Capítulo 35

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Acabábamos de bajar del avión que nos había llevado con destino a San Juan de Puerto Rico, cuando unas lluvias torrenciales se abrieron paso en el cielo dándonos la bienvenida. A mí siempre me había gustado la lluvia, pero nunca había visto una tan fuerte como la que estábamos presenciando. Me di cuenta de que estábamos ante un clima tropical que solía variar inesperadamente, sobre todo en septiembre que es cuando empezaba el otoño. Me entraron unas repentinas ganas de dibujar la vista del Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín con lluvia y, en especial, la imagen de las gotas cayendo sobre el casco del avión, pero no era momento para hacerlo, así que tomé una imagen mental del entorno para representarla más adelante.

Kane apoyó su mano en el bajo de mi espalda mientras yo le daba de la manita a Nash, pues se había asustado con las lluvias torrenciales.

-No pasa nada, cielo- le expliqué -Este país tiene muchos bosques y para que se mantengan verdes tiene que llover mucho.

Asintió con la cabeza algo más relajado y me abrazó la pierna, así que le acaricié el pelo.

-Vamos a por nuestras maletas- dijo Kane.

Leo, Kylie, Kane, Nash y yo nos movimos por el aeropuerto algo perdidos buscando la zona de recogida de equipaje para poder encontrarnos con Reece y Dave, los cuales nos estarían esperando una vez saliéramos.

Permanecimos un largo rato hasta que vimos salir nuestras maletas en la cinta transportadora y, cuando fui a recoger la mía, se me adelantó Leo, ganándose malas miradas por parte de Kane y de Kylie, lo cual me extrañó. De Kane me lo esperaba porque desde que él y Leo se habían conocido no se habían llevado muy bien y me imaginé que era por sus egos frágiles, pero me sorprendió de Kylie, pues se supone que con ella ya había arreglado las diferencias que habían tenido.

Leo me dio la maleta y se lo agradecí con una sonrisa algo tensa.

-Me duele el estómago- se quejó Kylie, haciendo que todos le prestáramos atención. Leo se acercó a ella y le hizo carantoñas y yo aparté la mirada. Sentía que algo raro le pasaba a mi amiga. En cambio, no entendía el qué. Pensé que lo de habernos distanciado se había solucionado, pero ahora que lo pensaba con detenimiento no parecía ser así por el comportamiento que estaba teniendo.

Dejé de darle vueltas al asunto y esperé hasta que todos tuvieran sus respectivas maletas para poner rumbo a la salida. No sabía cómo íbamos a trasladarnos al hotel con aquella lluvia, pero Reece conocía aquello mucho más que yo que no había estado nunca, así que me tranquilicé por mí y por el bebé.

-¿Estás bien?- me preguntó Kane, quien debió de verme más pensativa de lo normal.

-Sí, claro- respondí y centré mi atención en Nash, que estaba concentrado mirando las pistas a través de los grandes ventanales.

-¡Papi!- gritó entonces -¿Qué es eso de ahí?

Señaló la torre de control y Kane se detuvo a explicarle para qué servía aquello. De repente, vi a través de las puertas giratorias de Reece y a Dave, el mejor amigo de Kane. Avisé a todos de la presencia de aquellos y nos acercamos emocionados por el reencuentro.

Reece me zarandeó emocionado pero con cuidado de no perjudicar al bebé y a mí se me derramaron un par de lágrimas, a pesar de que no hacía tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. Sin embargo, a mí se me había hecho eterno y tenía las emociones a flor de piel. Para mí, Reece era un pilar en mi vida después de haberme ayudado tantísimo cuando más le necesitaba y eso iba a seguir siendo así siempre.

Seguidamente saludé a Dave con el que no había tenido mucha relación hasta entonces y vi como éste abrazaba a Kane y le daba una palmadita en el hombro mientras el Mastodonte me miraba por encima del hombro de su amigo. Me estremecí y cambié la mirada a Reece, quien nos explicaba cómo nos desplazaríamos al hotel y no era ni más ni menos que en limusina. Se veía que tenía todo de lo más preparado con motivo de la celebración y, con lo extravagante que era, me esperaba algo así. Nunca había ido en limusina así que me hallaba tan emocionada como Nash, que no dejaba de dar saltitos de un lado para otro.

