataba de beber no me ganaba ni Barney el de los Simpson, pero esta vez la elección de bebida no me vino demasiado bien. Si ya lo había dicho Scorpius que la absenta se consideraba colonia. La verdad es que mi amigo no pudo ser más claro, sin embargo yo pensaba que la absenta esta pues sería igual de fuerte que el Whiskey de fuego, que de eso había bebido tela, no lo negaba. Enseguida me percaté al notar el calor característico de las bebidas fuertes. Ese calor que te adormecía el pecho que daba gusto y que provocaba que la lengua se te anudara de mil maneras distintas. Debí empezar tomando unos licorcitos... La culpa la tenía la mierda de cuatrimestre que llevaba. No salía de una cuando me metía en guatepeor. Al menos las cosas con Zarek parecían marchar mejor y esperaba que así siguiera. Suficiente tenía con Scorpius y sus decisiones de mierda con respecto a mi prima. Merecía ser feliz de una vez. Entendía sus reservas y más después de todo lo que sucedió en Hogwarts con el accidente de Lloyd. Esa noche me atormentaba sin descanso tanto como a él que llevaba marcada en su brazo las consecuencias. Jamás podré perdonarme por no haber estado junto a él en ese momento. Jamás podré perdonarme llegar tarde. Merecía el castigo del mundo mágico y que todos me culparan de la locura de Lloyd. Lo había hecho sí y cuando terminé sentí cierto placer con ello. No me daba miedo reconocerlo. Salvé a Scorpius y eso era lo único que me importaba, me daban igual las opiniones y las críticas, ni siquiera me importaba el prestigio de los Potter. Estaba harto de aparentar ser perfecto porque así debía ser el hijo de Harry Potter, el salvador del mundo mágico. Yo era distinto, no me parecía a mi padre y por descontado tampoco a nadie de mi familia ni tampoco a James que era mi opuesto en todo sentido. Dónde él era divertido, yo era sarcástico, dónde él era desinhibido, yo era más controlado. Él se parecía a Sirius Black, el padrino de mi padre, en cambio yo me parecía a Severus Snape, aquel mortífago que resultó ser un héroe al final, protegiendo a mi padre hasta que finalmente se enfrentó a Voldemort.

Todo esto podrá parecer poco, pero no es lo que más me diferenciaba de Harry Potter. Lo que más me diferenciaba era dar oportunidades, cosa que él no hacía o al menos no con los Malfoy. Aceptó que quedara en Slytherin pero no aceptó a mi mejor amigo y todo por los prejuicios. Aquellos prejuicios por los que luchaban en su época y que gracias a ellos cambiaron. Sus comentarios contra Scorpius de que me llevaría por el camino equivocado me molestaron, no sólo porque ofendían a mi amigo que también, sino por lo que significaban. No confiaba en mí tanto como en James, por ejemplo, a pesar de liarla día sí y otro también en Hogwarts. Hacía distinciones entre sus hijos simplemente porque James representaba todo lo que era un Gryffindor y yo era la antítesis, un Slytherin de pies a cabeza. Le costaba aceptarlo. En casa sólo me entendía con Lily. La pequeña torbellino a la que le encantaba el deporte y que todos los Potter celábamos a más no poder. Ella y, por supuesto, mi madre suponía la excepción a todo.

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