Capítulo 7: Grises (Parte 2)

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Capítulo 7 "Grises"

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Capítulo 7 "Grises"

Parte 2

"No hay nada más doloroso que sufrir por lo que es injusto. Todo a mi alrededor se consume en una vorágine de llamas, dejando al final las cenizas grises de un chico que sólo quiso ser escuchado"

Pov Albus

Alguien me preguntó una vez si le tenía miedo a la oscuridad. La respuesta que todos querrían escuchar sería que si. Pero para mí, era diferente.

Cuando nadie se fijaba en mí, me sentía cómodo, nadie podía decirme que un hijo de un héroe de guerra como Harry Potter no podía tener ciertos comportamientos, o simplemente que se esperaba que superara a mi padre.

Al principio, eso me aterraba. Decepcionar a mi padre. Tenía miedo de caer en la casa equivocada, de no cumplir sus expectativas, no llegar a ser el hijo que se esperaba que fuera.

Finalmente, la única que fue capaz de liberar ese temor fue Rose. Bendita fuera, siempre veía lo mejor de las personas, aunque su corazón fuera tan oscuro como el mío. A pesar de que mi padre me animó con sus palabras, diciéndome que Slytherin era una gran casa, sólo Rose comprendió verdaderamente la inquietud de poder fallar las pretensiones de otros. Al ver que me entendía, supe que no estaba sólo y mucho menos lo estuve cuando conocí a Scorpius Malfoy. Con él, era tan fácil todo. Hablar, comentar impresiones u opiniones, incluso tocar temas que los adultos calificarían de impropios y que yo necesitaba compartirlos sin prejuicio alguno por mis intereses. Realmente, agradecía tenerlos a mi lado, aunque a veces me dieran dolor de cabeza. Una por su orgullo y el otro por los prejuicios sobre su familia. Las cosas entre ellos, cada vez iban de mal en peor. Sobre todo porque Scorpius cuando perdía la paciencia, llegaba a tener pocos escrúpulos. Los slytherin éramos así, al fin y al cabo. Sin embargo, deseaba fervientemente que las cosas se arreglaran pronto porque si esto iba a más, ya no sería capaz de controlarme. Mis predicciones se cumplieron hace una semana en el club de Horsgic, cuando a los dos les seleccionó el mismo unibrax y por alguna razón que desconozco,—seguramente una pelea— terminó con Scorpius en el suelo sin sentido y con Rose perdiendo los nervios por lo que había causado.

Acababa de salir de la enfermería después de una semana de estar sin respuesta alguna de Scorpius a los cuidados intensivos del enfermero. Por fin, había despertado, aliviando un poco mi desazón por lo ocurrido, ya que con seguridad si hubiera estado con ellos podría haber evitado que acabara en la enfermería. Al menos, esto había servido para acercar a esos dos alcornoques un poco más. Aún sonreía por las insinuaciones del viejo enfermero, me había hecho fan de sus comentarios sarcásticos en cuestión de segundos. Y di que sí, Cicerón. Esos dos exhuman tensión sexual a kilómetros, a ver si lo hacen de una vez y me dejan vivir un rato, por Salazar. A este paso se me va a caer el pelo del estrés que me causa no azotarles un maleficio a cada uno por cabezotas.

Bajé las escaleras escondidas en el árbol que conecta la planta baja y la primera de la enfermería, todo estaba muy silencioso. Debía de ser bastante tarde; busqué con la mirada algún reloj que me solventara la duda. Todo parecía estar bastante ordenado, al parecer el viejo enfermero era bastante meticuloso con el orden. Pociones curativas, hierbas medicinales, incluso cremas. Todas ellas formaban parte de las creaciones de Cicerón. Giré sobre mis pasos, por si me había pasado el reloj, y allí lo ví. En el extremo izquierdo del laboratorio, en la esquina, un bonito reloj de piedras volcánicas, marcaba con magma mágico congelado, las doce de la noche. Tenía que darme prisa, si no quería ser sancionado por andar a horas interpestivas por los pasillos. Retrocedí hacia la salida de ese gran laboratorio, lleno de calderos al fuego, de olores medicinales y por supuesto de utensilios para investigación. Justo en la puerta, me encontré de cara con una chica. Como había poca luz, no la reconocí de inmediato.

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