-¿Habéis oído eso papis? ¡Vamos a ir en limusina!- nos dijo a Kane y a mí. Yo di un brinco con él y el bebé me golpeó la tripa. Parecía estar también emocionado.

-¿Qué tal el viaje?- preguntó Dave.

-La llorica de Kylie seguro que no ha dejado de llorar- bromeó Reece y yo no pude evitar soltar una carcajada.

-Que os jodan- repuso ésta sacándonos el dedo a ambos. Nos encogimos de hombros hasta que llegamos a la preciosa limusina, la cual no era ni más ni menos que de color lila.

-¿Qué? Es mi color favorito- dijo Reece ante la mirada atónita de los presentes. Me volví a reír negando con la cabeza y nos montamos en ella. Fue entonces cuando me percaté de que milagrosamente había dejado de llover y había salido el Sol nuevamente.

-El clima de aquí está loquísimo, tío- murmuró Leo, leyéndome los pensamientos.

-Tan pronto llueve como hace Sol, es alucinante- repuse yo.

-Es un clima tropical, qué esperabais?- preguntó Kylie. La notaba demasiado borde. Sin embargo, traté de no darle importancia nuevamente. Leo le propició un codazo y ésta soltó un chillido y cruzó los brazos sobre su pecho, enfurruñada. Me recordaba el comportamiento de una niña pequeña, así que me apunté mentalmente hablar con ella antes de la boda y así solventar el mal rollo que se respiraba.

Quedaban dos días para la boda, tres para volver de nuevo a Los Ángeles y una semana para la última ecografía en donde nos dirían por fin el sexo del bebé y si estaba todo bien para el parto, el cual había calculado que sería a finales del mes de noviembre.

Se me pasó el trayecto en un abrir y cerrar de ojos y, cuando quise darme cuenta, estábamos ante el hotel donde nos alojaríamos. Estaba en primera línea de playa y contaba con bosque alrededor, siendo así un paisaje de lo más paradisiaco. Estaba deseando ver aquellas aguas cristalinas que Reece me había vendido tan bien, además de conocer a sus hermanas, quienes llegaban mañana junto al resto de familiares, por lo que hoy teníamos el día libre para hacer lo que quisiéramos.

Nos despedimos de todos y quedamos con ellos por la noche y así aprovechar las próximas horas para instalarnos y relajarnos un poco en la playa o piscina. Por suerte, Reece nos había puesto a Kane y a mí en habitaciones separadas tal y como le había pedido. Nash dormiría con uno de los dos, aunque aún estaba por decidir con quién.

-Vamos a ver las habitaciones- sugirió Kane cargando con el peso de nuestras maletas. Al no poder coger peso no me dejaba ni tocar mi maleta, así que tampoco es que pudiera oponerme.

-¡Yo también quiero que me lleves la maleta!- rogó Nash.

-Tu maleta debes llevarla tú que para eso tienes manos. Además, no pesa nada, quejica.

Nash puso un puchero y me miró en busca de ayuda, pero asentí ante las palabras de su padre, ya que tenía razón.

-¿Nos vemos en un par de horas?- me preguntó el Mastodonte y volví a asentir, notando su mirada sobre mí.

Me puse nerviosa y miré al pequeño cuando habló: -Yo quiero dormir con Autumn.

-De eso nada, Nash. Hay que dejarla descansar un rato.

-Para mí no es ningún problema, ya lo sabes- repuse.

-Ya, pero quiero que disfrutes de estas vacaciones. Te lo mereces.

No puse más objeciones, pero le guiñé el ojo a Nash.

-Mañana te vienes conmigo.

-¡Bieeeen!- gritó éste sacándome una sonrisa.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora